32. Lizochka
—Gracias —respondí amablemente—. Compraremos productos cosméticos o terapéuticos para el cuidado de la piel y los donaremos… eh… a los residentes de una casa de retiro…
Si a Havrysh no le gustó mi respuesta, al menos no lo demostró. Se limitó a guardar silencio y volvió a hablar con la señora Gabi. Y lo que me sorprendía era lo poco que prestaba atención a Lizochka.
La abuela lanzaba de vez en cuando miradas desaprobadoras hacia Lizochka, que estaba al lado de Havrysh, sosteniendo su bolso y observando la mansión mientras se mecía al ritmo de la música.
A mí me intrigaba por qué Havrysh había traído a su amante a esta fiesta. Se suponía que sería un evento claramente de negocios… ¿Acaso quiso provocar celos en mí llegando con una mujer? No lo parecía.
Después de conversar un poco más, la señora Gabi se ofreció a acompañar a la nueva pareja, Havrysh y Lizochka, hacia las mesas del buffet.
—¿Y para qué la trajo, a esa su noviecita? —la abuela Olisava miró a Lizochka con desprecio—. Me parece que no hay nada que hacer con él. ¡Oleh Pavliuk es nuestra mejor opción! —me guiñó un ojo mientras buscaba con la mirada a su favorito. Justo en ese momento él escribía algo en una libreta cerca de las mesas, escuchando a Mykityvna. ¿Será que de verdad está anotando recetas?
—Abuela, él ni siquiera sabe que… eh… que es uno de los pretendientes… —intenté defender a Havrysh.
—Claro que no, Fro —replicó la abuela—. Pero vino con su amante, aunque tú eres una mujer joven y atractiva. ¡Eso no se hace! Está claro que no le interesas.
—¡Obviamente no le intereso! —reí—. Apenas nos hemos visto media hora. Además, vino a una fiesta benéfica, técnicamente con pensionistas. ¡Trajo a Lizochka para no aburrirse!
—¡Los pensionistas también somos personas! —protestó indignada la abuela—. ¡Incluso más humanos que algunas fi-fís! ¡Y con nosotros se pasa bien! —frunció el ceño y se acomodó su extravagante peinado azul—. ¡Le voy a enseñar yo lo que son los pensionistas! —miró con desaprobación la espalda de Havrysh, que seguía conversando con la señora Gabi.
—¡Pero lo dije sin pensar! —me asusté, porque si la abuela interpretaba a su manera, pobre banquero Havrysh, iba a lamentar haber nacido. —Fue solo una suposición. Quizá esa Lizochka le insistió en acompañarlo, tal vez no quería quedarse sola en casa…
—Igual es un engreído —dictó la abuela Olisava su veredicto—. Hay que bajarlo un poco de su nube. En la telenovela Besos y regalos, Vanessa Gres le dio tal lección a su arrogante jefe Ricardo que… ¡uf! Era insoportable, y ella…
—¡Abuela! ¡No hay que darle lecciones a nadie! Que la fiesta siga su curso, busquemos lo positivo. Havrysh vino, y eso es bueno. Ahora el representante del notario podrá anotar que él estuvo presente. Por cierto, ¿por qué aún no ha llegado ese representante? ¿Aparecerá al final? Havrysh es solo un invitado. Mejor disfrutemos de la velada…
La abuela Olisava apretó los labios, pero vi en su mirada que ya estaba maquinando algo.
—¡Fro, eres demasiado suave y buena! —sacudió la cabeza y me abrazó—. Pero mira bien a esa Lizochka… ¡Por Dios, de dónde la sacó? Es una tontita.
—Es linda, joven y con buen cuerpo… A los hombres les gustan así.
—¡Ajá! ¡Con buen busto y buen trasero! —rió la abuela—. ¡Pero nosotras vamos a ganarnos a todos con encanto y carisma!