La Voluntad de la Estrella Hermética (libro 1: La sala 9)

Episodio 2: Escenas Undécima y Duodécima.

 

ESCENA UNDÉCIMA

Pueblo de Herbia, Cabo semilla, Nodo Herradura, Sector Lúdica       

Pueblo de Herbia, Cabo semilla, Nodo Herradura, Sector Lúdica.

SANDOZ y FINNEGAN discuten con el Reciano encargado de la tienda de manualidades. En HERBIA hay como media docena, no en vano es la meca de la artesanía y la música.

El Reciano joven de cabellos azulados y metro treinta se mueve entre los aperos de la tienda con cuidado, para que el volumen de su anatomía no le haga tropezarse con nada. Tiene la tinta, el grafito y los pliegos que FINNEGAN necesita, pero le ha dado ahora por regatear. SANDOZ no hace más que azuzar a FINNEGAN para que acepte el precio, para acabar cuanto antes y poder ir a buscar las piezas que necesita a la ferretería, pero FINNEGAN se resiste a dar su brazo a torcer.

SIÓN se encuentra a la puerta de la tienda, escuchando el tira y afloja monetario de ambos RECIANOS mientras observaba la localidad. HERBIA es una localidad de apenas 30 viviendas, todas ellas de roca pulida con ribetes esculpidos al antiguo estilo que reinaba en el Nodo durante la época Patria. Toda ellas labradas con herramientas láser de neón.

La aldea está engalanada con espacios geométricos dedicados a suntuosos jardines, aunque al final la vegetación se abre paso por las grietas y fisuras entre los motivos de las aceras y calzadas. La flora propia de páramos y campiñas que circundaba el pueblo transmite paz y recogimiento. Los puestos flotantes de frutas, verduras, semillas y aperos se extienden por las calzadas y la plaza hexagonal que hace las veces de centro de reunión de los vecinos. Concretamente, los puestecillos alimentarios parecen tener genero escaso y la cara de sus vendedores no luce placentera. Todos acaban de sufrir los efectos del Diezmo, el pago en especies de parte de su producción al gobierno central para su "reparto equitativo". Los que no producen alimentos y consumibles, han tenido que pagar su tasa correspondiente, a mayores de los impuestos anuales.

Al fondo de la plaza el Doctor Azalea gesticula y menea las caderas con un vaivén rítmico, haciendo reír a la señora que lleva el puesto de brotes, semillas y frutos. SIÓN está seguro de que ha sacado un buen precio por las semillas y brotes comprados, y de que la señora le ha regalado algo de fruta gratis.

El pueblo exuda paz, pero también escasez y malcontento. El Orbe le habla en su cabeza.

 

ORBE

Bzzzzzz...azzsbzzzz.

 

SIÓN

Dentro de poco.

 

ORBE

BZZZZZZ.

 

SIÓN

Lo se...

(mira hacia dentro)

Ahora.

 

SANDOZ y FINNEGAN no están mirando en su dirección, hay pocas posibilidades de que lo hagan, exactamente en ese momento AZALEA estará en el otro extremo de la plaza buscando saquitos de abono, tampoco le vería. Cruza la plaza con paso tranquilo y baja por el camino estrecho de pavimento irregular. Llega a la zona que antecede a las extensiones agrícolas, donde paran los deslizadores para transportar los cultivos.

Por el día de hoy el trabajo en los campos ha terminado. Pero no para una persona. El hombre humano empuja un carro magnético lleno de mazorcas de Algarrota y Rábanos picudos. Su piel es piel de agricultor morena y curtida, sus cabellos son rojizos y los ojos verdes, va vestido con un mono de trabajo y una camiseta de franela por encima. Bajo la camiseta se discierne una placa plástica con luz intermitente, justo en la base de la columna.

Suda y se le nota agotado. Pero no tiene intención de parar de trabajar. No puede. Es un Incautado.

SIÓN se acerca tranquilamente, el hombre asoma la cabeza y le sostiene la mirada, pero no deja de avanzar.

 

SIÓN

¿Te queda mucho?

 

HOMBRE

(sorprendido y enfadado ante la pregunta)

Sí me queda mucho.

 

SIÓN

Tengo que preguntarte algo.




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