Alana me invitó a un concierto. Dice que eso es lo que hacen los adolescentes. Supongo que está bien, aunque no conozco a la banda que se presenta. Son una agrupación rock. Vilius, Linas y Lukas querían presentar su performance también en el escenario, pero su audición fue un total fracaso. Linas se vio muy enojado, Vilius culpó a Linas, Lukas quería desaparecer del mundo; fue una vergüenza. Estuvieron descoordinados, el sonido estaba mal, los lyrics daban pena. Los escuché cuando hablaron de ello junto a todos sus amigos en la sala comedor. Las paredes de esta nueva casa son de papel.
Mi habitación parece un clóset que se vio en la travesía de un tornado. Desconozco qué conjunto habría de usar, no tengo nada que no sea tan casual como para un concierto de rock ni tan vagabundo como para una cita con una chica.
—Cita de amigos —aclaro para mí mismo—, con Alana. ¿Por qué me preocupo tanto?...
Sigo sopesando opciones. Toda mi ropa es negra, pero tengo un suéter marrón oscuro. Bastante acertado. Mis tenis son tan viejos como la talla 41.5 de mi pie. No he crecido una pulgada desde que cumplí dieciséis años, y eso fue hace 50 días: el 13 de febrero. Fue un buen cumpleaños, supongo. Estábamos todos y mamá no se había vuelto loca; no me ignoraba completamente. Me compró un pastel en secreto y Rose le arruinó la sorpresa cuando le preguntó, enfrente de mí, cuál era el motivo de la celebración. Papá tampoco lo recordaba y llegó tarde del trabajo. Sin embargo, tuve a las chicas conmigo. Lástima que, de ahí a ahora, las he terminado alejando a todas.
Ayer mismo, durante la escena de Linas y Vilius acerca de quién arruinó la presentación, Aleksas y Laura tuvieron un percance al no poder decidirse en cuál lado deberían de ponerse. Fue una excusa. Llevan teniendo problemas desde que Laura no tiene tiempo para respirar y, en un arrebato de estupidez que hasta yo le recriminaría, le aseguró a Aleksas que no estudiaría en Londres porque tiene que quedarse a cuidar de su madre y de mí. Aleksas sueña con estudiar la universidad en el extranjero. Seguro piensa que no lo quiere lo suficiente, o lo que sea, pero no me importa. Lo único que deseo es que Laura no pause su vida por mí, o en parte por mí.
Saulė, con su infinito temperamento, calentó las cosas y se puso del lado de Laura y Linas, traicionando, como es costumbre, a su hermano. Lukas la siguió automáticamente. Janina, la mejor amiga de Laura, pero también una buena compañera de Aleksas, no quiso pelear y se marchó. Del lado de Vilius solo estuvo Aleksas, y aquello lo enfureció. Su hermana, Saulė, prefirió apoyar a cualquier otra persona irrelevante con tal de estar en contra de él. El rubio salió haciendo ruido y Aleksas le siguió los pasos, solo recalcando su reticencia hacia Laura. La pelirroja, Linas y Lukas, que venían en el auto de Vilius, salieron detrás de ellos con rapidez y preocupación. Laura, amargada, empezó a lloriquear en la soledad y el silencio. Tal vez sin saber que yo la escuchaba.
Nuestra madre tiene un título en escabullirse y robar comida cuando nadie la observa. Laura piensa que depende de ella, cuando no es así. Es algo que nadie jamás podrá hacerle entender. Mi madre jamás podría consolarla como yo pude haberlo hecho, pero... supongo que mi ego y tontería fueron preponderantes. Ahora me lo recrimino un poco.
—Qué guapo vas —asegura desde la mesa del comedor, con un té de hierbas delante, apenas salgo de mi habitación con mi suéter marrón, mis pantalones grises y mis tenis oscuros. Ella no ha estado bien últimamente, pero siempre intenta recomponer las cosas conmigo. Mi enojo ha ido disminuyendo, así que soy capaz de responderle.
—Cómo digas —suelto mirándola con una leve sonrisa—. Saldré con Gintaras, veremos a The Poison's Hangovers. Es el concierto en el que no aceptaron a Linas y demás.
—Oh —suelta con una risa boba, sacudiendo levemente la cabeza de un lado a otro—. Espero que lo disfrutes. Porque ya puedo decirte quienes no irán.
Intento reír.
—Sí..., por supuesto —. Nos miramos con fijeza, sonriendo, varios segundos más y, finalmente, concluyo—. Bien..., adiós.
—Adiós, Milán. Espero algún día conocer a Gintaras.
—¿Quie...? —. Me sonrojo y retiro la mirada, escondiendo mi tartamudeo— Sí, claro. ¡Cuando menos lo pienses!
Salgo, dejando electricidad por el sendero, y camino hacia el centro de Vilna. La última vez que estuve allí conseguí el número de teléfono y la empatía de Audra, la cual he logrado volver a ver poco ya que siempre suele estar estresada y enojada. Con Audra solamente he intercambiado mensajes cuando me siento muy desesperado. Me contesta resumiendo panfletos de auxilio ante la pérdida, que le llueven apenas sale al pasillo de su departamento. Me invitó a una búsqueda en un bosque del este que ella organizó. Estaba muy estresada porque todos eran unos imbéciles y perezosos que no la ayudaban en nada y a cada minuto querían descansar. Todos sus conocidos eran ancianos, por lo que vi, así que no sé qué esperaba. Yo, por mi parte, no me senté ni un segundo; pero no le dije que ahí no la hallaríamos nunca. La consolé apenas el día se convirtió en noche y todos la abandonaron. Ella maldijo a cada alma en el planeta Tierra y solo la escuché con detenimiento, absorbiendo cada insulto como si mi nombre estuviera en él; de esa forma asimilaría que eso era todo lo que me merecía. La abracé y dejé que me destruyera sin saberlo el cerebro. Aquella fue la última vez que hablamos.
Rūta ha estado muy bien, cada día se abre más conmigo. Sin embargo, seguido me pregunta por su familia y sobre el final de sus vacaciones. No sé cómo, o si debería, decirle que Antanas no volverá. Cuando yo muera, si todo sale bien, le entregaré a Audra su custodia en secreto para que no la arrastren a un orfanato. Tampoco sé cómo me ocuparé de darle la noticia a Audra llegado el momento, pero supongo que ese será asunto futuro.