Rosemary había tenido problemas para dormir desde que no dejaba de pensar en su casa. Le resulta como un misterio maldito. ¿Qué es lo que había ahí? ¿Todavía quedaría algo?
Cuando las hojas de los árboles danzaban bajo el azul impasible de una luna mística, Máximo se iba acercando como un espíritu por los escombros de una historia. Rosemary tenía sueño, pero la mente llena de memorias. ¿Qué fue de lo que dejó ir? La nostalgia la acosaba. Máximo tuvo un percance con una ardilla, mientras Rosemary pensaba que se trataba de algún animal ruidoso. Siguió tumbada entre la arboleda, donde su lecho se convertía, de poco en poco, en una tumba.
Cuando Rosemary ve caer la piedra vigía, en su letargo y despiste, tropieza con la idea de que es un recorte de la luna azul. Se maravilla entre la oscuridad y la luz de una joyería apasionante. Rosemary escucha pasos acercarse, como repiqueteos a través de una ventana, y se pone alerta. Hay una sombra; pero antes de que Rosemary se pueda preparar para escapar, esta se agacha y el resplandor azulado le ilumina una parte del rostro. Máximo y Rosemary mantienen contacto visual, por primera vez en quince tormentosos días.
—No, no. Tú no —murmura Rosemary, a medida que se intenta distanciar de él, arrastrándose por entre la arboleda. Máximo permanece en estado de parálisis, pero logra formular palabras.
—Te encontré...
—¿Qué quieren de mí? ¡Les dije que no les ayudaría! Ya no me busquen, no se malgasten..., he tomado mi decisión.
Máximo cierra los ojos con fuerza y suspira toda su alma. Aprieta los puños y se encuentra a sí mismo temblando. El movimiento de su cuello indica que traga la poca saliva que hay en su boca. Con su mocasín de cuero limpia las pequeñas piedras del suelo verde y café oscuro; después, precavido y lento, golpea las rodillas contra el suelo. Rosemary enarca una ceja. Él pega las palmas de sus manos abiertas e inclina la cabeza hacia ella, como si fuera una santa digna de su devoción.
Su corazón palpita con fuerza y su garganta se restringe, sin dejar pasar las palabras de plegaria hacia quien intentó asesinarlo. Con su infinito orgullo se aferra al borde de sus mangas y suspira.
—He atravesado kilómetros para llegar hasta ti, ¡solo acompañado por una estúpida piedra! Realmente, ni siquiera pensaba que me llevase a algún lado, pero no tenía opción. Mis zapatos se iban a romper si seguía corriendo con fe ciega. Estoy cansado, es como si tuviera clavos enterrados en las plantas de mis pies. Y es que... —. Su voz se quiebra. Una película de lágrimas comienza a capturar su mirada— te necesitamos, ¡por tanto, me necesitan a mí para alcanzarte! Usualmente sería mi padre quien hiciera el trabajo pesado, pero... —. Carraspea, jadea y se recompone. Rosemary lo estudia con detenimiento—. No puedo amenazarte, no puedo controlarte, ya lo sé; pero podría negociarte algo, lo que sea. Los Pantanos de la Bruma te necesitan y están a tu completa disposición.
Rosemary esconde una risa escéptica, entre un poco de soberbia, y responde:
—¿Es en serio?, ¿ese estúpido pantano? —jadea, incrédula— Por cierto, Máximo, ¿tuviste que limpiar el suelo antes de arrodillarte para rogar por tu vida? ¿De verdad?
—Se robaron mi mochila con mi ropa, eso desde el primer día que te buscaba. Si se rasgan mis pantalones, quedaré rasgado para siempre. Pero, si quisieras verme humillado, los rasgaría.
—No admiro la idea —. Pone los ojos en blanco—, es muy poco dolorosa—. La mirada de Máximo se oscurece y sus brazos, debilitados, caen hacia sus costados—. Dime, Máximo, ¿qué fue de Valor? Dijiste que él podría encontrarme; sin embargo, estás tú aquí.
—Poco después de que te marchaste...
—Me hicieron marchar—interrumpe Rosemary—, causándome casi la muerte. Sin olvidar que, por eso mismo, perdí a mi único amigo—. Su voz se reduce a cenizas, como recuerdos que apagaron sus llamas.
—Tú también estuviste por matarme. No creas que lo he olvidado. De no ser por las capacidades curanderas de mi madre, yo habría muerto.
—Ni siquiera fui yo la que te quería matar. Fui víctima de uno de tus esclavos, que me mintió diciéndome que, si no te mataba, él no me ayudaría a escapar y que ustedes me convertirían en su esclava, como todos esos pobres atormentados.
—Rosemary, esto no es La Paz Eterna, aquí las almas están purgándose.
—¿Y quién te crees tú para ser el que las cure?, ¿quién se cree Valor, Nebulosa, Meteoro y todos los demás?
—No sabes, Rosemary..., no reconoces que nosotros somos los buenos.
Roza el aire los brazos de los árboles que agitan sus hojas como si fueran luces colgando en una fiesta de navidad, vacía y decrépita, como los inicios de enero. El rumor que atraviesa los bosques a esta hora suena como una risa demoníaca. Las estrellas parpadean desde lo más alto y la luna azul se mueve sin ganas a través del espacio.
—Por supuesto, son unas criaturas maravillosas...
—No, Rose, es en serio. Ellos son almas inestables que necesitan ser dominadas, para que no se salgan de control; de no ser así, El Limbo de las Almas caería en caos y anarquía. Por eso mi padre les amenaza, ¡pero no hay otra opción! Si supieras lo que sucedería si nuestro poder se desvaneciera en la luna azul, te darías cuenta de que les estás haciendo más daño que nosotros.