La Voz

Cada vez más lejos

Pero ya no hubo respuesta. Nuevamente el silencio era su compañía. Después de unos minutos donde la nada se sentía como una enorme y ruidosa orquesta; Raquel volvió a gritar, pero esta vez con más fuerza.

  • NO SÉ QUIÉN ERES, NI ME IMPORTA SABERLO, MENOS ME INTERESAN TUS CONSEJOS. SIGUE TU CAMINO, QUE YO SEGUIRÉ EL MÍO.

Giró su cuerpo 180° y comenzó el regreso al pueblo, con paso lento pero seguro. Mientras recordaba el diálogo entre la soledad y ella.

Sí, la soledad, porque eso era la voz, nada más que la soledad que la invadía.

Pero algo extraño le estaba sucediendo, si bien cada vez estaba más cerca del pueblo, ella lo veía cada vez más lejos. Era como si sus pies no avanzaran, casi podría decir que caminaba hacía atrás.

La desesperación se apoderó de ella. Comenzó a correr, pero cada vez estaba más y más lejos.

El sol comenzaba a caer vertiginosamente sobre el horizonte, mientras la noche tendía su manto. Raquel seguía corriendo cada vez más rápido y el pueblo cada vez más lejos.

Ya no tenía fuerzas y su respiración se entrecortaba; se desplomó.

Cayó sobre la tierra húmeda por el roció; su cuerpo tembloroso, pequeña imagen de un sueño sin amanecer.

Todo era silencio, soledad. Noche oscura de luna nueva, de luciérnagas distantes.

Abrió sus ojos con cierto temor, por un instante pensó que sería preferible mantenerlos cerrados; tal vez era mejor no volverlos a abrir.  Pero nuevamente recordó el diálogo.

Sí, éste era el momento de mirar dentro de ella. Se sentó y vio a lo lejos las luces del pueblo. No podía entender como podía estar tan lejos, si ella caminaba hacia allí antes de perder el conocimiento. Trató de ordenar sus ideas que navegaban en forma vertiginosa por los canales descontrolados de su mente.

Primero, trató de recordar su infancia alegre, feliz; hasta aquella tarde de verano, cuando regresaba a su casa, después de haber salido a dar unas vueltas en bicicleta con su amiga Mabel.

En su casa había mucha gente; su mamá estaba sentada en una silla llorando.

No hizo falta que nadie le dijera nada. Se acercó a su mamá y la abrazó muy fuerte. Raquel sabía que ya nada volvería a ser como hasta ese momento. Que a partir de esa tarde sólo su madre y ella estaban en su mundo.



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En el texto hay: tristeza, tristeza y preguntas sin respuesta

Editado: 30.08.2020

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