El edificio de madera que albergaba el despacho del jefe electo y reuniones. Se llamaba «Sede de la jefatura» y era el mayor de la aldea, con un diseño sencillo y rectangular, para dar cabida a la sala anexa a la oficina. Los guardias de la puerta los dejaron pasar, tras regresar el que entro confirmando que los recibirían.
Bienvenido Volodar, ¿a qué debo el honor de su visita? —planteó el hombre que se incorporó para atenderlos.
Se trataba de alguien de unos cincuenta años, de aspecto cuidado y mirada seria que los recibió esbozando una leve sonrisa en su rostro.
A temas que incumben a todas las razas, el comienzo del fin de Mystidia —argumento al tomar asiento el elfo.
Grogan se quedó de pie junto a los guardias, hasta que le indicó su amigo que lo hiciera en la silla de al lado. Cosa que hizo, con cierta prudencia ante un Lanig que lo observaba.
El asunto le incumbe a él, en especial, hará falta de un experto «explorador de las tierras oscuras», para la misión en cuestión —enfatizó Volodar.
Su interlocutor no demoró en dar una respuesta.
También es nuestro mejor guerrero. No estoy seguro de que sea buena idea, ¡dejarlo embarcarse en esa empresa que vaya a proponer! —cuestionó el jefe.
Que parte de que es el principio del fin, ¡¿no ha entendido?! —replicó, molestó el diplomático.
¿En qué basa esa afirmación tan extrema?, las piedras candela nos siguen protegiendo —objetó el jefe al seguir dudando.
El elfo no respondió al momento y se tomó su tiempo en hacerlo, para inquietar al hombre.
¿Cuánto ha retrocedido la línea fronteriza este último año?, ¿en serio cree qué la cosa no es para empezar a preocuparse y mirar de contener la amenaza? —planteó Volodar sin titubear.
Grogan no era indiferente a ese dato, podía ver las marcas en el suelo al volver de las tierras oscuras y este último año la diferencia era bastante mayor que en los anteriores. Lanig no hacía público ese dato por temor a causar el pánico entre la población, como tampoco él.
Igual es cosa de este por algún motivo que desconocemos y vuelve a su margen anual habitual. Considera sensato causar alarma, ¿por algo qué igual no se repite? —expuso el jefe.
Preocupado por las repercusiones que pudiera provocar esa noticia en los aldeanos.
No es necesario decir el verdadero motivo de tal iniciativa, se puede encubrir con algo menos conflictivo de informar a la gente —propuso el diplomático como respuesta.
Lanig se puso en pie, paseando tras su mesa a la vez que estudiaba la cuestión.
No debe olvidar que, hasta ahora, esa marca se ha ido desplazando en múltiplos de diez. Y si el pasado año fue de quince centímetros, ¡la de este será de metro y medio! —informó Volodar.
Al fin volvió a ocupar su asiento el humano, con una expresión de clara preocupación.
No crea que no he pensado en lo que dice, ¡y en más de una ocasión! Nuestra aldea desaparecería en poco más de una década si la progresión no es algo puntual y se mantiene.
Cosa que no debemos de descartar y evitar a toda costa de ser posible, ¿no es de mí misma opinión? —insistió el elfo al dubitativo jefe.
Estando de acuerdo con lo que plantea, en qué forma va a solucionarlo. El que autorice a Grogan, a embarcarse en tamaña empresa que me parece absurda, sin más información ¡Y aún más difícil será el poderla presentar al resto de la aldea sin más datos! —enfatizó al elfo.
El diplomático miró a los guardias humanos apostados en la puerta, antes de continuar.
- Sería posible que hiciera salir a sus hombres, para poder hablar con tranquilidad. ¡Tú puedes quedarte, Grogan! —indicó a su amigo que hizo ademán de levantarse de la silla.
Así lo ordeno Lanig y estos dejaron la estancia.
¡Bien, ya estamos solos! ¿Qué es eso tan delicado de exponer?
Capturamos a unos soldados del ejército oscuro, que confesaron antes de morir, que habían construido un generador de magia negra en el interior del «Lago del Olvido». Ese es el motivo, por el cual avanzó más esa línea fronteriza el año pasado. Y la cosa irá a peor, ¡si no tomamos medidas cuanto antes! —aclaró el elfo a todos.
Grogan no dijo palabra alguna ante esa noticia, pero, en cambio, sí lo hizo el jefe de la aldea. Tras meditar por unos minutos.
Pues me parece que si su plan es reunir a un grupo capaz de hacer frente a esa nueva amenaza. ¡Nuestro Grogan debe de formar parte del mismo! —se apresuró a confirmar Lanig sin perder tiempo.
El citado no intervino, hasta que ambos terminaron de ultimar su ayuda, sin apenas consultarle. Aunque al haber visto el juego de su amigo elfico, poco le importaba lo que hablaran. Y sus pensamientos se centraron en averiguar lo que ocultaba.
La voz del otro hombre le devolvió a la realidad, al dirigirse hacia él.
Supongo que no habrá objeciones por tu parte para auxiliar a los elfos, ¿no es así? —le preguntó el jefe al terminar de fijar los puntos con Volodar.
Será un placer, ¡los humanos también debemos de aportar en la defensa del continente! —contestó sin ni siquiera saber a qué se podía estar refiriendo.
Antes de emprender el regreso a mi aldea, ¿querrás acompañarme en la taberna a tomar una cerveza? —pidió el diplomático.
Por supuesto, amigo. ¡Y me ofendería de que no hubiera sido así! —respondió al aceptar.
Tras despedirse de Lanig, salieron de la sede de la jefatura, en dirección a la taberna.
Tomaron asiento en una mesa apartada de las demás y Grogan no perdió el tiempo en ir al grano.
Editado: 23.05.2024