La voz

49

Los Elegidos estaban reunidos entre la vegetación, en el lugar donde dejaran las motocicletas. Sus expresiones eran de abatimiento y derrota. Tenían el libro, negro, grande, antiguo, ininteligible. Estaba escrito en un idioma que no era ningún dialecto guatemalteco ni ningún otro idioma extranjero.

―Pero la Bruja lo leía ―adujo Kimberly―. No podía tenerlo solamente como ornamento.

―Y todos sentimos que es el correcto ―añadió Luis―. Cuando tenemos corazonadas así, por lo general es cierto.

―¿No podría ser que la Voz nos manipulara de nuevo? ―inquirió Erick.

Era algo que ya había pensado Cristian. La Voz, Elliam, de nuevo él y esa posibilidad de que otra vez los hubiera manipulado. ¿Podía ser que los guiara con una pista falsa para alejarlos de lo verdaderamente importante?

«No, no. Fue el Otro el que nos condujo hasta acá. Primero en sueños y luego indicándome cuál era el correcto». Se negaba a creer que hubieran tomado algo totalmente inútil.

―Es este ―afirmó, testarudo―. Lo sé. No pudimos equivocarnos.

―Yo también lo creo ―convino Kate―. El problema es que no podemos leerlo. Quizá dentro de la casa hubiera un manual para leerlo.

―Puede ser ―meditó Cristian, nada contento con la posibilidad―. Nos llevaría años descifrarlo.

―Podemos tomarle una foto y subirla a algún foro para ver si alguien sabe qué idioma es ―sugirió Kimberly.

Era una buena opción. Eso, si dispusieran de tiempo. Pero Cristian creía que no. Tenían que descifrar ese libro ya mismo. Tenían que saber qué se proponía Elliam a través de los Cazadores para saber cómo responderle.

Entonces se le ocurrió.

―Ya lo tengo ―dijo, su voz tan fuerte e imprevista que los demás dieron un respingo―. ¿Quién nos trajo hasta aquí? ―Era una pregunta retórica, pero los demás contestaron “el Otro”―, y quiero creer que fue esa misma fuerza la que me guio e hizo que tomara este libro.

―Sí, pero… ¿eso qué?

―Recuerden que en el sueño tuvimos que unir fuerzas para poder vencer a la bruma. ―Los Elegidos asintieron―. También hay que recordar que antes no éramos amigos, excepto Luis y yo. Los demás, a lo mucho nos conocíamos de vista, y sin embargo aquí estamos, unidos como si nos conociéramos de toda la vida. Y todos estamos de acuerdo en que quien nos unió no fue la Voz sino el Otro, la otra fuerza. Creo que Elliam intentó mantenernos alejados, sin llegar a conseguirlo, obviamente.

―¿A qué quieres llegar? ―apresuró Luis―. Que me das dolor de cabeza.

―A que si el Otro nos unió fue para que le ayudáramos a parar a Elliam, pero, sobre todo, para que nos ayudáramos entre nosotros, uniendo nuestras fuerzas o nuestras mentes, como lo de anoche…

―Sí, eso es ―titubeó Kimberly, entendiendo de pronto de lo que hablaba Cris.

Los otros no tardaron en comprender.

―¿Pero cómo lo vamos a hacer? ―preguntó Luis―. Lo de anoche, nadie sabía lo que hacía, solo gritaste y de alguna forma acudimos a tu llamado. Estábamos dormidos y no éramos del todo conscientes de lo que hacíamos. Yo aún no me creo que haya pasado en realidad.

―Pero pasó ―afirmó Cristian―. Y ahora intentaremos replicarlo, unir nuestras fuerzas y mentes en una única tarea.

No sabía lo que se proponía hacer, no obstante, tenía intentarlo.

Se sentaron sobre la hierba con las piernas cruzadas. El negro libro lo pusieron en el centro, con la portada mirando hacia él. Lo que pretendían era que los cinco sumaran su fuerza a la mente de Cristian, con la esperanza de que este lograra descifrar lo que de otro modo solo era un montón de signos sin significado.

Eran las 13:47 cuando se sentaron en círculo en el suelo, entre la vegetación de más allá de la que fuera la casa de la Bruja. A esa hora el sol brillaba alto y soplaba una brisa vivificante. Más allá, los pájaros volaban trinando y cantando. Nada hacía suponer el aspecto desolador que tomaría todo algunas más tarde.

―Tómense de las manos ―indicó Cris.

Al principio se sintió torpe tendiendo sus manos a Kim y a Luis. La joven se ubicaba a su izquierda y su amigo, a la derecha. Al otro lado de Kimberly estaba Erick, y entre este y Luis, Kate. Los dedos torpes de todos buscaron los de sus vecinos, inseguros de lo que hacían. La misma inseguridad y cierto bochorno se reflejaba en los rostros de todos. Erick fruncía el ceño mientras cogía las manos de los demás; Luis agachaba la mirada. Las chicas eran las más sosegadas, por muy poco.

En cuanto las manos de los cinco se entrelazaron y se cogieron con firmeza, toda duda y bochorno desapareció. Los cinco se convencieron al unísono de que ese era el camino. Cristian les sonrió con confianza. El resto le respondió el gesto.

―Ahora cierren los ojos y hagan algo similar a lo que hicieron anoche, procuren enviar su fuerza hacia mí.  

No fue difícil. Si lo intentaran con mil chicos diferentes, mil veces fracasarían. Pero es que ellos no eran chicos cualesquiera. Eran los Elegidos. Y ya fuera que los eligiera Elliam o el Otro, estaban marcados y conectados. Había magia entre ellos. Y como tal, esta floreció a los pocos minutos.




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