Pala adentro, afuera; dentro, fuera; dentro, fuera. Era el ritmo que Cristian había cogido, su mente y sus esfuerzos centrados en la única tarea de cavar, cavar, cavar. Nada más existía en su determinación. Ni Elliam allá afuera, ni el auto de su padre que lo arrolló. Lo único que importaba era cavar. Ni siquiera se había dado cuenta de que tras Elliam había llegado el resto Elegidos.
Cavar. Pala adentro y afuera. Cavar. Pala adentro y afuera. El ritmo era frenético. El sudor ya empapaba su camisa. Se hincó para sacar los trozos más grandes de cemento. Entonces vio dos manos más, cuatro, seis. No alzó la vista, los sentía.
―¡Deprisa! ―Fue todo lo que dijo.
Nadie dijo más. Y el fuerte “¡NO!” que brotó de la garganta de Elliam y que se escuchó un kilómetro a la redonda, llegó a ellos apenas como un eco.
No vieron al auto que pasó volando allá en la calle ni oyeron el ruido que hizo al caer sobre el pavimento; ni los disparos, ni la granada. No vieron al monstruo perfilarse en el portón, ni lo vieron avanzar con pasos torpes hacia la puerta. Lo único que percibieron fue un destello de luz naranja por el rabillo del ojo. Aun así, no se detuvieron.
Solo levantaron la vista cuando un hombre empezó a gemir de dolor a la puerta de la iglesia. Fue cuando vieron los gruesos brazos de Henrich enroscados en torno al vientre de Elliam. Vieron la sonrisa del Antiguo y lo odiaron más por ello.
Entonces hubo una explosión que los obligó a tirarse al suelo. Mientras se agachaba, Cristian vio volar la cabeza de Elliam cuya sonrisa se apagaba a medida que ascendía, revotaba contra el techo y caía al piso.
Cuando se atrevieron a mirar de nuevo, el piso de la iglesia estaba cubierto de mil trozos de Elliam. Aquí y allá se veían otros restos aún cubiertos de lo que había sido un uniforme de policía.
Cristian cogió de nuevo la pala y la enterró con fuerza. Se oyó un ruido distinto y al mirar, vieron una cajita de madera. La liberaron con las manos y la depositaron en el suelo. No tenía candado, lo único que la mantenía cerrada era un broche. Al destaparla dieron con las anclas: aquello que les habían quitado a ellos y la primera articulación de un dedo (de los Cazadores), todo unido por hilos rojos.
―¡Rápido! ―apresuró Kim.
Y tenían porqué darse prisa, pues en la puerta de la iglesia, los restos de Elliam se estaban uniendo a gran velocidad.
Cristian sacó de su bolsillo el frasquito de gasolina que había extraído de su moto y roció con ella las anclas y la caja. Se alejaron un paso. Sacó los cerrillos, encendió uno, esperó a que la llama fuera grande para que no se apagara, y lo lanzó.
Y las anclas ardieron.
La cabeza de Elliam abrió la boca en un grito mudo, y los Elegidos la miraron, temerosos de que aquello no fuera suficiente. Alrededor de la cabeza, los restos que se arrastraban para volver a unirse se quedaron inmóviles, así como el grito en aquella boca que nunca se cerró. El fuego, que no dejó de arder, empezó a consumirlos.
Fue entonces que supieron que todo había terminado. Se miraron, viéndose, pero sin sentirse a través del vínculo hechiceril; fue la confirmación de que Elliam había muerto.
Cris fue el primero en abrir los brazos, y los demás se arrojaron a ellos, temblorosos, asustados, dolidos, pero también aliviados. Lloraron por el fin del Horror de Aguasnieblas y también por su amigo perdido.
Cuando salieron, iban tomados de la mano. Un centenar de armas, metralletas y obuses apuntaban a la entrada de la iglesia. Al mirar que solo eran cuatro chicos, todos soltaron un suspiro que se extendió como una onda.
En el cielo, aquella nube gris y antinatural que permaneciera sobre Aguasnieblas durante dos horas y diecisiete minutos, por fin empezó a diluirse.
Eran las 18:54 del lunes 28 de enero de 2019.
Cristian, quien se había erigido en el líder de los Elegidos sin proponérselo, los miró a todos.
―Se acabó ―dijo―. Se ha ido.
Y así era.
---FIN---
Bueno, no todavía, mañana habrá un epílogo. Y entonces sí quera será FIN. Sin embargo, se podría decir que la historia principal termina aquí. Ha sido larga la espera, capítulo tras capítulo, pero espero la hayáis disfrutado.
No tuvo la difusión que me hubiera gustado, sobre todo porque es terror, supuestamente mi género predilecto. Pero qué se le va a hacer. Ya habrán otras aventuras con las letras.