La vorágine de Charlotte

Capítulo 3

Los gritos que llegaron a mis oídos me hicieron abrir los ojos. Pensaba que estaba teniendo otra pesadilla, y ojalá hubiera sido así. Mi mirada se detuvo impávida, viendo al manager en el piso, sangrando y con su rostro volteado hacia mí.

—¡Esa mujer, ella tuvo esa idea, yo solo... la ayudé... debe creerme, señor Fave, soy inocente... nunca quise extorsionarlo... nunca...!

Mi corazón se detuvo en ese momento y más cuando comienzo a darme cuenta en qué lugar estoy. Parece un galpón lleno de cajas y barriles. El suelo está impregnado de tierra y paja mojada con un fuerte aroma a pescado. Es pegajoso y además también huele a hierro. El tejado de metal es tan alto que incluso me pareció ver volar las aves ante los gritos del manager.

Tengo mis manos atadas a mi espalda, y mis piernas amarradas y acalambradas. No puedo pararme porque atada de esta forma no hay como pueda hacerlo, y en esta situación de vulnerabilidad mis latidos se agitan de forma desesperada. El ácido de mi estómago se derrama en mis entrañas y me entra un miedo a morir que no había sentido nunca antes.

—Ya veo —dijo el hombre que parece ser el jefe del grupo de matones.

No sé si estoy equivocada, pero estoy segura de haber escuchado al manager decir “Señor Fave” y aquel individuo al girar su rostro hacia mí pude comprobarlo. Alejandro Fave con expresión seria y fría me contempló desde la distancia dándose cuenta de que ya estoy despierta.

—Tráiganla acá —ordenó y de inmediato me agarraron del brazo con poca delicadeza, arrastrándome frente a él, para tirarme al piso, cayendo de cabeza justo al lado del manager.

Alejandro Fave nos contempló en silencio, luego hizo sonar los dedos de sus manos antes de apretar sus nudillos. La situación es peor de lo que hubiera imaginado, el rostro del manager está tan golpeado y machucado que está casi irreconocible, ha perdido varias piezas dentales y su nariz está rota. Uno de sus párpados está tan hinchado que su ojo no se logra ver, el labio roto y sangrando y el resto de su rostro no está mejor que eso.

—No importa quién de ustedes dos planeó esto, ambos participaron de su intento de fraude —habló con frialdad —. ¿Creen que es un juego intentar extorsionarme? No saben con quién se han metido. Mi forma de deshacerse de molestos insectos como ustedes es cortarlos en pedazos, a sangre fría, y meter cada parte de su cuerpo en distintas cajas que tiramos al mar. Cortaremos sus manos y sus piernas, hasta la lengua, haremos que sus rostros luzcan irreconocibles.

—¡Señor Fave! Soy inocente, esa mujer me obligó y... —la cruel patada que le dio al nivel de la barbilla lo hizo callar al morderse la lengua, la sangre brotó sin control.

Yo solo lo miré aterrada, nunca pensé que mi vida acabaría de esa forma, menos en manos de un bastardo millonario y malo como este. Alejandro Fave es un matón, un peligroso mafioso. No es justo, he vivido toda mi vida preocupada por el dinero, trabajando de un lado a otro, teniendo una familia que no me quiere y un novio infiel ¿Por qué debo morir de esta forma?

—¡¿Por qué?! —grité llorando haciendo que girarán sus rostros hacia mí —. ¡No es justo, no quiero morir!

No puedo detener mi llanto desconsolado ni el tonto hipo que siempre me da al llorar.

—¡No quiero... hip...! ¡No quiero morir...!, ¡hip! ¡No quiero... hip! —mis lágrimas caen por todo mi rostro, incluso no puedo contener ni los mocos, esto es tan injusto e infame que por lo menos debo tener el derecho de llorar como quiero sin importar si no luzco atractiva y mi imagen sea patética.

Pero no me esperaba que Alejandro Fave, contra todo pronóstico, se echará a reír a carcajadas. No solo me sorprendió a mí, sino también a todos sus hombres, al parecer no es usual esa reacción en un hombre aparentemente tan serio como ese.

—Te pareces... a mi cerdito —dijo sin dejar de reírse.

La situación es rara, sí, estoy a punto de ser descuartizada y despedirme de mi vida, y mi presunto asesino se comienza a reír porque lloro como un cerdo.

Se acercó tomándome de la barbilla.

—Bien, Charlotte Lira, hagamos un trato —dijo colocándose serio—, serás mi juguete, la herramienta que necesito, si haces todo lo que te digo como premio te casaras conmigo ¿Te parece? Además, es una forma que pagues por robarte mi honor.

Sorbí los mocos sin entender demasiado ¿Lo dice en serio? Pero casarme con un tipo como este es como aceptar vender tu alma al diablo y condenarte a una eternidad en el infierno. Y pensando fríamente esto escapa de cualquier normalidad ¿Cuándo un tipo que está a punto de mandarte al otro mundo te ofrece casarse contigo?

Lo observé con desconfianza pese a que por el miedo estoy a punto de desmayarme, mi cuerpo tiembla tanto que no puedo controlarlo y más ante esa atenta mirada intimidante que no se despega de mi rostro.

—Elige o aceptas el trato o te hago picadillo —señaló sonriendo con la maldad en su semblante, parece feliz incluso, como si estuviera diciendo algo divertido.

Tensé mi rostro, no es justo ¿Por qué me dan siempre opciones injustas para decidir? Tragué saliva y mi garganta está tan seca que tosí sin poder evitarlo. Luego miré el sucio piso intentando ordenar mis ideas ¿Morir o casarme? Pero ¿Qué es lo que me espera casarme con un loco asesino como ese? ¿Una vida de torturas? Aunque tendría posibilidades de poder huir y sobrevivir en el momento en que se distraiga...

—Si me caso, ¿no me matarás? —mi tono de voz tembló más de lo que quisiera.

Se echó a reír apretándome las mejillas. Y su mirada penetrante me asustó tanto que me quedé inmovilizada, sus ojos de color miel parecen brillar en un tono amarillo como si de repente perdiera la razón.

—Si no me das razones no morirás —respondió.

Me quedé enmudecida, esta situación es peor que los guiones de terror que he recibido para actuar como un zombi o un muerto agonizando. No respondí, aunque esté esperando una respuesta. No pude evitar mirar a mi infame manager y verlo aún respirar pese a sangrar de esa forma. Entrecerré los ojos intentando convencerme de que es una pesadilla y despertaré en la cama, aterrada.




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