La viuda y el psicólogo

Capítulo ocho

CAPÍTULO 8

 

AMELIA

 

Salió prácticamente corriendo de esa casa, sintiéndose totalmente humillada. André había decidido pensar que se besaran había sido un error. Ella jamás hubiera dado ese paso de no haber estado segura que luego no se arrepentiría y pensó que él era así, confiable y seguro de lo que hacía. Ella estaba de acuerdo en que hacía poco que se conocían, pero también estaba claro que ambos empezaban a sentirse con la necesidad de pasar cada día más tiempo juntos y buscaban excusas para charlar de cualquier cosa. El tiempo, el trabajo, que ella le recordara un mandado, se acercaba a la playa a tomar mate o traía un chocolate gigante que comían los tres juntos. Tal vez, ella había dado una señal de que quería algo más y solo era una simple amistad. 

Amelia daba vueltas en la casa nerviosa acomodando ropa en la valija y poniendo a lavar todo lo necesario antes de partir. Mientras pensaba: <<André se había excusado con que yo me iría, ¿tal vez eso le impedía avanzar más? No, no, seguramente fue una excusa porque después dijo que era viuda y tenía un hijo y lo de mis suegros, bueno, antiguos suegros.>> Sus lágrimas mojaban su rostro y ella trataba de analizar sus sentimientos, <<¿tal vez había sido ilusión? Ilusión de sentirse amada y respetada nuevamente por alguien como André. Pero ¿en qué estaba pensando? seguramente él tenía cierto estándar de mujeres con cierta clase social en la cuál ella, claramente, no estaba. O tal vez la incomodidad de que Yancy y Wilmar eran sus empleados y ellos habían sido sus suegros. O tal vez no sintió nada>>. sus lágrimas seguían brotando y mojaban la ropa limpia. En eso llega Tiziano que jugaba en la puerta de la casa con sus juguetes: un camión, una grúa y unos personajes de Avenger que eran sus operarios.

— Ya está Ma, recién terminé de jugar y voy a guardar todos mis juguetes en la caja que me dijiste así no me los olvido —decía el niño ignorante a lo que le pasaba a su madre mientras ella secaba sus lágrimas disimuladamente. — Creo que es una buena idea hijo, estoy orgullosa de vos. me encanta cómo cuidas tus cosas.

— Gracias Mamá —Ella lo abrazó fuerte y lo soltó no quería que la viera llorar.

— Creo que voy a cocinar.

— Si mamá, tengo mucha hambre.

— Te parece si pones tu ropa en el bolso azul, no tiene que estar ordenada, solo dejá afuera del bolso las 3 mudas de ropa que dejé en la silla, creo que con eso vamos a andar bien — El niño obedeció y su madre fue a cocinar.

   Ella no comió nada, estaba triste y al verla así el niño vio conveniente invitarla a bailar, vió que su hijo salía en busca de André pero, no quería gritarle que no vaya a buscarlo, seguramente su grito pasaría al llanto y se había prometido ser fuerte. Bailó con él muy incómoda sus manos transpiraban y ella pensaba en lo bien que olía él y ella olería a milanesas con papas fritas.   Cuando se fue André se fue a bañar, se cambió y Tiziano hizo lo mismo.

— Creo que es un buen momento para que salgamos a pasear, a recorrer la ciudad. ¿Vamos? 

— Si claro, creo que soy como vos en eso mami, amo caminar. ¿A papá le gustaba caminar? —dijo Tiziano mientras iban de camino por el centro de la ciudad.

— A tu papá le encantaba correr, caminar no tanto, también le gustaba andar en moto, jugar a la play. Pero lo que más le gustaba era hacerte cosquillas, muchas cosquillas 

— ¡Ya basta Mami que me haces dar vergüenza delante de la gente! —dijo ruborizado y mirando hacia todos lados.

— Está bien, pero te aseguro que como adultos no hay nada más lindo que ver a un niño  reír y ser feliz, y creo que para completar esa felicidad  nos merecemos un gran helado.

— Siiii para mí de chocolate y frutilla.

    Luego de un hermoso paseo por el centro de la ciudad se hizo tarde y decidieron cenar en un lugar de comida rápida. Volvieron a casa. En el camino conversaron sobre su estancia en esa pequeña ciudad costera, Amelia pensó que para su salud emocional lo mejor era irse. tiziano mencionó cuánto iba a extrañar la escuelita de fútbol. Acordaron sin decirle nada a nadie que seguirán yendo ahí. Sobre todo ella no quería que supiera André, no quería cruzarlo salvo que sea estrictamente necesario. 

   Esa noche, tratando de dormir, la cabeza le daba mil vueltas <<¿porque simplemente no puedo asumir que él actuó por impulso? ¿Por qué no puedo o no quiero aceptar la derrota? ¡Tengo que dejar de pensar en él! En sus ojos, su sonrisa, la forma en que me miraba, su dulzura cuando le explicaba una receta o hablábamos de todo un poco ¡Ay Dios!>> Salió de la casa e inevitablemente miró a su casa. La silueta de él frente a la ventana, hizo que volviera abruptamente adentro. <<que no me haya visto, que no me haya visto>> pensaba alocadamente. Pero él obviamente la había visto. Su teléfono tiene un mensaje y sabe exactamente quién es.

— ¿No podés dormir?

— Obviamente no, mañana nos vamos y tengo mucho que pensar.

— Mañana… ¿no era pasado? — aunque no pudieran revelarlo ambos tenían un nudo en el estómago. El pensó que seguramente era porque se adelantó un día, ella porque estaba ansiosa por alejarse de allí.

— Mañana temprano llegan ellos y nosotros nos vamos

— Imaginé que iban a pasar el día en familia




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