La Villana del Cuento

CAPÍTULO 12

KIRA

Después de que estube más calmada y ordené las ideas me ofrecí ayudar a Damián a hacer el conteo de las armas. Nos rodeaba un silencio espeso y las palabras de Damián daban vuelta en mi cabeza.

Prometo que en mi próxima vida llegaré mucho antes a la tuya.

Tenía que pensar en otra cosa.

— Chico vampiro me da curiosidad el ¿ Por qué uno de tus ojos es diferente, rojo ?

Damián me miro y sonrió.

— La heterocromía es la condición anatómica que hace que los iris de los ojos de algunos seres humanos o animales sean de colores diferentes entre sí pero yo no los tengo así por esa condición, la noche en la que mataron a la madre de Rubí y al padre de Leonardo yo estaba escondido en el almacén. Era muy pequeño y solo pude esconderme y escuchar los disparos de lejos. Un hombre  de Adriano entró al almacén y aunque intente correr el hombre me acorraló y al darse cuenta de quién era hijo intento deshacerse de mi de una forma bastante cruel y lúgubre. Intentó bañarme en ácido pero mi padre apareció y disparó directo a su cabeza, el envase que contenía el peligroso líquido calló al suelo y estalló haciendo que el ácido salpicara en varias direcciones. – Yo lo miraba atenta y zurumbática. Damián se quitó la chamarra de cuero que llevaba y procedió a quitarse la camiseta blanca. Mis ojos no pudieron contenerse y detallaron su torso desnudo. Su abdomen reflejaba las horas de gimnasio, parecía una tableta de chocolate blanco. Que pecado no poder tocarlo. Mi vista lo recorrió hasta su pecho dónde tenía una marca de quemadura. Era del tamaño de mi mano, parecía que un pintor derramó pintura sobre un lienzo. En pocas palabras, Damián era una obra de arte  de Vicent van Gogh o Leonardo da Vinci. – Mi ojo de color rojo y está cicatriz en el pecho es la prueba de esa noche. Mi padre me llevó a los mejores doctores del país y del extranjero y pude recuperar mi visión por completo, fueron tantas veces las que visité el quirófano que le tengo un miedo ignoto. – Aunque escuchaba sus palabras y las comprendía mis ojos color miel no dejaban de apreciar al dios griego que tenía en frente. De verdad que este chico tiene que ser hijo de Afrodita. – Kira ¿ Quieres una foto o un autógrafo?

— No es necesario – reímos a la par. – Que crueles pueden ser las personas, ese hombre quería verte retorcer del dolor hasta tu muerte.

El chico se encogió de hombros y procedió a ponerse de nuevo su camiseta y la chamarra de cuero negro y seguimos con el conteo.

RUBÍ

Estaba entrenando en el gimnasio de la casa, tenía que mantenerme en forma. Está noche no me apetece salir pero no quiero quedarme sola en la casa.

O no será porque no quieres dejar solo a Leonardo con Lucia.

Cállate.
 

***

— Es fabuloso – comentó Kira aunque sus ojos parecían hinchados y rojizos como si hubiera llorado.

La verdad que el lugar estaba hermoso. Las luces de colores adornaban la pista de baile mientras que otras iluminaban la barra de bebidas. Las lucen blancas iluminaban las copas que colgaban del techo de la barra y se complementaba perfectamente con el dorado de fuera de la barra y las sillas que la rodeaban a todo lo largo. En el otro extremo se contempla una tarima preciosa de color blanco. Los barman se paseaban por todo el lugar, principalmente en las mesas que estaban en un lateral. El lugar era enorme y el ambiente era contagioso y muy entretenido a pesar que era de gente con mucha estampa, la música retumbaba mus oídos pero hacían bailar a todas mis neuronas. Lucia pidió o mejor dicho, gritó que nos acercamos a la tarima. Damián fue a la barra junto con Kira a reservar una mesa y a pedir algo de beber mientras Lucia bailaba entre Alessandro y Leonardo, parecían disfrutar de repartirse la carne.

De un momento a otro se apagaron las luces y la música. Empezó a sonar una canción bastante movida, según yo de reguetón. Todo quedó oscuro menos la barra y en la tarima. Habían tres bailarines. Los chicos eran sumamente atractivos, eran como una droga, principalmente el del medio. Sus marcados abdomenes brillaban con la luz por la ausencia de camisetas. Llevaban unos vaqueros ajustados que marcaban cierta masculinidad de su cuerpo. En el centro del escenario había una silla. El  chino de en medio tomo un micrófono, la música termino y preguntó:

— ¿ Que bella dama quisiera acompañarnos en este día tan especial de la semana? – montones de chicas aplaudieron y gritaron. – Tú, diosa hermosa ¿ Nos acompañas hoy? – Se dirigió a mí y la atención junto con una luz se centró en mi. Leonardo me tomó de la mano y hizo un gesto de desaprobación. Su expresión era seria.

Hora de la venganza.

Caminé y subí hasta el escenario. El chico me susurro si quería que no hiciera algo a lo que respondí que no me besara. Asintió y la música volvió a sonar. Que empiece la diversión. 

El chico bailaba junto con sus dos compañeros detrás de la silla donde yo me senté. El chico se fue acercando y empezó a bailar y a moverse sensualmente en frente de mí. Sus movimientos eras completamente eróticos al igual que los demás chicos, sin embargo el resaltaba. Chicas lanzaban fajos de billetes junto con gritos. Lo estaba disfrutando sin dudas al igual que la cara de los chicos que miraban desde abajo. Damián me guiñaba un ojo y hacía señas con las manos mientras que Aless y Leo estaban cruzados de brazos. El show acabó y baje del escenario. Pedí un cóctel con alcohol a uno de los barman y enseguida lo trajo. La música siguió sonando y todos empezaron a bailar menos Aless y Leo que seguían observandome de brazos cruzados.

— En este establecimiento solo pasa esto una vez a la semana y justo hoy decidimos venir. – habló Aless.

Leo intentó hablar pero puse mi dedo índice en sus labios y aunque soy capaz de matar por esos ojos grises está noche va a sufrir. Me tomé dos copas y cuando el alcohol me hizo entrar en calor fuí hasta la pista de baile. Aunque me sentía mareada mi cuerpo se movía al compás de la música, movimientos de cadera, piernas y brazos. En momentos me volví el centro de atención, normalmente me gusta pasar desapercibida y lo logro fácilmente con ropa ancha y sudaderas, unas botas trenzadas y una coleta desordenada pero esa noche no fué así. El chico de antes, el stripper se acercó a mi y empezó a bailar a mi compás.




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