Cómo bien le dije al chico de ojos grises lo esperaría a las nueve frente a la casa, lo que no sabe es que yo voy a conducir está vez y no un auto. Hoy en la mañana muy temprano me llegó lo que había pedido la semana pasada. Una moto Yamaha R1 de color negra con detalles en rojo. Es el regalo de cumpleaños de mi padre aunque falten cinco días.
Leonardo venía bajando las escaleras de la entrada de la casa mirando su celular sin darse cuenta de lo que le esperaba unos cuantos escalones más abajo.
— Que chulada – silbo mirando la moto – ¿ de quién es?
— Es mí regalo de cumpleaños y la que nos llevará en busca de tu traje.
— Bien toma el casco y vamos.
— No no no, la que va a conducir soy yo, chico de ojos grises – me coloque el casco y subí.
— ¿ Sabes cómo manejar está belleza?
— Y mejor que tú, así que sube.
Poco confiado se subió y se colocó el caso. Yo aceleré disfrutando del viento chocar con mi cuerpo, la adrenalina que me recorría por las venas. Hacía años no tenía la oportunidad de montar en una y se sentía tan bien. En menos de vente minutos llegamos a la enorme tienda de alta costura, cada pieza de ropa parecía estar bañada en oro por los elevados precios pero sin duda valían la pena. Eran hermosos los conjuntos, los elegantes vestidos y los trajes. Mientras que hablaba con la encargada de guiarnos Leonardo tuvo que atender una llamada así que me encargué de indicarle a la mujer que estábamos buscando para el guapo chico.
— Rubí, la llamada era de tu padre, el avión tiene unas horas de retraso por lo tanto la reunión ahora será en un restaurante a las ocho de la noche. Y tenemos que asistir todos lo más elegantes posibles. – habló Leonardo aprovechando de que la chica había ido a buscar algunos trajes para el.
— Entonces yo también necesitaré algo especial para esta noche. Y no solo nosotros, también mi hermano y Kira.
— Sí.
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— ¿Que te parece éste? – habló el chico saliendo del probador con un elegante smoking negro sin corbata.
Le lucía espectacular, ajustado en las partes adecuadas resaltando su figura. Llevaba uno de los botones de la camisa sin abrochar que le daba un aire de chico malo que combinaba perfectamente con su cabello negro sin peinar. Si ser jodidamente perfecto es un delito, a el con ese traje le podían dar cadena perpetua. Ya podía sentir los colores subir por mi rostro.
— Te.... te queda muy bien – solo conseguí decir.
— A que estoy guapísimo – sonrío con un aire de picardía.
— Tú no, el traje si está perfecto. Nos lo llevamos. – conseguí hablar con cordura – Bien señorita nos lo llevamos, envíelo a esta dirección junto con las otras prendas que le he dicho anteriormente – le dí una tarjeta con la dirección donde debía enviarlo. Cuando Leonardo se estaba probando los trajes yo aproveché en buscar la ropa para Alessandro y Kira. Para mí había elegido también un hermoso vestido que veremos a la hora de la cena.
KIRA
El restaurante era hermoso, del techo colgaban hermosas lámparas doradas con cristales preciosos que colgaban de unas cadenas que daban la ilusión de ser de oro. La decoración era preciosa y se notaba lo mucho que costaba, sin dudas eso era obra de un gran y talentoso diseñador. Nos esperan en la zona VIP que se encontraba bajando unas escaleras. Tomé del brazo a Alessandro y nos dispusimos a bajar por la escalera primero que Rubí y Leonardo. Se sentía como la mágica escena del Titanic, mi vestido verde color esmeralda con la espalda descubierta y un abierto dejando ver una de mis piernas hasta por encima de la rodilla, me quedaba como anillo al dedo, me sentía súper hermosa como Rose bajando las escaleras a diferencia que mi Jack estaba a mi lado con un smoking negro ceñido al cuerpo resaltando su figura. Sus ojos verdes titilaban por las luces y su cabello castaño oscuro peinado perfectamente a diferencia de un mechón en particular que caía a un lado de su frente.
Llegamos hasta el último escalón donde se encontraba Damián, también estaba tan elegante y atractivo como de costumbre, su cabello negro con reflejos blancos y sus hermosos ojos de diferente color, sus labios tenían un tono rojizo que combinaba perfectamente con su ojo de color rojo, su corbata y su copa de vino que sostenía en una de sus manos. Me recordaba a un vampiro con esa combinación entre negro y rojo. Había un grupo más de chicos guapos de nuestra edad con copas de vino, parecían ser los hijos de los demás invitados. Todos habían pasado sus ojos en nosotros pero se desviaron de inmediato con la bajada de la joya de esta noche, Rubí, que lucía un hermoso vestido negro con abierto hasta encima de la mitad de su muslo y ceñido al cuerpo que resaltaba sus curvas, su larga melena negra caía en ondas sobre su espalda.
Nos sentíamos como las reinas del evento, uno que otro chico no me dejaba de mirarme, incluso me sorprendió encontrarme con los ojos de Alessandro posados en mí con sus mejillas algo rojas. Enseguida las mías tomaron un color rosado y mi corazón se aceleró. Pero Alessandro no era el único que se detuvo a contemplar envelezadamente a alguien. Leonardo no dejaba de mirar ensimismado a Rubí, la recorría desde la punta de sus tacones negros hasta su último mechón de cabello.
Le di un pequeño golpe con el codo a Alessandro y al chico vampiro para que mirarán la escena que estaba a punto de pasar. Unos chicos se estaban acercando a Rubí que estaba en la finísima barra pidiendo un copa de vino. Los chicos entre más se acercaban Leonardo caminaba hacía Rubí. En el momento en que los chicos estuvieron en frente de ella y a punto de decirle algo se quedaron con la boca entre abierta sin decir nada. Leonardo había pasado su mano por al rededor de la cintura de Rubí atrayendola completamente hasta su orilla.
— ¿Se les perdió algo caballeros? – le dijo Leonardo a los chicos los cuáles negaron con la cabeza y se alejaron. Rubí alzó la cabeza para encontrarse con los ojos grises del chico que mantenía su mano en la cintura de ella y una cara de pocos amigos.