La voz de Stone Hill

Retratos

_ ¡Julia!

La voz resonaba en mi mente, lejana y distorsionada, como si viniera de otro mundo. Mi cabeza daba vueltas, el dolor era insoportable. Sentía un vacío en el estómago, como si hubiera caído en un abismo del que no lograba salir.

_ ¡Julia! ¡Julia, por Dios, abre los ojos!

A duras penas, comencé a abrir los ojos. La luz me golpeó como un destello cegador, pero poco a poco pude distinguir una figura familiar. Ethan. Su rostro estaba tan cerca del mío, lleno de preocupación, que me hizo sentir una extraña mezcla de alivio y confusión. Me levanté, aturdida, sin poder recordar qué había sucedido ni por qué él estaba allí.

_ ¿Qué haces aquí? _ Pregunté, confundida, mis palabras saliendo arrastradas por el desconcierto.

_ Tú me enviaste un mensaje. _ Respondió rápidamente, su voz tensa. _ Dijiste que había alguien en la casa. Vine tan rápido como pude, pero al llegar te encontré tirada en el suelo, inconsciente.

El caos de la situación comenzó a aclararse, aunque a duras penas. Recordé lo que había ocurrido, las sombras, la presencia extraña, el hombre de negro... Mi mirada se desvió rápidamente por la habitación, buscando cualquier señal de él, de su sombra, de un vestigio que me diera respuestas. Pero no había nada. Solo el silencio pesado que invadía la casa.

_ Julia, ¿Qué pasó? _ Ethan me miraba fijamente, con los ojos llenos de una preocupación genuina que me hizo sentir vulnerable.

_ Había un hombre... _ Mi voz tembló un poco al recordar la visión de su figura oscura. _ Vestido de negro... era... extraño. Muy extraño.

Ethan me tomó por los hombros, obligándome a mirarlo a los ojos. Su expresión era dura, llena de determinación.

_ Te vas conmigo. _ Sentenció, con una firmeza que no dejaba lugar a dudas.

_ ¿Qué? ¡No! _ Respondí instintivamente, mi tono defensivo, como si el solo hecho de aceptar su propuesta me fuera a poner en peligro aún más. _ No puedo irme…

_ ¡Julia! _ Su voz se elevó, la angustia clara en cada palabra. _ No pienso dejarte sola en esta casa. Te vas conmigo esta noche. Puedes dormir en mi sofá, lo que sea. Vuelves mañana si te apetece, pero esta noche te vas conmigo.

Lo miré, mis hombros tensándose, luego relajándose lentamente. El dolor de cabeza se intensificaba, la sensación de estar rota y vulnerable me envolvía. No quería quedarme sola en esta casa, no después de lo que había ocurrido. El miedo que sentía se apoderaba de cada rincón de mi mente. No sabía quién era ese hombre ni de dónde había salido, pero no iba a arriesgarme a descubrirlo por mí misma.

Finalmente, suspiré y lo miré con una expresión resignada, mis palabras saliendo suavemente.

_ Está bien, Ethan. Iré contigo.

El alivio que se reflejó en su rostro fue inmediato, como si una pesada carga se hubiera levantado de sus hombros. Pero, al mismo tiempo, sentí que una nueva capa de incertidumbre caía sobre mí. Lo único que sabía era que, por esa noche, necesitaría estar lejos de Stone Hill. Y, al menos, con Ethan cerca, no estaría completamente sola.

Tomé los diarios de mi abuela entre mis manos y los miré por un momento, como si buscara alguna respuesta en sus páginas envejecidas. La sensación de peso, de secretos guardados durante años, me oprimía el pecho.

_ Vamos. _ Murmuré, casi para mí misma, mientras los apretaba un poco más contra mi cuerpo.

_ ¿Qué es eso? _ Preguntó Ethan, frunciendo el ceño mientras miraba los cuadernos con curiosidad, como si algo en ellos le pareciera extraño.

_ Ya te lo mostraré. _ Respondí, sin darle demasiada explicación. No estaba segura de cómo, o siquiera si, debía compartir lo que había encontrado.

La casa de Ethan era completamente diferente a la mía. Era cálida, acogedora, llena de recuerdos que se notaban en cada rincón. Fotografías en las paredes, algunas en blanco y negro, otras en color, capturaban momentos felices de sus padres y de él cuando era niño. Me sentí un poco fuera de lugar al principio, pero pronto la atmósfera relajada de su hogar me hizo sentir algo de paz.

Me senté en su sofá, sintiendo el suave cojín bajo mi cuerpo. Colocando los diarios sobre la mesita de café, observé cómo Ethan se movía con naturalidad por la cocina, preparándonos algo reconfortante. Escuché el sonido de la leche caliente al caer en la taza, seguido del suave aroma del chocolate derretido.

_ Mi madre decía que, con una taza de chocolate caliente, todo era mejor _ Comentó Ethan, con una sonrisa nostálgica, mientras se acercaba con las tazas humeantes en las manos.

Sonreí en agradecimiento, tomando la taza con ambas manos, sintiendo el calor reconfortante en mis palmas. Había algo tranquilizador en esa simple bebida, algo que me ayudaba a despejar un poco la mente.

_ ¿Qué son esos cuadernos? _ Preguntó Ethan, interrumpiendo mis pensamientos mientras se sentaba junto a mí, observando los diarios con una mezcla de curiosidad y preocupación.

Suspiré profundamente antes de responder, mirando los cuadernos como si me hablaran en silencio.

_ Son los diarios de mi abuela... los encontré en su habitación _ Dije con voz baja, casi temerosa, sin saber cómo seguir. Los recuerdos de esa habitación oscura, la figura del hombre extraño, las sombras que parecían moverse... todo volvía a mi mente con fuerza. Me preguntaba si debería contarle todo o si debía guardarme los detalles, al menos por ahora.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.