La lluvia golpeaba con furia el parabrisas del auto de Ethan, creando un ruido ensordecedor que parecía acompasarse con el latido frenético de mi corazón. Mi pecho se sentía oprimido, lleno de angustia y preocupación por Alex. No podía dejar de pensar en lo que podría estar ocurriendo en Stone Hill, en ese lugar que, aunque distante, me arrastraba con una fuerza incontrolable. Ethan detuvo el coche justo frente a la imponente reja de Stone Hill, y ambos nos quedamos ahí, mirando la mansión, como hipnotizados por su presencia. Era como si la casa misma emanara una fuerza inexplicable, algo que nos retenía a mirarla, a no apartar la vista de sus muros altos y fríos.
El silencio que nos envolvía se rompió de repente por el sonido de mi teléfono, vibrando con insistencia en mi bolso. Dudé un momento antes de responder. Pensé en rechazar la llamada, pero al ver que era Theresa, una necesidad urgente de escuchar su voz me impulsó a contestar.
_ Debes quemar la casa hasta sus cimientos. _ La voz de mi madre, fría y severa, me cortó el aliento. _ Debes consumirla.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. No podía creer lo que estaba escuchando.
_ ¿Mamá? _ Pregunté, mi mente en completo desconcierto. No entendía qué estaba pasando. Mi madre llevaba años sumida en un letargo que la había apartado de mí, y hacía tanto tiempo que había dejado de intentar hablar conmigo. Su ausencia en mi vida me había dejado una marca que ahora parecía agitarse nuevamente.
_ Julia, siento haberte herido tanto... pero créeme cuando te digo que solo quería protegerte. _ Su voz tembló ligeramente antes de que guardara silencio unos segundos, como si estuviera buscando las palabras exactas. _ Te lo dije, hija, te dije que te alejaras de Stone Hill. Te lo advertí, pero no hiciste caso.
Su tono se volvía más grave, como si las palabras pesaran más de lo que podía soportar.
_ Hija, lo que pasó esa noche... era algo que deseaba enterrar. _ Su voz se quebró y pude oír un suspiro profundo, cargado de un dolor que no había reconocido en ella. _ Esa noche, perdí a mi madre... y a mis hijos.
Las palabras de mi madre retumbaban en mi mente, como un eco de algo mucho más grande que yo misma. ¿Qué significaba todo esto? ¿Qué había sucedido realmente esa noche? Las respuestas se me escapaban, pero sentía que cada palabra de mi madre me estaba acercando peligrosamente a una verdad que, tal vez, hubiera preferido nunca conocer.
Guardé el teléfono en el bolsillo de mi abrigo con un movimiento brusco, el eco de las palabras de mi madre aún retumbando en mi cabeza. Sin pensarlo más, me bajé del auto. La lluvia me caló al instante, empapándome de pies a cabeza, pero no me importó. Caminé con paso firme, casi impulsada por una fuerza interna que ya no podía controlar. Tenía una sola misión en mente: acabar con esa maldición, con todo lo que Stone Hill representaba, de una vez por todas. Ethan, a pesar de la tormenta, me seguía de cerca, apenas unos pasos atrás. Podía sentir su presencia, su disposición a ayudarme en cada paso que daba, aunque sabía que este viaje sería mío, solo mío.
Llegamos a la entrada de la mansión. La puerta, vieja y de madera maciza, parecía resistirse a nuestra llegada, pero la empujé con toda mi fuerza, como si quisiese arrancar de cuajo cualquier vestigio de la pesadilla que allí habitaba. Al abrirla, un frío helado se filtró de inmediato, y me sorprendió el silencio absoluto que nos envolvía. La oscuridad de la estancia nos devoraba, y todo parecía tan inquietantemente tranquilo, como si la casa misma estuviera esperando algo, o alguien, para desencadenar lo inevitable.
_ Julia... _ Escuché la voz de Ethan a mis espaldas, cargada de preocupación, pero su tono se detuvo abruptamente, como si algo hubiera alterado su percepción del momento.
Me giré instintivamente, solo para toparme con una escena que me heló la sangre. Mi hermano estaba allí, en el suelo, con los ojos fijos en mí, un leño grueso entre las manos. Él no estaba solo. Su presencia no era una casualidad, ni mucho menos una sorpresa. Estaba esperando.
_ Él no está invitado. _ La voz de mi hermano era tan fría como el aire que nos rodeaba, y su sonrisa, torcida y malévola, dejaba claro que no venía con intenciones de reconciliación. Su expresión era la de alguien que no tenía miedo de nada, como si, al fin, tuviera el control de todo.
El aire se volvió pesado, como si la casa misma estuviera respirando con nosotros, esperando a que tomáramos el siguiente paso, sabiendo que todo lo que habíamos hecho hasta ese momento había sido solo el preludio de lo que vendría. La mirada de mi hermano, llena de desprecio y odio, me atravesaba, como si esperara que le devolviera el mismo fuego. Pero no lo haría. Yo no.
Me quedé completamente paralizada mientras veía a mi hermano acercarse lentamente, como si cada uno de sus pasos estuviera calculado, implacable. Su mirada, cargada de una profunda furia, se clavó en la mía, y antes de que pudiera reaccionar, me agarró del brazo con una fuerza que me hizo sentir como si fuera de cristal. Me obligó a mirarlo a los ojos, y en su expresión no había ni rastro del hermano que alguna vez conocí.
_ Te vienes conmigo. _ Su voz sonaba como un mandato, fría y autoritaria, una orden que no admitía negativa.
Antes de que pudiera protestar, Alex me arrastró por los pasillos oscuros de Stone Hill. Los ecos de nuestros pasos resonaban en las paredes, amplificando la tensión en el aire. Cada rincón de la mansión parecía respirar con una ansiedad palpable, como si estuviera viva y consciente de lo que estaba por ocurrir. Me empujó con fuerza, atravesando las habitaciones en completo silencio, hasta llegar a una puerta oculta, vieja y desgastada, que daba al sótano. Sin dudarlo, abrió la puerta con un movimiento brusco y la luz tenue de una lámpara iluminó la sombría mesa de piedra que había en su interior.
Editado: 31.01.2025