La voz de Stone Hill

Panecillos

Al abrir la puerta principal me topé con el rostro sonriente de Ethan. Los rayos de sol iluminaban su rostro de una manera muy especial. Me sentí aliviada al verlo, pero inmediatamente mi humor cambió.

_ Buenos días, Julia… _ Dijo en tono alegre, pero yo no le dejé terminar.

_ ¡Eres un idiota! _ Exclamé mientras tomaba el papel y lo hundía contra su pecho con quizás demasiada fuerza.

_ ¿Qué pasa? _ Preguntó desconcertado, su expresión cambiante reflejaba sorpresa y preocupación.

_ Esto no es un juego, Ethan. _ Respondí con voz temblorosa, intentando contener las lágrimas que amenazaban con salir. _ ¿Fuiste tú quien dejó esto en la cocina?

_ ¿De qué estás hablando? Apenas llego. Julia, tranquilízate. _ Dijo, extendiendo las manos como si tratara de calmarme.

Lo miré fijamente, buscando alguna señal de mentira en sus ojos. Pero solo encontré confusión genuina. Bajé la vista, sin saber qué pensar. Si no había sido él, entonces...

Ethan desarrugó el papel con manos temblorosas y lo leyó en voz baja. Observé cómo su rostro cambiaba al avanzar por las palabras; su tensión era evidente, como si cada línea fuera un golpe invisible que lo desarmaba. Al verlo ahí, parado en la entrada de Stone Hill, con su sonrisa inicial desvaneciéndose rápidamente, me pregunté si todo había sido una especie de broma pesada. Pero en el fondo sabía que no. Ethan no era capaz de algo tan cruel.

Sin embargo, también sabía algo con certeza: había alguien que no me quería en Stone Hill.

_ Julia, esto no es un juego. _ Dijo finalmente, su voz grave y cargada de una preocupación genuina. Levantó la mirada y clavó sus ojos en los míos. Había algo en su expresión, algo oscuro y profundo, que me hizo temblar. _ Solo vine porque quería asegurarme de que estuvieras bien. Pero esto… _ señaló el papel, su voz se apagó por un instante. _ Esto solo me da la razón: no debes estar aquí.

Sentí cómo mi pecho se encogía ante sus palabras. Pero no podía simplemente aceptar lo que decía. Había venido por un motivo, y no me iría hasta obtener las respuestas que necesitaba.

_ ¿Qué quieres decir con que no debo estar aquí? _ Pregunté, tratando de sonar desafiante, aunque mi voz temblaba ligeramente. Di un paso hacia él, pero no retrocedió. En cambio, me miró con una intensidad que hizo que cada fibra de mi ser quisiera apartar la vista.

_ Me refiero a que este lugar no es seguro, Julia. Nunca lo ha sido. Y ahora, menos que nunca. _ Su voz era firme, casi cortante. Sostuvo el papel frente a mí, como si eso explicara todo. Pero para mí no explicaba nada. Solo multiplicaba las preguntas que bullían en mi mente.

_ No entiendo, Ethan. _ Insistí, cruzando los brazos. Intentaba protegerme de la vulnerabilidad que sentía crecer en mi interior. _ No puedes venir aquí, decirme que me vaya, y esperar que simplemente lo haga sin más.

Ethan suspiró, llevándose una mano al cabello en un gesto que delataba frustración. Durante un momento, parecía debatirse entre hablar o mantenerse en silencio. Finalmente, respondió:

_ Hay cosas en este pueblo que es mejor no desenterrar. Cosas que no podemos cambiar, Julia. ¿No puedes simplemente… dejarlo ir?

_ ¡No! _ Grité, incapaz de contenerme. La rabia y la frustración hervían dentro de mí. _ No puedo dejarlo ir, Ethan. No cuando mi familia… _ mi voz se quebró antes de que pudiera terminar la frase.

Ethan bajó la mirada, como si mis palabras lo hubieran golpeado con fuerza.

_ Está bien _ Dijo, aunque su tono sugería todo menos tranquilidad. Dobló el papel con cuidado y lo guardó en el bolsillo de su chaqueta. _ Si realmente quieres respuestas, te ayudaré. Pero tú prometes una cosa, Julia: en cuanto las tengas, te vas. ¿Entendido?

Asentí lentamente, sin saber si podría cumplir esa promesa. Ethan pareció darse cuenta, porque frunció el ceño, pero no dijo nada más. Permaneció en silencio por unos instantes, como si estuviera buscando las palabras correctas o intentando medir mi determinación. Finalmente, se agachó y levantó una bolsa de papel marrón que había dejado en el suelo sin que yo lo notara antes. Con un gesto casual, la puso frente a mí.

_ Traje café y panecillos. _ Dijo, encogiéndose de hombros y acompañando sus palabras con una sonrisa tímida que desdibujaba la seriedad de los minutos previos. _ Pensé que te vendría bien un desayuno caliente.

Lo miré, sorprendida por el contraste entre su actitud cautelosa y este gesto tan simple, casi cotidiano. Había algo reconfortante en la idea de un desayuno compartido, aunque no lograba borrar del todo la tensión que se había instalado en el aire. A pesar de mis dudas, una pequeña sonrisa se asomó en mis labios.

_ Gracias. _ Dije en voz baja, tomando la bolsa y oliendo el aroma del café que se filtraba a través del papel. Sentí un instante de calma, una pequeña pausa en medio del caos de emociones que me rodeaba.

_ No es nada _ Repuso él, restándole importancia. Se cruzó de brazos y apoyó la espalda contra la pared, observándome con una mezcla de curiosidad y algo que podría ser preocupación. _ Aunque, si soy honesto, también me sirvió de excusa para volver a verte.

Solté una risita suave, más por nerviosismo que por humor genuino. A pesar de todo lo que había pasado, el gesto de Ethan me hizo sentir una chispa de normalidad, algo que había estado buscando desesperadamente sin darme cuenta.




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