La Villa de la Desesperación

Episodio 4

Enigma busca tranquilizar a Rosemary, que está entrando en una desesperación incontrolable. Intenta decirle que no debe comportarse así, que pareciera estar enloqueciendo; pero no puede hacerlo debido a la maldición que Eva Niebla le puso al hacerla enojar con su agresividad. Enigma no se puede dar a entender correctamente, sus palabras se fusionan entre sí dando lugar a unos códigos imposibles de descifrar o predecir. Cuando Enigma cayó en El Limbo de las Almas y arribó en La Villa de la Desesperación, Nebulosa predijo que una maldición de esa índole la afectaría, entonces la bautizó como tal: un Enigma. Años después, fue cuando Eva Niebla maldijo a Enigma, cuando ella ya pasaba toda su vida en La Tienda de las Almas Perdidas. Desde entonces, Enigma le tiene un atisbo de rencor y miedo a las clarividentes.

—¡Tiene que hacer algo, por favor, mi amigo se está muriendo!

Enigma tomó entre sus brazos a Antanas y lo observó fijamente, analizándolo. Rosemary nota que sus ojos son como los de una serpiente.

Vacía sus pulmones de aire, exhausta, y lo aferra de los brazos. Rosemary lo aferra de las piernas y lo llevan hasta un lado de la chimenea. Enigma puede advertir la vida escapando de los ojos de Antanas, lo cual le inspira pereza. Un alma más, un alma menos, ¿qué más le importaría?

Enigma enciende la chimenea muy ágilmente, ejecutando una maniobra de encendido como con memoria muscular. Rosemary le pregunta si solo eso se necesita para que Antanas vuelva a la normalidad. Enigma pone los ojos en blanco y suelta un fonema indescifrable y sin sentido alguno. Rosemary frunce el ceño y se detiene de hacer nuevos cuestionamientos.

Comienza a crepitar el fuego. Enigma deja descansar la cabeza de Antanas sobre una manta delgada. Se encamina hacia el interior de la tienda y Rosemary suspira. Entonces dirige su mirada hasta Nebulosa y Meteoro, quienes están sentadas sobre la mesa en posición paralela hacia la entrada. Las dos mantienen los ojos cerrados y están con las piernas cruzadas. "¿Qué estarán haciendo?", se pregunta Rosemary. "¿Qué se supone que es este lugar?", también se cuestiona.

Hay una piel de lobo feroz en el muro izquierdo. Eso le disgusta. La esencia a limón del exterior ha traspasado las paredes de madera, pero se le sobrepone el aroma a oro que inunda el interior de La Tienda de las Almas Perdidas. Por la organización del mostrador y la puerta doble Rosemary adivinó que se trataba de una tienda, pero no entiende cuál es el objetivo; qué es lo que ofrecen.

El techo de madera está demasiado alto; pero, aun así, cada lágrima del cielo al aterrizar parece una explosión de dinamita. El cielo tan inmenso se reduce a una suerte de tejado que encapsula la libertad que flota a través del lugar y llena de tinta el aire con aroma metálico. Cuando Antanas suelta un quejido de dolor, este parece un estertor ahogado en sangre. Rosemary se arrodilla ante él de inmediato, asustada; pero, a pesar del terror, está feliz porque permanece vivo.

—¡Te dije que ibas a estar bien!

Antanas no puede responder, su respiración está agitada y no controla el movimiento de sus pupilas. Su piel se está poniendo amarillenta. Está sudando simplemente sal.

—¿Antan...?

Desde las espaldas de Rosemary apareció Enigma pronunciando rarezas sin sentido. Por el tono que ella utiliza, asume que le ordena distancia. Estando Rosemary lejos, aterrada; ella obliga a Antanas a morder una tira de cuero, como un cinturón. Enigma empina un frasco con medicina por el lado izquierdo de la boca de Antanas y controla los espasmos subsecuentes con una mano firme sobre el pecho de él.

Enigma ni siquiera trata de explicarle a Rosemary la función del elixir secreto. Puede predecir que morirá en poco tiempo si no hace algo con rapidez; así que opta por acercar, cuanto es posible, la cabeza Antanas al fuego de la chimenea. No es el mismo fuego, evidentemente, pero el calor exterior le ayudará a estabilizar el propio calor interior que le resta. Puede que en una semana el fuego de su persona se regenere por sí solo, pero hasta ese instante necesitaría de fuertes cuidados y solo ella se los podría otorgar. Enigma se cuestiona si debiese dejarlo morir.

Rosemary llora. No sabe qué pasará y tiene miedo. Observarlo así le recuerda a cuando ella solía enfermarse. Toda su familia son entes desasosegadores y sus rostros se le dibujan opacos. A veces los tiene enfrente y reconoce cada pequeño detalle de sus personas, pero al segundo los bloquea la amnesia y ya no recuerda nada.

Enigma conoce un movimiento secreto que mataría al chico, solo necesita cerrarle la garganta con su mano y desorientar su control respiratorio ejerciendo presión cerca del lateral izquierdo. Por la enfermedad ya ni siquiera sabría cómo respirar y se ahogaría por sí solo. Si Rosemary solo observara hacia otra parte de la tienda, Enigma podría hacerlo. Todas las almas tienen dificultades para respirar en algunos momentos de su existencia en El Limbo de las Almas: cuando se sienten moribundos, a punto de desaparecer.

Cuando Rosemary, horrorizada por el estado de su amigo, decide perder la mirada en la piel del lobo feroz, Enigma quita la mano del pecho de Antanas, haciendo que este se sacuda en desesperación, y la eleva hasta su garganta. De pronto, el cielo se ilumina con un resplandor azul blanquecino. Nebulosa ha roto su letargo y se levanta encima de la mesa del recibidor. Rosemary está muerta de miedo.

La chica de pelo blanco y ojos celestes alza la voz y esta resuena por todo el espacio. Enigma ha vuelto a controlar a Antanas, temiendo que su despertar sea una especie de reprimenda.




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