La virreina

Capítulo 15. El deseo de la princesa

Al despertar, la princesa Margarita descubrió que estaba en un hospital. Se miró el cuerpo y comprobó que le pusieron vendajes en las muñecas y los tobillos, debido a las marcas que le dejaron las sogas con las que la ataron. También llevaba banditas en las áreas de los cortes y tenía un suero conectado al antebrazo.
Un pequeño robot estaba flotando sobre ella, escaneándola de cuerpo entero, mientras decía:
— La paciente recuperó la conciencia. Sus signos vitales son estables. Cuenta con una leve deshidratación y conmoción cerebral. No hay signos de infecciones o enfermedades venéreas.
Cuando el robot se fue, la princesa vio a su fiel dama de honor durmiendo en una silla. En eso, entró al consultorio una enfermera, quien le dijo:
— No se ha separado de usted en toda la noche, alteza. En verdad es una gran amiga.
La princesa asumió con la cabeza, recordándola vagamente en ese inhóspito lugar. Sus recuerdos sobre su cautiverio se tornaron borrosos con cada segundo que pasaba, lo cual agradecía porque no quería rememorar esa pesadilla.
Así es que giró la cabeza en dirección a la enfermera y le dijo:
— Dame un dispositivo. Necesito comunicarme con la reina.
En minutos, uno de sus fieles escoltas entró y le entregó el dispositivo. La princesa, pese a su estado, todavía estaba dispuesta a cumplir con la misión que le encomendaron y, por eso, daría su primer informe. Pero, también, quería charlar con su madre para hacerla ver que estaba bien, que ya la rescataron y, pronto, regresarían a casa.
Una vez que ingresó el código numérico, vio el rostro proyectado de la reina quien, apenas reconoció a su hija menor, rebosó de lágrimas y le dijo:
— ¡Margarita! ¿Eres tú? ¿Estás bien?
— Sí, madre. Estoy bien – respondió la princesa, quien se contuvo de llorar – los enemigos de la corona fueron sometidos, pero no estoy segura de si dieron con la líder porque acabo de despertarme.
— La condesa Aramí ya me puso al tanto de la situación – dijo la reina, quien dejó de llorar pero mantuvo su preocupación en el rostro – todo fue perpetrado por la señora Rosana, la hermana de la virreina Ludovica.
— ¿Qué? – Margarita casi soltó el dispositivo debido a la sorpresa - ¡Pero si la señora Rosana siempre fue leal a la corona!
— La condesa Aramí sospecha que fue forzada por la virreina a hacerlo y, así, hacerse control de la península con apoyo de los independentistas.
— ¡Es tan confuso todo! – dijo la princesa - ¿Cómo que independentistas? ¿Qué está pasando? ¿Son ellos los que planearon todo esto?
— Lo mejor será que descanses, hija – le dijo su madre, esta vez, con tono conciliador – has pasado por una situación traumatizante que nadie previó. En lo personal, no creo que la virreina sea responsable, pero estoy segura de que es una completa ineficiente por no protegerte como es debido. Así es que la sustituiré por otra y forzaré la seguridad en el virreinato.
— Sí, discutiré con Aramí sobre esto. Pero, antes, debo recuperar a mis primos. Ellos también fueron secuestrados conmigo, pero lograron escapar y están en paradero desconocido.
— Entiendo, hija. Si fuera por mí, te pediría que regresaras al Gran Reino para darte un tratamiento médico y psicológico, pero sé bien que no te irás sin tus primos. De cualquier modo, cuando logren reunirse, se regresan aquí de inmediato. Deja que yo me encargue del resto.
— Como usted ordene, madre.
Apenas terminó la comunicación, la condesa Aramí despertó y, al ver a la princesa despierta, se incorporó y le dijo:
— ¡Alteza! ¡Oh, cuanto lo siento! Planeaba mantenerme despierta hasta que volvieras en sí, pero…
— De seguro no pudiste dormir todo este tiempo. ¿Verdad? – le dijo la princesa, con una sonrisa cálida – soy yo quien debo disculparme por haberte preocupado tanto y forzado a usar los pocos recursos que te quedaban para recuperarme.
La condesa, sin poder resistirlo más, corrió hacia ella y dejó que la abrazara, mientras derramaba sus lágrimas sobre sus hombros.
— ¡Ay, Margarita! ¡Si tan solo me hubiera quedado contigo en el auto, podría estar a tu lado durante ese tormento!
— Te habrían matado, junto con el escolta – el rostro de Margarita se ensombreció, al recordar aquella emboscada – fue mejor así, ya que te dio tiempo de detectar los puntos flacos de la ciudad y localizarme más rápido. ¿Verdad? Pero no es tiempo de lamentarnos sobre el pasado, sino de enfocarnos en nuestros primos. Ellos lograron escapar y estarán perdidos en algún lugar del virreinato.
— Sí, sobre eso…
La condesa Aramí se secó las lágrimas y le contó todo lo que había sucedido, desde el secuestro hasta el rescate. La princesa Margarita la escuchó con atención, sintiendo que su corazón se le estrujaba con cada minuto que pasaba.
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— Su excelencia, la princesa Margarita ya recuperó la conciencia y se comunicó con la reina.
— Gracias por el informe, muchacho.
Cuando el guardia de turno se retiró, Ludovica sintió una fría calma ante la situación. En el fondo, le alegraba que la princesa estuviera a salvo, pero también sabía que eso significaba que sus días como virreina estaban contados.
Mientras reflexionaba sobre la situación, Adriano ingresó a su oficina, hizo su saludo militar de rutina y le informó:
— Su excelencia, los cabecillas están siendo sometidos a interrogatorio y nos han revelado varias ubicaciones. Pero ellos se niegan a hablar sobre la señora Rosana y los planes que tiene para con el virreinato. ¿Los torturo?
— No servirá de nada – le respondió Ludovica, dando un suspiro – estoy segura de que ni ellos saben lo que planea mi hermana. Esa mujer siempre ha sido bastante precavida, por eso tardé tanto en descubrir sus actividades delictivas en su periodo de gobernadora. Bueno, no importa. Ahora centrémonos en hallar a la señorita Ruth. ¿Sabes algo de ella?
— Le han perdido el rastro – respondió Adriano, mostrándose decepcionado – ella y los infantes fueron vistos por última vez en la Plaza Principal. Sospecho que ella recibió apoyo de sus camaradas para salir de la ciudad; se rumorea de que los independentistas tienen su base en un pueblo vecino, pero no se comprobó nada.
— Entonces reúne a tus hombres para hallar el escondite – dijo Ludovica – ya la princesa está a salvo y no se moverá de aquí hasta recuperarse. Así es que centrémonos en los infantes y en la señorita Ruth.
— Sí, señora. Así se hará.
Mientras Adriano procedía a retirarse a cumplir su misión, Ludovica se levantó de su escritorio, se acercó a él y le dijo:
— Iré contigo.
Adriano la miró, sorprendido, y le dijo:
— ¿Estás segura? ¿Y quién tomará el control en tu ausencia?
— Dejaré que la princesa y la condesa se hagan cargo – al ver que Adriano ponía mala cara, Ludovica aclaró – quiero que ellas crean que me resigné a mi situación, pero no será por mucho tiempo.
— Entiendo – dijo Adriano quien, en el fondo, le alegraba saber que estaría junto a Ludovica – en ese caso, mis hombres y yo estaremos a tu cuidado.
Una vez que terminaron de conversar, salieron de la oficina con un mejor estado de ánimo.




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