Todos tenemos sueños.
No conozco a una sola persona que no tuviera ilusiones desde que son niños, algunas imposibles de lograr por simple lógica. Siempre mis memorias de cuando era un infante inocente son las extrañas fantasías que llegaba a tener.
Imaginaba que tenía poderes mágicos y que podía hacer lo que fuera con solo desearlo, o poseer algún objeto de gran poder con lo que pudiera proteger a mi familia y que me enfrentaba a grandes villanos que vencía con facilidad.
La época de infancia era muy buena, todo parecía tan fácil.
Pero cambias mientras creces, eso mismo yo vi en los momentos que mis pensamientos tan fantásticos se alteraban mientras más tiempo vivía.
Cambiamos no solo física, sino mentalmente. Por lo que esas ilusiones y sueños cambiaron conmigo.
Lo que antes era imposible porque vivíamos en una realidad diferente, ahora lo era, pero por otros motivos un tanto más simples.
Mis padres siempre influyeron en mí el hecho de que los estudios eran lo más importante, algo que siempre me ha acompañado y pensamiento que no ha cambiado en absoluto. Estudiar siempre abre puertas y oportunidades para un futuro mejor.
Los sueños de que queremos ser en un futuro no se logran por simple acto de magia, uno se tiene que esforzar para lograrlo, estudiar y prepararse para la vida.
Pero incluso con un papel que te abale como un profesional en cierta área, la verdad es que las personas pueden llegar a ser muy diferentes a los que otros piensas.
Una persona preparada puede ser inculta mientras que otra sin preparación puede ser más culta que la primera.
El papel te da poder, pero sin duda alguna lo que te define es como eres tú como ser humano. Ante los demás y contigo mismo, como te comportas, ayudas a las personas o sabes cómo ser con la gente que te rodea.
Yo realmente pude apreciar eso, aunque en su momento no pude darme cuenta en sí de las situaciones que se desempeñaban a mi alrededor hasta que en un futuro las analicé a profundidad y, tal vez, si en ese momento hubiera podido darme cuenta, las cosas hubieran sido diferentes.
***
Después de salir del aula de mi última clase, debo decir que mi cabeza ésta hecha un lío mientras recuerdo las palabras de mi maestra.
La historia vendrá a su tiempo.
No puedo evitar sentirme nervioso. De verdad me gusta la escritura y sin duda es algo a lo que me quiero dedicar en mi vida, pero no puedo esperar se algún día un escritor reconocido si la historia que lleva en mi cabeza por casi cinco años está en una pausa indefinida.
Tengo que encontrar una manera de salir de éste maldito bloqueo de escritor, tal vez leer un poco me pueda ayudar, aunque lo he estado intentado por éstos últimos meses y no he logrado hacerlo. Pero debo seguir y no darme por vencido.
Los pasillos de la escuela están realmente vacíos, hay pocos alumnos. Éste día salgo una hora más temprano de lo usual, y mi grupo seguramente ya se fue a sus casas. Debo pasar a mi casillero para sacar la hoja de mi horario, necesito ver mis materias y llevarla a casa para sacarle una copia.
Sé que soy un tanto exagerado en estos asuntos, pero siempre lo he sido cuando se trata de mi escuela. Prefiero estar bien preparado cuando se trata de mis estudios, ser un estudiante ejemplar ha sido mi meta desde que tengo memoria, y me cuesta aprendérmelo durante las primeras semanas.
Cuando finalmente llegó al diminuto rincón en esta escuela que me permite guardar mis cosas, sacó la hoja y me encamino de vuelta a mi casa.
Tengo que pensar en nuevas ideas para mi historia, pero mi cabeza parece un desierto árido, porque no tengo ni la menor idea de que escribir o como continuar esa historia que ha sido parte de mi vida por mucho tiempo. Quiero terminarla, darles a esos personajes que viven en mi mente una aventura, un relato, una vida.
Pero por más que quiero, no puedo. Mi bloqueo mental es demasiado para mí, tal vez deba reconsiderar la idea de seguir escribiendo.
No. No pienso abandonar algo que realmente me gusta, tampoco pienso echarme para atrás por un simple bloqueo. Mi maestra lo dijo, algunos autores lo sufren, no puedo asustarme o desanimarme.
Camino por las calles, viendo pasar los automóviles y algunas personas caminando, charlando por teléfono, tomados de las manos junto con un niño, un perro o incluso entre ellos viéndose profundamente enamorados. A veces observar lo que pasa a mí alrededor me inspiraba, pero extraña vez ocurría.
Sin embargo, no lo hacía por el simple hecho de querer sacar ideas. Lo hacía para poder mirar lo que podría tener alguna vez... o tal vez nunca.
Había perdido todas las esperanzas en el amor. La desconfianza no era exactamente una de mis virtudes, a pesar de que me enseño que no podía fiarme de todos, no me gustaba ser tan distantes con otros. Sabía que no era lo correcto, pero casi parecía como algo automático en mí.
Algo que había luchado por sacar de mí.
Debo dejar atrás el recuerdo de lo que fue, pero sigue quemando en mi piel como si hubiera pasado apenas el día anterior, sigue lastimándome como si la herida fuera fresca, y sigue pesando como el primer minuto que la bomba explotó a centímetros de mí.
Finalmente llegué a la parada de autobús.
Algo muy dentro de mí quería ver a Alex sentado ahí, pero sabía que eso no sucedería. Yo terminaba una hora antes mis clases que el resto de la escuela, a pesar de haber tomado una clase extra durante este semestre, pero no debo esperar verlo en éste lugar todos los días, sabía de antemano que ese chico tenía vehículo propio.
Tal vez se le había descompuesto y por eso no había podido viajar como un rico mimado.
Ni siquiera lo conozco y ya lo estoy juzgando, debo ser más abierto. Después de todo, es mi nuevo vecino y el chico por el que siento algo... ¡Debo superarlo de una buena vez!