_ Algo en ella comenzó a cambiar. _ Ambrose suspiró profundamente, su voz impregnada de un pesar antiguo. _ De pronto ya no era la misma mujer alegre y radiante. Su alma... su alma se había oscurecido bajo la sombra de un fuerte desamor.
Mientras hablaba, sus manos, ásperas y temblorosas, acariciaron la loza de la tumba con un cuidado casi reverente. Seguí su mirada y, al enfocarme en la lápida, un escalofrío recorrió mi columna. Allí, grabado en piedra desgastada, estaba el nombre de su hermana: Rose.
Ambrose continuó, sin apartar la vista de la tumba, como si al mirarla estuviera enfrentándose a sus propios fantasmas.
_ Rose parecía una sombra de lo que había sido. Era como si algo dentro de ella se hubiera roto para siempre. Mientras tanto, Alejandro, como si nada hubiera pasado, comenzó a construir Stone Hill. A pesar de los chismes que corrían por el pueblo, todos lo admiraban por su espléndido talento como arquitecto. Esa casa… era su obra maestra. _ Ambrose hizo una pausa, su rostro endurecido por los recuerdos. _ Fueron unos años extraños.
Ethan dio un paso adelante, su curiosidad tan palpable como el frío que envolvía el cementerio.
_ ¿A qué te refieres con "extraños"?
Ambrose lo miró brevemente, su mirada cargada de una gravedad inquietante.
_ Rose comenzó a decir cosas… cosas que no tenían sentido. Decía que la perseguían sombras, que escuchaba murmullos por las noches. Al principio, todos pensamos que era su imaginación, o tal vez el dolor del desamor. Pero pronto... _ Su voz se quebró levemente, pero continuó. _ Pronto comenzó a encerrarse por días enteros en su cuarto. Apenas comía, apenas hablaba. Yo trataba de ayudarla, pero cada vez que intentaba acercarme, me miraba como si estuviera viendo a un extraño. O peor, a algo que le aterraba.
El aire alrededor de nosotros pareció volverse más pesado, como si las palabras de Ambrose invocaran algún tipo de presencia invisible. Tragó saliva antes de seguir.
_ Finalmente, llegó el día en que Alejandro terminó de construir Stone Hill. Para celebrarlo, Beatriz, su esposa, organizó una gran fiesta e invitó a todo el pueblo. Recuerdo que esa casa era la comidilla de todos. Decían que era como ninguna otra, que Alejandro había puesto en ella algo más que talento… algo que no se podía describir con palabras.
Ambrose cerró los ojos por un momento, como si al recordar aquella noche pudiera revivirla.
_ Pensé que Rose no iría. Había pasado semanas sin salir de su cuarto, como si el mundo exterior no existiera para ella. Pero esa noche, algo cambió. _ Su voz bajó, casi un susurro. _ La puerta de su habitación se abrió, y ella salió. Radiante. Como lo era antes de la traición de Alejandro. Llevaba un vestido que le quedaba perfecto, su cabello recogido de una manera que hacía imposible apartar la mirada. Me sorprendió verla tan decidida. Me dijo que iría a la fiesta, que no iba a dejar que nadie la hiciera sentir menos.
Hizo una pausa, y en su rostro se dibujó una mezcla de orgullo y tristeza que era difícil de descifrar.
_ La fiesta fue algo impresionante. _ Su voz se oscureció, como si el recuerdo mismo llevara consigo un peso ineludible. _ Stone Hill parecía respirar. Aquella casa… era como un ser vivo. Las luces danzaban en las paredes como si tuvieran vida propia. La música resonaba en cada rincón, y las risas llenaban el aire. Pero había algo más… algo que no se veía, pero se sentía. Algo que hacía que el aire fuera más denso, más frío. Como si la casa se alimentara de las personas que bailaban en sus habitaciones y pasillos.
Me estremecí, sintiendo cómo una ráfaga helada se colaba entre las lápidas.
_ La mirada de Alejandro se posó en Rose en cuanto ella entró. Era imposible que no lo hiciera. Él la amaba, siempre la había amado, y esa noche ella era la mujer más hermosa en la sala. Pero algo pasó... algo que no logro entender del todo.
Ambrose se detuvo, y por un momento parecía debatirse entre continuar o dejar la historia incompleta.
_ Rose desapareció un rato. Nadie sabía dónde estaba. Después de un rato, Alejandro también se esfumó. Y poco después... Beatriz.
Ambrose apretó los labios, y sus manos temblaron ligeramente.
_ Cuando volvieron a aparecer, Alejandro y Beatriz estaban discutiendo. Sus voces resonaban en el salón principal. Algo había sucedido, algo grave. Intenté acercarme, pero antes de que pudiera llegar a ellos, sentí cómo el aire se volvía frío y pesado. Fue entonces cuando escuchamos los gritos. Provenían del jardín.
Ambrose cerró los ojos, como si al hacerlo pudiera evitar revivir aquella escena.
_ Corrimos hacia afuera, pero no llegamos a tiempo. Rose… _ Su voz se quebró, y las palabras tardaron en salir. _ Rose estaba de pie en el balcón del cuarto de Alejandro y Beatriz. Nos miró una última vez, con una expresión que nunca podré olvidar. Y sin dudarlo, se lanzó al vacío.
El silencio que siguió a sus palabras fue opresivo, roto únicamente por el susurro del viento entre las lápidas. Sentí un nudo en el estómago mientras intentaba procesar lo que había escuchado. Ethan bajó la mirada, su rostro tenso y sus puños apretados, como si estuviera conteniendo una tormenta interna.
_ Desde esa noche. _ Continuó Ambrose en un susurro. _ La casa nunca volvió a ser la misma. Y tampoco este pueblo.
Editado: 31.01.2025