La Villana del Cuento

CAPÍTULO 3

Me desperté de un profundo sueño el cuál fue interrumpido por una voz la cuál no entendía. Mis ojos estaban escasamente abiertos por la luz que entraba por el enorme ventanal, a pesar de eso pude distinguir la figura de un hombre que se movía de un sitio a otro por toda la habitación, hasta que se percató de que estaba despierta aunque seguía recostada en la cama sin mover algún músculo.  El hombre se empezó a acercar poco a poco a mi, a medida de que se iba acercando me pude percatar de que era un chico no mayor de 19 años,  de ojos grises con una mirada profunda y cabello negro. Un chico el cuál haría suspirar a cualquier mujer tan solo de ver sus ojos.

Mi respiración se volvió agitada, mi pecho subía y bajaba nada más y nada menos porque ese chico estaba a menos de 5cm de mi rostro. Podía sentir su aliento con olor a menta chocar contra el mío. Sus manos estaban puestas a cada lado de mi cuerpo. En un segundo la escena había cambiado por completo, está vez era yo la que estaba encima de el agarrando sus brazos en forma de cruz sobre su cuello para inmovilizarlo. Mi largo cabello negro caía a un costado de mi rostro tapando nuestras caras desde la perspectiva de alguien que había entrado a la habitación, mi padre.

— ¡Leonardo que demonios pasa aquí y porque Rubí está así ! – rápidamente solté mi agarre de sus brazos y me incorpore al otro lado de la cama.

— Papá....

— Señor Bruce como me pidió vine a esperar a que su hija se despertara pero con todo respeto, ésta chica está loca.

— Bien, hija este es Leonardo Lenox, Leonardo ella es Rubí, mi hija y a la que tienes que proteger con tu vida si es necesario. Rubí, te esperamos en media hora en la sala de reuniones. – Dicho esto, salió de la habitación cerrando la puerta detrás de el y dejándome sola con Leonardo.

— De acuerdo esto de ser niñera no me gusta, pero es un favor para tu padre – suspiró como restándole importancia y añadió– en esos cajones hay ropa para tí, date una ducha y te espero aquí.

— Un segundo, Leonardo, primero que nada ¿dónde estamos?, ¿ por qué mi padre te pidió que me cuidaras si el sabe que me puedo defender yo misma? y ¿que hacías encima de mí?

— A ver pequeña obstinada; primero,  estamos en la AGENCIA RUBÍ ; segundo, eso te lo explicará el dentro de media hora y tercero, lo que hacía– hizo un gesto como si pensara en una respuesta y añadió– no te importa – seguido de sus palabras se dirigió a los cajones donde se supone que estaría la ropa, del primer cajón sacó una bata blanca de esas que dan en los hoteles para después del baño y me la entregó– en el baño está todo lo que nesecitas, te espero aquí.

Iba a decirle unas cuantas palabras, en su mayoría serían groserías pero no me dió tiempo, cuando me di cuenta ya me había empujado hasta el cuarto de baño y cerrado la puerta en mis narices por lo que respiré profundo en un intento de no tirar la puerta abajo y estamparle mi mano en su perfecto rostro.

Rubí cálmate, toma la ducha y ve a averiguar qué está pasando

Le hice caso a mi voz interior y tome una refrescante ducha, me lave mi larga melena y me coloque la bata de baño. Salí del cuarto de baño esperando encontrar la habitación vacía pero no, el estaba ahí todavía, mirando por el gran ventanal con una pequeña sonrisa de lado que lo hacía ver jodidamente perfecto.
A un lado de la cama había un jean de color negro con una chamarra de cuero y una botas del mismo color, no me quejo porque mi color favorito es el negro y supongo que mi padre no se ha olvidado de eso.

— Hey tu, acaso no piensas salir de la habitación

— No, para que saldría – dejó de mirar por la ventana y se volteo a verme a mi con sus ojos grises.

— No me pienso vestir en frente de ti, estúpido.

— No pienso mirarte – me miró de arriba a abajo – no tienes nada de interesante.

En ese momento mis sentidos se bloqueron por la furia y se me ocurrió la brillante idea de:

—¿ A no? – esas palabras salieron de mi boca en un tono pícaro. Empecé a deslizar la bata de baño por mis hombros hasta la mitad de mi pecho con una sonrisa de medio lado llena de malicia. Me detuve antes de revelar mis senos ante el chico el chico que me miraba con lujuria. – ¿Por qué me miras así? No que no tenía nada interesante.

— N-no para nada tienes algo que me llame la atención– me iba acercando poco a poco a él.

— Entonces ¿eres gay ?– seguía acercándome lentamente a el.

— No, para nada pero es que ..... – ya estaba enfrente de el, me llevaba al menos una cabeza y media de alto pero aún así no pudo esconder sus nervios.

— Bueno como eres hombre – lo fui arrastrado poco a poco a la puerta y la abrí con mucho cuidado – ¡se un caballero y dejame sóla! – lo empuje fuera de la habitación y cerré la puerta en sus narices como el había hecho anteriormente pero está vez yo la cerré con llave para que no pudiera entrar.

— ¡ Escúchame pequeña, me las pagarás, seré tu sombra y aunque tenga que protegerte de todo y de todos nadie te podrá proteger de mí!– grito desde el pasillo y ví por debajo de la puerta que se había sentado recostado a la pared del pasillo que está frente a la habitación.

Me vestí y maquillé, sí, había maquillaje. Era como si el cuarto estuviera preparado especialmente para mi. Todo ha pasado muy rápido, van unos hombres armados a casa y nos secuestran, después nos suben en un helicóptero  y nos traen a otro país, aparece mi padre y le ordena a Leonardo que me proteja. Que más puede pasar, que unos sicarios de la mafia italiana nos quieran asesinar.

******

— ! Que ! – gritamos los tres al unisono Alessandro, Kira y yo.

— Efectivamente, estamos en Italia, en Florencia para ser exactos y esos hombres que los secuestraron son sicarios y peones de Adriano Di Marco, uno de los mayores mafiosos de Italia – hablo mi padre que mantenía una postura serena.

— ¿Y que es eso de la AGENCIA RUBÍ ?– hablo está vez mi hermano.




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