La voz de Stone Hill

El peso del pasado

La mañana era fría y oscura, como si el sol hubiese decidido no aparecer jamás. Una fina llovizna caía lentamente, dejando en el aire un aroma húmedo y pesado, que se mezclaba con el de la tierra recién removida. Cada paso sobre el sendero de grava parecía resonar demasiado fuerte, como un recordatorio de que nos encontrábamos vivos. Alrededor, las sombras de los cipreses se alargaban con un extraño movimiento, como si estuvieran vivas, observando con silenciosa vigilancia.

Ethan caminaba a mi lado en completo silencio, sus ojos nerviosos escaneando el entorno. Sentía su inquietud como una energía invisible que se sumaba a la tensión que ya habitaba en el ambiente. El viento susurraba entre las ramas, un murmullo que parecía formar palabras que no podía descifrar.

Nos adentramos más en el cementerio, donde las lápidas viejas se inclinaban con el peso de los años y el abandono. Algunas estaban cubiertas de musgo, otras se habían fracturado, dejando grietas que parecían heridas abiertas en la piedra. Finalmente, tras cruzar un grupo de árboles retorcidos, vimos una figura agachada junto a una tumba olvidada, casi oculta por la maleza.

Ambrose estaba allí, inclinado sobre una lápida que parecía aún más vieja que el resto. Con movimientos meticulosos, arrancaba las hierbas que se habían aferrado a la piedra como garras. La llovizna había empapado su cabello y su ropa, pero él no parecía notarlo. El sonido de sus manos frotando la loza desgastada era el único ruido en aquel rincón del cementerio, y el eco de su tarea resonaba como si todo el lugar estuviera conteniendo la respiración.

Nos acercamos lentamente, sintiendo que con cada paso el aire se volvía más denso, más opresivo. La lápida que Ambrose limpiaba estaba cubierta de inscripciones apenas legibles, grabadas en un idioma antiguo que ninguno de nosotros conocía. Una sensación inquietante me recorrió la espalda, como si estuviéramos violando un lugar que debía permanecer olvidado.

Ambrose no levantó la mirada, pero su voz resonó, grave y casi susurrante:
_ Estaba esperando que llegaran.

En ese momento, el viento cesó, dejando tras de sí un silencio tan profundo que incluso el leve goteo de la llovizna parecía ensordecedor.

_ Ambrose. _ Mi voz resonó baja pero firme mientras me acercaba lentamente hacia él, obligándolo a alzar la mirada. Lo observé fijamente, casi desafiándolo con mis ojos. _ Necesito tu ayuda.

El viejo hombre alzó la vista con cansancio, y su expresión estaba teñida de una melancolía profunda, casi pesada. Las líneas de su rostro parecían más pronunciadas bajo la luz grisácea del día, como si cargara años de secretos y culpas.

_ Lo que necesitas es marcharte de este pueblo y olvidarlo. _ Su voz era apenas un susurro, pero cada palabra golpeó como una sentencia.

Por un momento, el aire pareció congelarse a mi alrededor. Sentí un calor familiar y peligroso empezar a invadirme, ascendiendo lentamente desde mi pecho hasta mi rostro. Era enojo, puro y ardiente, acumulado tras días de evasivas, de verdades a medias y misterios que parecían crecer con cada paso que daba en Stone Hill.

_ Ambrose, no pienso irme de aquí hasta que nos cuentes todo lo que sabes sobre Stone Hill, sobre mi abuela y sobre mi familia. _ Las palabras salieron de mi boca más rápidas y afiladas de lo que había planeado. Sentí mi propia voz temblar, no de miedo, sino de pura frustración. Giré la cabeza hacia Ethan, buscando su aprobación, su respaldo. Él asintió levemente, su rostro tenso pero decidido.

Hice una pausa para respirar, y luego solté la última pieza que había estado quemándome por dentro desde anoche. _ Anoche un hombre muy extraño apareció en mi casa. Necesito saber de dónde salió o, al menos, de quién se trata.

El impacto de mis palabras fue inmediato. Los ojos de Ambrose, que siempre habían llevado un peso sombrío, se abrieron de par en par, desbordados por un terror tan crudo que casi retrocedí un paso. Parecían dos enormes platos llenos de pánico, reflejando algo oscuro que yo aún no podía entender.

_ ¿Qué dijiste? _ Preguntó con un hilo de voz, apenas audible, como si temiera que mi respuesta confirmara sus peores pesadillas.

_ Lo escuchaste, Ambrose. _ Mi tono se volvió más severo, más exigente. _ Necesito que hables.

El silencio que siguió fue casi insoportable. Podía escuchar el goteo constante de la llovizna golpeando la hierba y la piedra, pero todo lo demás parecía haberse detenido. Ambrose apretó los puños, su mirada se desvió hacia la lápida que había estado limpiando, como si buscara respuestas en la fría piedra desgastada.

Finalmente, su voz, quebrada y temblorosa, rompió el silencio: _ Si ese hombre apareció, es porque todo lo que temía está comenzando... Y ya no hay vuelta atrás.

El peso de sus palabras cayó como una losa sobre mis hombros, y, por un momento, desee no haber insistido tanto. Ethan y yo intercambiamos miradas rápidas, tratando de procesar lo que acabábamos de escuchar. Pero antes de que pudiera decir algo más, Ambrose levantó un dedo, señalándonos con urgencia.

_ Escúchenme bien... lo que estás buscando no traerá respuestas, sino más oscuridad. Stone Hill está maldito, y si ese hombre se presentó, entonces todos estamos en peligro.

Su voz se quebró al final, y el eco de sus palabras parecía rebotar en las lápidas a nuestro alrededor, como un aviso funesto que el propio cementerio se encargaba de amplificar.




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