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Los sentimientos.

Los sentimientos de cada persona son diferentes de muchas maneras. Algunos son tan claros como el agua, otros son un poco menos obvios, pues intentan no ser tan intensos, simplemente que todos sepan su opinión al respecto. Mientras que otros son tan fríos que intentan no demostrar nada más. Sentirse tristes, felices o enamorados. Solamente estar serios, demostrar siempre lo mismo.

Estos siempre son fáciles de afectar, siempre pueden verse beneficiados o dañados depende de la situación en la que estamos. Pero eso será siempre lo complicado, nunca sabremos que nos depara la vida, que situaciones debemos enfrentar. Porque incluso, aunque intentemos todo el tiempo de hacer las cosas de la manera correcta, puede haber contratiempos o problemas que serán un reflejo de nosotros.

Siempre he creído que los errores, los problemas, todo lo "malo" que pasa en nuestra vida, no lo debemos ver de esa manera. Esos obstáculos son enseñanzas, saber enfrentar las cosas duras de la vida, porque no siempre será felicidad, no siempre serán cosas bellas ni sueños realizados.

Pero, a pesar de que tendría que hacer de esa manera, muchas veces lo vemos de forma personal. Hay personas que han vivido cosas horribles o experiencias realmente malas, algo que los convierte en seres de piedra.

Personas que creen, que demostrar sus sentimientos, será una forma de que los vuelvan a lastimar, le guardan rencor a esa persona e incluso intentan hacerlos pagar de alguna manera. Queriendo hacerles sentir lo mismo que ellos les hicieron cuando los lastimaron. Verlos llorar, verlos dolidos, tristes, despedazados. Eso siempre será algo que ocurra cuando planean una venganza.

No puedo decir que yo estuve inmune de eso, porque tampoco puedo decir que nunca me lastimaron. Y aunque intentaba mantenerme sereno y no pensar en eso, la idea de venganza era tan tentadora, era tan bella, la veía de esa manera por el sentimiento de odio que me embarga en ese momento.

Dejar el pasado se puede hacer, pero siempre difícil de lograr.

***

La mirada glacial que me da Alex es algo que nunca he podido manejar de forma correcta. Simplemente no estoy acostumbrado a la atención de esos hermosos ojos verdes que siguen provocando miles de sensaciones en mí que son muy difíciles de ocultar.

Aunque sabía que Alex no era, exactamente del tipo felices, alegres. Que siempre saludan de forma amistosa, el que me haya hablado ya era algo a lo que no estaba preparado, era algo que me era imposible de pensar en esos momentos. Imaginaba que me iría a la universidad y no volvería a saber nada de él. Pues nunca me había hablado... hasta ahora.

— ¿Estás sordo?— vuelve a hablar, sacándome del trance en el que acababa de entrar— ¿Se te ofrece algo?— me quedo estático.

No caigas, no te veas afectado.

Sé de antemano, que volver a abrirme con alguien era un riesgo, mucho más tratándose de alguien, que si bien, me gustaba desde hace tiempo, no había cruzado palabra alguna con él. Siempre he tenido los nervios de punta cuando se me acerca, cuando pasa a mi lado. Pero debo mantenerme firme, debo mantenerme sereno y serio.

Sabes la razón por la que no te conviene involucrarte con él.

—Nada— digo con simpleza, manteniendo mis emociones a raya y sin querer entablar una conversación con él. Sé, de antemano, que estoy actuando de forma cobarde, pero ya he pasado por mucho, creo que necesito tener un momento de paz.

Me siento del otro lado de la banca, manteniendo mi vista en la carretera, esperando que el autobús pasé rápido. Faltan cinco minutos, solo tengo que soportar ese tiempo. Aunque para mí, los segundos comienzan a pasar de forma mucho más lenta, en un momento, me encuentro desesperado.

Pero, una pregunta ronda por mi cabeza.

¿Qué hace Alex Hernández tomando un transporte público? Hasta donde tengo entendido, ese chico tenía una camioneta en la que llegaba y se iba de la escuela.

De cualquier manera, ¿a mí qué me importaba? No era mi problema lo que le sucediera a ese chico, de cualquier manera, él me era indiferente, yo le era indiferente (muy a mi manera). Alex se encontraba sentado, viendo su celular y escribiendo algo en él.

Finalmente, después de un rato con mis manos temblorosas y sintiendo las ganas de vomitar por las miles de sensaciones que embargaban mi estómago, visualicé el autobús en el semáforo que se encontraba a una cuadra de la parada.

Alex se quedó sentado cuando estaba cerca, al estacionarse, me subí, pagué y camine hacia los asientos de atrás. Para mi sorpresa (y buena suerte) no estaba lleno, pude elegir donde sentarme.

Me estaba preparando, poniéndome mis audífonos para escuchar música en lo que llego a mi casa, miro por la ventana, esperando ver a Alex una última vez antes de irme, sin embargo, ya no se encuentra en el lugar donde estaba sentado. Miro hacia enfrente, encontrando que, el chico rico, se subió después que yo, camino por el pasillo que hacen las dos hileras de asientos y se sentó en uno que estaba enfrente de mí, justo en el penúltimo.

Rápidamente puse mi música, esperando que escucharla me pudiera distraer y no prestarle atención extra a aquella belleza inhumana. Alex debía ser una especie de Ángel o Demonio. Tal vez una combinación de ambos, la belleza y gloria de un Ángel, pero la incapacidad de amar y de ser amable con los demás, la superficie de la maldad de un demonio.

Me enfoqué en la vista que daba las ventanas del vehículo, observaba el camino ya conocido, las personas caminando por las aceras, los autos que pasaban el autobús y algunos que pitaban. Los árboles que había, las casas que cruzábamos, uno que otro perro que era paseado por su amo, olfateando todo lo que había a su alrededor.

Ver ese tipo de escenas siempre me hacían sentir extraño, era como si... me viera a mí y a Toby jugando en el patio trasero de la casa, mi cachorro siempre ha sido como un pequeño hijo para mí, a pesar de que ama mucho a mis papás, siempre que llegó quiere jugar. Supongo que es porque todavía está muy pequeño, sus energías no se le agotan en ningún momento.