28. La diosa de las diosas
—Es una ánfora que se entregaba a los ganadores de competencias deportivas y ecuestres en los Juegos Panatenaicos. ¿No ha oído hablar de ellos? Yo soy deportista, así que sé bastante del tema, me interesa, ¿sabe? —se animó Semen—. Panateneas era el nombre de una festividad en honor a la diosa Atenea, una de las más solemnes en la Antigua Grecia. Y a los ganadores se les entregaban ánforas panatenaicas. Pero usted, señorita Fro, hoy parece una verdadera diosa. ¡Es imposible apartar la vista! Y… eh… usted también, señora —se apresuró a añadir, al darse cuenta de que, al halagarme a mí, había dejado fuera a la otra anfitriona del evento—. Eh… usted es como una diosa… una diosa...
Y en ese momento la imaginación del entrenador le falló. No logró encontrar, así, de inmediato, con qué diosa comparar a mi abuela Olisava. Se sonrojó un poco, pero enseguida se repuso.
—¡La diosa de las diosas, en pocas palabras! —concluyó Semen algo torpemente.
—¡Oh! ¿Oyeron eso? —mi abuela se volvió hacia sus amigas, quienes por supuesto habían escuchado nuestra conversación.
Aun siendo un cumplido dudoso, ella se alegró, porque se alegraba de todo lo bueno, amable y positivo en la vida. Así era su carácter...
—¡Soy una diosa! —se arregló su corto peinado azul, miró al hombre a través de sus grandes gafas redondas y elegantes, y dijo—: Gracias, Semen. Aquí en la fiesta hemos decidido llamarnos todos por nuestros nombres. Yo soy, como ya sabe, Olisava. Hmm... ¡La diosa Olisava! ¡Suena precioso! —le guiñó un ojo—. ¡Nada de formalidades absurdas! Le invito a la mesa del bufé, disfrute de la música, conozca a mis amigas Gabriela y Yevheniia —mi abuela señaló a las mujeres en los sillones, que contemplaban con gusto el físico musculoso del entrenador personal—. En breve llegarán los demás invitados y esto se pondrá muy animado. ¡Pero no me olvido de nuestras clases! —le señaló con el dedo—. Así que luego me acercaré a usted y me enseñará de una vez por todas cómo se hace bien el puente. ¡Siempre me arqueo como si me faltara fuerza!
Con esa última frase, mi abuela probablemente dejó al pobre entrenador fuera de combate, porque se quedó con la boca abierta, sorprendido.
Claro, debe de parecer raro que alguien de ochenta años haga el puente y se pare de cabeza. Pero esa no es mi abuela. Ella hace todo al revés de lo que dictan los estereotipos.
Aunque mi ánimo se ensombreció un poco porque Semen me llamó Frosia. ¡Dos veces! Pero no iba a corregirlo delante de todos. Tendría que hablar con él después y pedirle que no me llame así. ¡Detesto mi nombre completo!
Aunque el regalo del entrenador me gustó. Original. Vamos, díganme sinceramente, ¿conocen a muchos hombres cuyo pasatiempo favorito sea la alfarería? ¡Eso pensé! Y además, sobre esos Pana… Pene… bueno, sobre esos juegos en honor a Atenea, sabía mucho. Así que no era tan… hmm… simplón y mujeriego como me pareció al principio. Sí, se parece a Ken, el prometido de Barbie, pero solo por fuera. Y la apariencia, como sabemos, muchas veces engaña…