_ ¡Te has vuelto loco! _ Grité furiosa mientras empujaba a Alex de regreso al sofá. Lo había arrastrado desde el patio trasero a empujones y regaños, con el corazón martilleándome en el pecho. Su actitud me tenía completamente desconcertada, como si la persona que conocía hubiera desaparecido.
_ ¿Cómo fuiste capaz? _ Mi voz tembló de rabia.
Alex me devolvió una mirada helada, carente de cualquier rastro de remordimiento. Era como si realmente no le importara en absoluto lo que había hecho.
_ Ella nunca debió hacer esas pinturas. _ Repitió con una calma insoportable, como si sus palabras tuvieran un sentido oculto que solo él comprendía.
Antes de que pudiera responder, sentí una ráfaga de aire cuando Ethan pasó junto a mí de un salto. Su mano se cerró en el cuello de la camisa de Alex y lo levantó con una facilidad aterradora. Su mandíbula estaba apretada, los músculos de los brazos tensos como si estuviera conteniéndose a duras penas.
_ Me vas a explicar por qué lo hiciste. _ Su voz era baja, pero cada palabra estaba impregnada de amenaza. _ O te juro que te golpearé hasta que me sangren los puños.
Un silencio pesado cayó sobre la habitación. Solo se escuchaba la respiración agitada de Ethan y el leve crujido de la tela de la camisa de Alex entre sus dedos. Pero Alex no se inmutó.
_ Ustedes no lo entienden. _ Murmuró, con una extraña mezcla de resignación y convicción en la voz. _ Ella no debió…
Mi paciencia estalló en mil pedazos.
_ ¿Por qué? _ Le grité, dando un paso al frente, sintiendo la frustración arder en mi interior. _ ¿Por qué no debió pintarlos?
Quería respuestas. Las exigía. Pero Alex solo bajó la mirada, como si las palabras que necesitaba decir fueran demasiado pesadas para ser pronunciadas.
Y eso solo me hizo temer lo peor.
_ Alex, estoy cansada de tantas mentiras, de tanto secretismo _ Suspiré, sintiendo cómo el peso de todo aquello me agotaba hasta los huesos. _ Necesito que comiences a hablar con la verdad.
Ethan soltó a mi hermano con desgana, empujándolo levemente antes de retroceder unos pasos. Se cruzó de brazos y se quedó en silencio, expectante, con la mandíbula tensa y la mirada afilada, como si estuviera conteniendo su propia furia mientras esperaba las respuestas que yo también necesitaba.
El silencio se prolongó.
Alex mantuvo la cabeza gacha, respirando pesadamente. Parecía debatirse entre hablar o seguir guardando los secretos que nos estaban destrozando a todos. Finalmente, tras una larga espera, levantó la vista, con el ceño fruncido y la mirada perdida en algo que solo él podía ver.
_ Ella sabía demasiado. _ Murmuró al fin, su voz rasposa, como si las palabras le pesaran en la garganta. _ Capturaba verdades ocultas, y a él eso lo molestaba. Estaba furioso con ella, quería apartarla… pero no podía acercarse.
Un escalofrío me recorrió la espalda. Tragué saliva con dificultad, sintiendo que las piezas comenzaban a encajar, pero aún faltaban respuestas.
_ ¿A quién le molestaba? _ Pregunté, acercándome a Alex, buscando su mirada. _ ¿Al Hombre de Negro?
Él asintió lentamente, sin apartar la vista del suelo, como si decirlo en voz alta le costara demasiado.
_ ¿Por qué no podía acercarse a ella? _ Insistí, mi voz apenas un susurro.
Alex cerró los ojos por un segundo y luego me miró con una intensidad que me erizó la piel.
_ Por su don. Ella era intocable.
Sus palabras resonaron en mi mente, pesadas y enigmáticas. Ella era intocable. Tenía un don. Pero, ¿qué significaba realmente?
Sentí el peso de la verdad antes de escucharla.
Alex giró la cabeza lentamente y clavó sus ojos en Ethan, como si pudiera ver a través de su piel, escudriñando su alma. La tensión en el aire se volvió casi insoportable.
_ Él es igual a ella. _ Dijo con firmeza, sin apartar la mirada de Ethan. _ Solo que aún no se ha dado cuenta.
El silencio se volvió ensordecedor.
Ethan parpadeó, confundido, su postura rígida, como si las palabras de Alex hubieran golpeado algo profundo dentro de él. Yo también me quedé helada, intentando procesar lo que acababa de escuchar.
Alex levantó la mirada hacia mí, sus ojos cargados de una oscuridad que me heló la sangre. Algo en él se había roto esa noche, algo que nunca volvió a ser el mismo.
_ ¿Quieres saber qué pasó, Julia? _ Su voz sonaba áspera, como si cada palabra le arañara la garganta. _ ¿Quieres saber la verdad que nos destruyó a todos?
Asentí, aunque mi cuerpo me pedía que corriera, que no escuchara lo que estaba a punto de decir.
Alex respiró hondo y bajó la vista, como si en el suelo aún pudiera ver las sombras de aquella noche.
_ Fue la última noche de agosto. Papá y mamá habían salido del pueblo, y solo estábamos Tom, la abuela y yo en Stone Hill. Todo parecía normal, pero había algo... algo que no estaba bien.
Me quedé en silencio, sintiendo cómo mi pecho se oprimía.
Editado: 31.01.2025