La vida y la muerte

La muerte enamorada

Todos sabemos que la vida y la muerte son dos cosas distintas. Lo contrario, de hecho. Pero, ¿qué pasaría si se llegasen a involucrar hasta tal punto en que se enamoraran? La vida, de color blanco, mientras que la muerte de color negro. A esta siempre se le ha puesto el aspecto de un esqueleto con una capucha y una hoz a lo largo de la historia y en muchas tradiciones. Y la vida se puede manifestar de muchas formas. Vida humana, animal, microscópica…

Sin embargo, en este micro relato vamos poner a la vida como una persona, una chica de 22 años, cuyos rasgos son ojos marrones y pelo castaño oscuro largo.

Ella era una chica que tenía muchos problemas personales y mentales, y cuyos vicios eran fumar y beber alcohol. No se llevaba bien con sus padres y continuamente iba al psiquiátrico debido a que se autolesionaba. Aparte de eso, no era capaz de estar sola ni un momento y se acostaba cada dos por tres con chicos, de los cuales las relaciones eran fallidas. Aunque en el fondo, no era una mala persona

Un día, harta de todo esto, decidió ponerle fin a su vida. Por enésima vez, cogió el cuchillo y se cortó, pero no para hacerse cicatrices, sino para cortarse los brazos en el sitio que correspondía para cortarse una vena y así poder morir como deseaba. Porque, ¿qué mas tenía que perder? La vida ya no tenía sentido para ella. Así que decidió hacerlo. Por último, lo único de lo que se percató antes de perder la conciencia fue a su padre gritando su nombre.

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Cuando se despertó, no sabía cuanto tiempo había pasado. ¿Horas? ¿Días? ¿Semanas? Lo único que sabía era que estaba ingresada en el hospital, pero ¿por qué estaba viva? Juraría que se había cortado en el lugar adecuado para que…

  • No te hagas ilusiones – dijo una voz a su lado – Por tu suerte o desgracia estás vivita y coleando. – ella se incorporó de un salto, asustada, mientras contemplaba a ese extraño ser que estaba a su lado, con forma de esqueleto que portaba un haz muy grande
  • ¿Quién eres tú y por qué estás aquí? – Le preguntó ella, con el corazón en la garganta
  • No me digas que no me conoces. Soy la Muerte.
  • ¿Cómo? Mira, si esto es una broma no tiene gracia…
  • Broma para mí, que todavía estás viva. Y si te preguntas que ha pasado, te cortaste en tu habitación y tu padre te encontró desangrándote
  • ¿Y si me estaba muriendo, como es que todavía no me has llevado contigo? – preguntaba ella angustiada
  • Por que te salvé. Usé mis habilidades para hacerlo. Y sí, podría haberte dejado morir, pero aun no era tu hora, y mucho menos de que murieras de esta horrible forma
  • Pero, ¿por qué? Eres nada más y nada menos que la Muerte, una deidad que no conoce la piedad
  • Ni yo misma lo sé – Respondió la Muerte y desapareció de allí, quedando a la chica extrañada por la situación. – vale- se dijo. Tal vez me haya vuelto loca por fin

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Los días pasaron hasta tal punto en que transcurrieron dos semanas. Dos semanas en las que la chica cambió bastante, dejó de beber alcohol y de salir con chicos, aunque lo que no dejó fue de fumar, pues según ella, era muy difícil. Los primeros días después de salir del hospital, decidió dejar de hacerlo, pero volvió a recaer en el vicio.

En ese momento, se encontraba acostada en la cama de su habitación, mientras pensaba y pensaba. Hasta que una voz a su lado dijo:

  • ¿Por qué cada vez que te visito estás tumbada en una cama? Ponte a hacer algo de provecho, hombre – dijo la Muerte a su lado

La chica pegó un grito y exclamó: ¿Pero qué haces aquí? ¡Ya no me estoy muriendo, déjame en paz!

  • Oye oye tranquila, que alguien nos podría oir. Y respondiendo a tu pregunta, solo quería ver cómo estabas
  • Pero eres la Muerte, ¿cómo es posible que te preocupes por mí?

La Muerte se encogió de hombros. – No lo sé, pero no puedo dejar de preocuparme y mucho menos de pensar en ti

  • ¡ Pero que estás diciendo! – exclamó ella, ruborizándose – Estás loca
  • Loca sí, por ti

La chica se levantó de un salto de la cama, poniéndose de pie a toda velocidad, tratando de salir por la puerta. Estaba muy asustada por las palabras que estaba escuchando. ¡Menuda tontería le estaba diciendo la Muerte! Era un ser inmortal, no se podía enamorar y menos de ella, quien pensaba que no era lo suficiente bonita para nadie y además tenía cero autoestima.

Pero antes de que llegara a la puerta, la Muerte le cogió del brazo suavemente y le hizo darse la vuelta, de manera en que la chica le mirase directamente a los ojos

  • No, no huyas de mí por favor. Sé que a lo largo de la historia, se me ha descrito como un ser espantoso que se lleva a las personas muertas, pero siempre ha sido mi deber, no tenía más remedio que hacerlo. A causa de esto, nadie me quería y me sentía sola. Y cuando te vi, sentí que me complementabas en muchas cosas. Y sé que también tienes tus defectos, pero no me importa

Lo único que podía hacer la chica era mirarla sorprendida ante estas palabras. La verdad es que ella también sentía una conexión especial con la Muerte. Fue en ese entonces que lo entendió. Estaba destinada a estar con ella toda la eternidad y ya no sintió miedo. Le cogió de las dos manos y un par de segundos después sintió un halo de energía que emergía de la espalda de la Muerte, señal de que eran solo ellas dos, la vida y la muerte.




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