La Voz De La La Carta Final

Cap 3

Entre comillas y sombras 🐺

Kael

El olor a hierro y cenizas impregnaba cada rincón del campamento. Desde el primer momento en que cruce la entrada, supe que estaba en territorio enemigo, no necesitaba ver colmillos para reconocerlos: los vampiros apestan a muerte fría, a sangre retenida demasiado tiempo. No era la primera vez que me infiltraba en un lugar así,pero este circo tenía algo distinto. Era más que un refugio para parásitos nocturnos:era una trampa disfrazada de espectáculo.Cada aplauso de los humanos, cada exclamación de asombro,alimentaba la magia oscura que mantenía en pie este lugar. Porque mi único objetivo era destruirlo desde adentro.

La primera noche no fue fácil, subir a la cuerda floja frente a cientos de ojos no me intimidó, pero escuchar aquel rugido desde las jaulas cubiertas…eso me partió por dentro. Reconocí ese sonido. Eran de los míos , tal vez un hermano, quizás un sobreviviente de la masacre que Lucien y sus esbirros habían provocado hace años atrás. Me hervía la sangre de solo pensar y entonces la vi a ella. Ariadna la ilusionista, la mujer con las cartas. Desde el primer instante supe que no era como ellos tenía un miedo en los ojos, si, pero no era sumisa era el temor de alguien que guardaba un secreto demasiado grande y lo confirme cuando vi en su manos. Ese maldito mazo.

La Baraja del Destino.

Había escuchado historias en mi manada antes de que todo se derrumbara. Decían que esas cartas eran obras de un hechicero condenado, un traidor que jugó con la sangre de vampiros y lobos para encerrar destino en símbolos malditos. Nunca pensé que fueran reales. Hasta que las vi brillar bajo la luz de las antorchas.

Ella no lo sabe – aún— , pero cada carta que toca la acerca a nosotros. La escuché llamarme, aunque sus labios no se movieron. La carta habló, y en su voz estaba mi nombre. No sé si confiar en ella es una locura o tal vez es la única forma de sobrevivir aquí dentro. Pero estoy segura de una cosa. Lucien también lo ha notado. Su mirada sobre mi fue la de un cazador oliendo presa. Cree que soy un juguete nuevo, un acróbata al que puede moldear. No sabe que vine a desgarrar su circo desde las entrañas. Esta guerra comenzó mucho antes que yo naciera, pero ahora late en cada rincón de esta carpa maldita y aunque los vampiros dominan la noche, yo aun tengo algo que ellos jamas podrán comprender : La furia de una manada que no olvida.

Y esta vez …..no pienso perder.

Me asignaron una tienda en el borde del campamento, lejos de la capa principal. No necesitaba que me lo dijeran: eran una prueba, Lucien nunca da hospitalidad sin poner condiciones. Quería vigilarme, medir, cada paso que daba, descubrir si yo era útil…o si debía convertirse en alimento. Pasé la noche en vela. El circo nunca duerme de verdad. Incluso cuando las luces se apagan, los vampiros caminan como sombras entre las jaulas, alimentándose en silencio de los incautos que se ofrecen como voluntarios a cambio de unas monedas. Lo escuché todo: crujidos de huesos, risas sofocadas, susurros que prometían eternidad a cambio de un poco más de sangre.

Yo apreté los dientes y me recordé que no debía perder el control. No aún.

Cuando el amanecer tiñe las telas de la carpa de un rojo apagado, decidí moverme. El aire estaba cargado de olores: sudor humano, aceite de antorchas, y algo más… cartas. Sí, podía olerlas, como si ese mazo respirara. Seguí el rastro hasta llegar a su carpa.

La vi antes de que me viera. Ariadna estaba sentada frente a una mesa de madera, con las cartas desplegadas en abanico. La luz temblorosa de una vela iluminaba su rostro, y por un instante, juré que ella no era humana. Tenía la mirada fija en un naipe particular, y su respiración era lenta, hipnótica, como si las cartas la estuvieran consumiendo poco a poco.

Me quedé en silencio, observándola. El instinto me decía que me acercara, que le hablara, que le advirtiera lo que significaba sostener La Baraja del Destino. Pero otra voz, más animal, más primaria, me ordenaba mantenerme lejos. No porque fuera peligrosa para mí, sino porque, de algún modo, yo lo era para ella.

Entonces escuché pasos detrás. Lucien.

Me giré justo a tiempo para ver su silueta elegante recortada contra la entrada de lona. Su sonrisa era la de siempre: cortés, pero llena de colmillos invisibles.

—Veo que te adaptas rápido, Kael —dijo, como si ya me conociera de toda la vida.

—No necesito mucho para sobrevivir —respondí, controlando mi voz para que no se notara el gruñido que se me escapaba por dentro.

Sus ojos rojos se deslizaron hacia Ariadna, que en ese momento ocultó las cartas con torpeza.

—Nuestra pequeña ilusionista tiene un don especial —comentó Lucien, casi con cariño, aunque cada palabra sonaba a amenaza—. Espero que lo aprecies, tanto como lo hago yo.

Me sostuvo la mirada, y entendí que aquello no era una advertencia… era un desafío.

Lo odié más en ese instante que en toda mi vida.

Porque no solo controlaba el circo. No solo retenía a los míos en esas jaulas.

Ahora también la tenía a ella bajo su sombra.

Y yo no sabía por qué, pero el simple pensamiento me desató una furia que apenas logré contener.



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En el texto hay: cartas, vampiros y lobos

Editado: 19.12.2025

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