La virgen embarazada

Cosas de mujeres

 

Capítulo 1

 

 

—Oh, rayos —murmuré viendo mi ropa interior teñida de un rojo vibrante. Mil cosas pasaron por mi cabeza, pero sin duda la peor de todas, era terror de que todos fueran a hablar de mí, acababa de huir al baño de chicas debido a ese incidente, puesto que me encontraba en mi respectiva práctica de voleibol. Para mi mala suerte, el equipo era mixto, por lo tanto, uno de mis compañeros fue quien notó aquella línea de sangre corriendo por mi pierna derecha. 

 

Corrí sin pensarlo dos veces, temía que algo se hubiera roto dentro de mí por algún golpe causado al balón de práctica, sin embargo, ahí me encontraba viendo mis bragas totalmente cubiertas por ese líquido, como si freddy krueger y Jason se hubieran unido dentro de mis pantis, obviamente yo tenía conocimiento de lo que ocurría tampoco era estúpida, por el hecho de que eso tuvo que ocurrirme algunos años atrás, pero según mi madre, era normal que una chica de 18 aún no tuviera la regla. No obstante, ese día llegó y me sentía totalmente extraña, seguido de esa punzada en mi vientre que se hacía más fuerte con los segundos transcurridos.

 

《 Tranquila, Berenice, debes respirar》

 

Quise calmarme, para no pensar en el dolor, sin embargo, esa punzada se intensificó obligándome a caer sentada en el piso del baño, me abracé acurrucándome en posición fetal, mientras encomendada mi vida, definitivamente iba a morir.

 

—Bere, ¿Estás bien? —dijo la voz de Clara, del otro lado de la puerta —. Escuché que tuviste un pequeño incidente —completó y torcí los ojos.

 

—Qué rápido corren los chismes aquí — espeté y nuevamente esa punzada me apuñaló —Ay, ¡Rayos! Esto duele —me quejé intentando respirar.

 

—Awww, mi amiga ya es una mujer —festejó la idiota de Clara.

 

—Cierra la boca, de saber que esto dolía así de horrible, preferiría ser hombre —confesé al borde de las lágrimas.

 

—Tranquila, solo abre la puerta y te ayudaré, traje algunas cosas que vas a necesitar —aseguró y estiré mi mano quitando el seguro para que pudiera entrar, ella pasó y me observó en el piso como si analizara la situación, sonrió y saco un pequeño bolso cuadrado abriendo el cierre revisando su interior, luego visualice unos paquetitos que pude identificar como tampones y seguido de eso unas toallitas húmedas, me las extendió y las tomé con dificultad, porque el dolor no me dejaba moverme. 

 

—¿Qué hago con esto? —interrogué y enarcó una ceja.

 

—Pues ponértelo amiga, no andarás por toda la escuela como si fueras Carrie —justificó dando un punto razonable.

 

Clara podía ser tan directa a veces que llegaba a odiarla, pero no sabría qué hacer sin ella, siendo mi mejor y única amiga la cual conocía todos mis secretos, ambas manteníamos una relación estrecha, casi como hermanas, debido a que nos conocíamos cuando las dos éramos un par de mocosas. Ella siempre estaba ahí para mí cuando la necesitaba y apreciaba esa lealtad de su parte, nosotras manteníamos un lazo especial, que no podía romperse tan fácilmente. 

 

Luego de cambiarme de ropa, tomarme una pastilla y estar metida debajo de mis sabanas, empecé a pensar en todas aquellas conversaciones que tuve con Clara, nosotras a menudo hablamos de mi extraña condición porque normalmente las chicas de mi edad ya habían pasado por eso y a pesar de que yo era bastante formada para mi edad, lo cual se debía a mi padre… Bueno, eso decía mi mamá, porque siendo honesta nunca lo conocí, debido a que murió cuando yo aún estaba en la panza de mi progenitora. Mamá siempre hablaba de mi gran parecido a él, como el cabello castaño con ondas sutiles y lo agraciada que yo era al tener ojos grises y piel blanca como una porcelana. 

 

No podía negarlo, mi apariencia tenía flechados a unos cuantos, además de que mi cuerpo, a pesar de no haber llegado a la pubertad, el hecho de practicar un deporte tan completo como el voleibol y ser la capitana de ese equipo, me mantenía en forma resaltando aquellos atributos que heredé de mi padre y madre como mis piernas largas y esbeltas, una cintura de avispa, trasero redondo firme y senos formados uniéndose todo eso me hacían ver mayor para mi edad.

 

Todos y cada uno de esos pensamientos se mezclaron, recordándome que ya no era una niña, como dijo mi madre, esa etapa había pasado y la actual era una nueva, y es que llegar a la pubertad se trataba de una responsabilidad, donde debía cuidar más aún mi cuerpo.

Yo conocía ese bicho que picaba a todas las chicas y chicos de mi edad, porque fui espectadora con mi amiga Clara, ella vio la regla tres años antes que yo y cuando cumplió 17 se puso insoportable con los chicos, estuve a punto de arrancarle las orejas cuando me di cuenta de que ya tenía novio. 

Luego terminó con él y se metió con otro chico, temí que eso mismo me pasara y yo fuera una loca la cual se besuqueaba con todos los muchachos de la escuela. 

 

El dolor en mi vientre me hizo recapacitar prometiéndome a mí misma, que no llegaría a eso y tampoco iban a dejarme dominar por las hormonas por muy locas que se pusieran. 

 

La puerta de mi habitación rechinó y levanté la mirada notando que se trataba de Diamond, mi hermanito menor de 5 años. Después de que papá muriera y al cumplir los 7 años de edad, mamá conoció a Emiliano, quien parecía ser un buen sujeto, y aunque no lo veía como un papá, nos la llevábamos bien. 

 

Luego de casarse, mi madre quedó embarazada cuando yo cumplí los 10 años, desde ese momento ese pequeño se convirtió en mi más grande amor, tanto él como yo nos amábamos profundamente, ese niño era el más dulce de todos y yo siendo su hermana mayor, desarrollé ese instinto protector hacia él. 

 

—Bede —exclamó feliz de verme en casa, se lanzó a la cama para querer jugar, sin embargo, no estaba de ánimos ni siquiera para moverme, ese estúpido dolor de vientre me mantenía inmóvil porque cualquier movimiento en falso generaba una punzada que me retorcía por dentro.




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