La Villa de la Desesperación

Episodio 6

Con atención, Rosemary vierte el veneno mortal en la copa de Máximo. La madera cruje a sus pies y cada movimiento la aterra. Cree que hay ojos hasta en los árboles. El sudor frío recorre su frente y su nuca. Retira la mano temblorosa apenas el veneno se ha terminado, toma una cuchara de la mesita continua y menea el contenido de la copa, que ya va rozando sus límites. Después arroja lejos el frasco del veneno, hacia el abismo oscuro.

El tiempo susurra a sus espaldas, así que intenta retirarse tan pronto como puede. En su huida se le atraviesa una horda de esclavos que van saliendo de La Casa del Vértigo. Intenta actuar disimulada; baja las manos sobre su regazo y sonríe sin magnificencia. Apenas todos los servidores se forman junto a la puerta, habiendo ocultado la mirada de Rosemary deprisa, salen los amos Máximo y Gėlė Delyras. Cuando Rosemary se pregunta dónde está Valor, justo sucede. Máximo y Gėlė, de igual modo, se retiran a los costados, como si fueran unos sirvientes más. La presencia que se avecina es imponente, se percibe hasta en la oscuridad, se percibe hasta sin saber que está aquí. El sonido de las pisadas de Valor precede a su llegada. Es un hombre alto y robusto, de cabello blanco como el de Máximo y moreno como el lodo, al que ha de pisar durante todas sus infinitas misiones. Valor es un hombre muy importante, Rosemary no necesita que nadie se lo diga. Está en el aire del lugar cuando él también está ahí.

Valor la busca con la mirada. Rosemary, detrás de los esclavos, tiene miedo de que la culpa sea tan visible como ella siente que lo es. Él, con su infinita altura, logra encontrarla.

—¡Rosemary! Dispensa mi demora —. El hombre gigante, con severa gravedad en sus "erres", camina hacia ella y toma sus manos entre las suyas, agitándolas con devoción. Valor aparenta ser tan magnánime como un rey y atento como un esclavo—. Una joven como tú no debería de esperar a nadie. Haznos la entrega de tu compañía, por favor, durante nuestra cena en familia. Entiendo que ya habrás conocido a mi hijo Máximo, una joven eminencia de Los Pantanos de la Bruma—. La joven eminencia, detrás de la multitud, se deshace a escándalo contra una sirvienta porque no le puede arreglar el cuello tal como le gusta. Apenas su padre voltea a verlo él empuja a la esclava y planta una sonrisa angelical digna de ser enmarcada en una revista popular—. Meteoro me hizo llegar el recado de que tienes un amigo. Al parecer lo quieres mucho, mas, ha enfermado terriblemente—. De pronto Rosemary se encuentra alerta, como afectada por una noticia imprevista—. Sentémonos y discutamos los términos de este contrato, ¿sí? Porque tengo una misión demasiado importante para ti, y es algo que te interesará tanto como a ese muchacho.

—N-no..., lo conozco bien. Es la única persona con la que he hablado de buena manera; no lo sé, creo que solo es alguien normal..., y ya... —. Traga pesadamente saliva.

—Cuidado, Rosemary, no mientas—. Valor sonríe y la encamina, con su mano sobre su espalda, hasta la mesa de madera tallada y cuatro sillas aledañas. Gėlė Delyras se sienta junto a Máximo para arreglarle con delicadeza el cuello de la camisa bajo su saco. Él mantiene su rostro serio y malhumorado bajo el matorral de cabello blanco que le cubre toda la frente. Rosemary y Valor pasan junto a ellos para ir a las sillas que golpean la barandilla y presentan ese Vértigo que el mismo nombre del lugar profesa.

—Eres la única que lo sabe hacer bien —susurra Máximo hacia su madre, imposiblemente succionada y de cabello fangoso. Ella le responde con una leve, tierna y debilitada sonrisa.

Rosemary se sienta frente a Máximo y a la izquierda de Valor, quien se sentó delante de su esposa. El matrimonio casi no se comunica; no obstante, está clara la afición que ambos tienen hacia su hijo Máximo.

De inmediato, ocurre un desfile de siluetas detrás de la madre y su hijo, trayendo y acarreando cubiertos, comidas y bebidas. Se va formando un banquete ante Rosemary con rapidez tormentosa. La reunión está debajo del resplandor de dos lámparas brillantes que cuelgan como amargos suicidios desde los tejados. Su luz es cálida y amena, aunque de lo sumo fuerte. Las mamparas de la izquierda resguardan casi toda la iluminación. El nerviosismo de Rosemary se presenta ahora como picor; siente comezón en la cabeza, en los brazos, en la espalda. El aire está tan denso que no puede ni siquiera respirar con tranquilidad. Empieza a sudar como una cascada.

—Espero que te guste el pollo, Rosemary, ¡Máximo lo adora! Aún más con mayonesa y salsa de tomate —revela Valor con ánimo. Máximo pone los ojos en blanco cuando no lo está viendo su padre. Rosemary se pregunta dónde estarán las copas de vino, desea no haberse equivocado y haber envenenado a quien no necesitaba. Rosemary se recuerda que lo está haciendo por sí misma y por la libertad de ese esclavo que, indirectamente, sería sinónimo de su propia libertad. Obedeciendo a Valor solo se vería conducida a participar de modo pasivo en todo lo que él, Nebulosa, Meteoro y Enigma necesiten. Rosemary solo quiere ser normal otra vez, no quiere ser una muñeca maleable para siempre. Pero parece que es lo que todo el mundo quiere de ella que sea.

Rosemary se encoje de hombros respondiendo a Valor y, apenas le dan un silencio, alza la voz.

—¿Por qué yo? —cuestiona con mesura, pero determinada a ser escuchada— Si es posible saber, ¿qué hay en mí de especial?

Valor se ríe por lo bajo; Gėlė observa a Rosemary con detenimiento, afilando sus grandes ojos cafés; Máximo aleja lo más posible la mayonesa, así no aparenta ser fácil de leer; Rosemary se hace pequeña en su asiento, pensando compulsivamente en las copas de vino.



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En el texto hay: crimen, asesinato, madurez

Editado: 26.07.2025

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