La visita

Historia corta

Era sábado por la noche y por primera vez en sus 14 años de vida, Carla se había quedado una noche sola en casa. Sus padres estaban de vacaciones y su hermano mayor Rober de 25 años estaba de acampada y volvería al día siguiente a primera hora, así que esta noche pensaba disfrutarla a tope, sin padres y sin hermano que le dijeran lo que podía o no podía hacer.

Hacía media hora que se había ido Rober y Carla estaba bailando como loca por toda la casa. Cuando pasaba junto a la puerta de la calle, oyó un ruido que le llamó la atención. Era como si alguien estuviera introduciendo la llave en la cerradura. Ante el temor de que su hermano hubiese vuelto y la pillase en ropa interior, rápidamente pasó el pestillo para impedir que se abriera la puerta.

Su madre era un poco paranoica y además de dos cerraduras, la puerta tenía un pestillo interior.

Rober intentó abrir la puerta y ésta no abrió por culpa del pestillo.

—Espera Rober, ahora te abro —dijo Carla.

Se puso una bata encima y se dirigió a la puerta para abrirla, aunque antes, sin saber porque, quizás por instinto echó un vistazo por la mirilla. No había nadie.

—¿Rober? —dijo irritada—. No tiene gracia, no te escondas.

Nadie contestó. Asustada no se atrevió a abrir la puerta, ¿era Rober el que había intentado entrar? Realmente no lo sabía. Cogió las llaves y volvió a cerrar las cerraduras ya que estaban abiertas.

—Piiiiiiiiiii, piiiiiiiiiiiiii, el sonido del teléfono hizo que diera un salto del susto.

—¿Diga? —No se oyó nada al otro lado.

—Rober, me estás asustando, no tiene una gota de gracia.

¡Click! El sonido del teléfono al cortarse y en la puerta las cerraduras se abrieron, alguien hizo el intento de abrir la puerta pero el pestillo interior le volvió a impedir hacerlo.

¡Pum! ¡Pum! La puerta se movía por el esfuerzo  de abrirla de quien estaba al  otro lado.

Carla estaba parada en mitad del pasillo, con el teléfono aún en la mano.

Estaba aterrorizada.

—¿Quién es? —preguntó  con voz temblorosa, comprendiendo que no era su hermano el que estaba al otro lado de la puerta.

—Caaarlaa —susurró una voz a través de la puerta—. ¡Ábreme Carla!

—¿Raúl? —preguntó Carla con voz temblorosa y la cara surcada de lágrimas.

Raúl era un amigo de su hermano al que Carla siempre había encontrado muy desagradable, siempre estaba mirándola fijamente sin decir nada.

—¡Qué quieres Raúl¡ Mi hermano va a llegar en seguida.

—¡Carla! ¡Carla! ¡Qué mentirosilla! —dijo con una voz cruel—. Ambos sabemos que Rober no vuelve hasta mañana. Sé buena y ábreme la puerta.

—¡ABRE LA MALDITA PUERTA,  ZORRA! —chillaba a la vez que los golpes se hacían cada vez más fuertes.

Carla se tapó los oídos con las manos temblando y sin parar de llorar. Estaba aterrorizada. De pronto los golpes se detuvieron y pasados unos segundos, volvieron a intentar abrir  la puerta y oyó la voz de su hermano.

—¡Carla! No puedo abrir ¿Has echado el pestillo?

Carla echó a correr hacia la puerta, miró por la mirilla y efectivamente ahí estaba su hermano. Abrió la puerta y se abrazó a él llorando.

—¿Qué ocurre Carla? ¿Por qué lloras?

A Carla no le salían las palabras, temblaba sin poder parar, hasta que no estuvo un poco calmada no fue capaz de decir.

—Tu amigo Raúl —dijo con voz estrangulada—. No sé cómo se hizo con las llaves de casa e intentó entrar, gracias a que tenía el pestillo no pudo, pero estuvo gritando que le abriera y golpeando la puerta, temí que fuera  a tirarla abajo y lograra entrar.

Rober la miró con extrañeza y le dijo —Carla, ¿estás bien? ¿No estarías soñando? —Antes de que su hermana pudiera replicar Rober continuó diciendo—. El motivo por el que volví de la acampada es porque nos dijeron que Raúl se mató esta tarde en un accidente de tráfico, no pudo venir a casa Carla. Está muerto.

Carla no se podía creer lo que estaba oyendo, hubiera jurado que era la voz de Raúl la que había oído, pero también era cierto que en ningún momento le había visto.



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En el texto hay: espritus, sobrenatural

Editado: 10.02.2019

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