Entramos corriendo a Stone Hill, con la adrenalina aun bombeando en nuestras venas. Nada más cruzar el umbral, el frío nos envolvió como un manto gélido, diferente al de la noche en el exterior… más pesado, más opresivo. Nos detuvimos en seco en el vestíbulo, con la respiración entrecortada y el eco de nuestros pasos resonando en la inmensidad de la casa.
Era solo una casa. Lo había sido toda mi vida. Pero ahora se sentía distinta. Más grande. Más oscura. Más viva.
_ Necesitamos una linterna. _ Dije, rompiendo el silencio tenso.
Sin esperar respuesta, corrí hacia la cocina. Mis manos temblaban mientras abría gavetas y revisaba estantes. Cada crujido de la madera, cada sonido que no podía identificar, hacía que mi piel se erizara. Finalmente, encontré una linterna en una de las alacenas, cubierta de polvo. La encendí y un haz de luz débil y amarillento parpadeó antes de estabilizarse.
Cuando me giré, Ethan estaba en el umbral de la puerta, apoyado contra el marco. Me observaba con el ceño ligeramente fruncido, como si aún estuviera debatiéndose internamente.
_ ¿Estás segura de que quieres hacer esto? _ Preguntó en voz baja.
Lo miré fijamente antes de responder.
_ No. Claro que no estoy segura.
Di un paso hacia él y apoyé la palma de mi mano sobre su pecho. Su corazón latía con fuerza bajo mis dedos, acelerado, como el mío.
_ He empezado a creer en todas esas historias que antes me parecían absurdas _ Continué. _ Esta casa… ahora me aterra de una manera que nunca antes lo había hecho. Pero más que miedo, siento que necesito saber la verdad. Toda la verdad.
Mi voz se quebró al final. Respiré hondo, obligándome a mantener la calma.
_ Entenderé si no quieres hacerlo. _ Dije, dando un paso atrás. _ Pero si soy sincera… me sentiría mucho más segura si lo haces conmigo.
Ethan ladeó la cabeza ligeramente y, tras unos segundos de silencio, una tenue sonrisa apareció en sus labios.
_ Está bien. _ Dijo con suavidad. _ De todas formas, no sería capaz de dejarte aquí sola.
Y con esas palabras, supe que habíamos cruzado un umbral del que ya no había retorno.
Avanzábamos por los pasillos oscuros de Stone Hill, guiados únicamente por la tenue luz de la linterna que había encontrado en la cocina. La casa estaba sumida en un silencio sepulcral, y cada paso que dábamos hacía crujir el viejo suelo de madera, como si algo _ o alguien _ estuviera escuchando.
Llegamos a la puerta que conducía al sótano. Ethan intentó abrirla, pero la madera vieja y deformada parecía resistirse, como si ocultara algo que no debía ser descubierto. Con un último esfuerzo, la empujó con fuerza. Un chirrido largo y desgarrador se filtró por el aire, como un grito ahogado en la penumbra.
Nunca antes había estado en ese lugar. Nuestra abuela siempre se aseguraba de mantenernos ocupados en el exterior, alegando que necesitábamos sol y ejercicio. Pero ahora, con la puerta abierta ante nosotros, me pregunté si su insistencia no escondía otro motivo.
El aire que subía desde el sótano era frío y denso, cargado con un olor rancio y metálico. Descendimos lentamente, cada escalón crujiendo bajo nuestro peso. Me esperaba un caos de muebles viejos y cajas cubiertas de polvo, como en cualquier otro sótano… pero este estaba vacío.
Totalmente vacío.
Un escalofrío recorrió mi espalda. La linterna parpadeó por un instante, proyectando sombras que parecieron moverse. Algo no estaba bien.
_ ¿Por qué está tan… despejado? _ Murmuré, pero Ethan no respondió.
Fue entonces cuando lo escuchamos.
Un golpe.
Seco.
Procedente de la oscuridad.
Y no estábamos solos.
Una sombra se deslizó frente a nosotros. Mi respiración se cortó en seco mientras el aire frío del sótano parecía volverse más denso. Instintivamente, agarré la mano de Ethan, pero él, con un movimiento rápido, me empujó detrás de él, colocándose como un escudo entre aquella presencia y yo.
La figura en la penumbra se movió con lentitud, su silueta apenas distinguible en la frágil luz de la linterna. Un crujido sordo rompió el silencio, como si el suelo gimiera bajo su peso. Mi pulso martilleaba en mis oídos. ¿Era él? ¿El hombre de negro que había visto la noche anterior, acechando en las sombras?
Cada músculo de mi cuerpo se tensó cuando la linterna tembló en mi mano y su luz danzante alcanzó su rostro.
Me congelé.
_ ¿Alex? _ Susurré, con la voz atrapada en mi garganta.
El alivio se mezcló con la confusión mientras salía de mi escondite detrás de Ethan. Mi hermano estaba allí, de pie en medio del sótano vacío, con el rostro pálido y los ojos abiertos como platos.
_ ¿Qué rayos estás haciendo aquí? _ Pregunté, pero la pregunta apenas abandonó mis labios cuando noté algo extraño en su expresión.
No respondía.
No parpadeaba.
Su mirada no estaba fija en nosotros… sino en algo detrás de nosotros.
Editado: 31.01.2025