La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

EL CONCEPTO DE LA MUERTE

JEJU-DO – KOREA DEL SUR

Luego de haberse puesto en comunicación con Gina Alicia Bruchhagen y de haber mantenido con ella una extensa conversación, el agente Louis Wieber habló con su hermana Anna Wieber quién abatida no tardó en darle la peor de las noticias. Tras haber permanecido internado en grave estado por varios días a causa del infarto que había sufrido, su padre Thomas Wieber tristemente había fallecido.

A causa de haber permanecido varios días incomunicado y que nadie había podido contactarlo por ningún lado, el agente Wieber desconocía la noticia sobre el infarto de su padre. Ni siquiera sus compañeros de la estación federal en Alemania tenían la manera de comunicarse con él hasta que Gina Alicia finalmente pudo localizarlo gracias a sus informantes particulares, quienes dieron con el número de los oficiales del agente en Yeosu que fueron un puente para llegar finalmente a Louis Wieber.

Tras la triste e inesperada noticia, sentimientos de culpa irremediable lo embestían por dentro, formando una herida profunda en el alma incapaz de describir con palabras. Wieber deseaba poder retroceder el tiempo para no haberle dicho a su padre cosas tan terribles la última vez que conversaron. Deseaba arrancarse del pecho el corazón y lanzarlo a las profundidades del mar tan oscuras como su alma.

— No deberías sentirte culpable muchacho —le dijo el maestro Soo Chung Hee habiéndose acercado al agente, quién yacía en el suelo acurrucado en un rincón— Las personas parten cuando les llega la hora de partir.

— Le dije cosas horribles a mi padre —vociferó entre llantos poniéndose de pie— Yo maté a mi propio padre. Yo lo maté.

Su dolor se convirtió en incontrolable ira y en cuestión de segundos toda la sala quedó revuelta. El rencor y el odio hacia sí mismo eran inimaginables.

El maestro nada hizo para detenerlo. Pensó que si esa era la manera de expresar su dolor, entonces estaba bien pese a que no estaba de acuerdo con ese tipo de reacciones.

— Ustedes, los europeos poseen una manera muy extraña de expresar sus emociones y sus sentimientos —le dijo el maestro al joven Karîm tras abandonar la sala—

— No soy europeo maestro. Nací en Líbano, por lo tanto, soy de medio oriente.

— Es verdad. No eres europeo, pero tampoco eres de medio oriente. Eres americano. Naciste en Canadá con tu hermana melliza. Imagino que a estas alturas eres consciente de que tienes una hermana melliza, muchacho.

El semblante del chico se abrumaba cada vez que el maestro sobre su vida le recordaba.

— No me mires de ese modo. Tarde o temprano deberás asumir la realidad sobre tu vida. Ahora lo importante es que el joven agente sepa y aprenda a asumir la muerte como algo natural. Como el principio de otra vida que se irá repitiendo

— ¿Usted cree en otra vida maestro?

El maestro asentó con la cabeza y el joven Karîm sonrió ampliamente para su gran sorpresa.

— ¿Cree que mi ángel y yo podremos reencontrarnos en otra vida y ser felices juntos?

— No pienses en otra vida mientras todavía tengas esta. Conforme sepas andar por buenos caminos, tu alma será recompensada Karîm. No olvides eso.

— ¿Y si no es así iré al infierno? ¿Sufriré mi condena un día tras otro? De hecho ya lo estoy sufriendo. Cada noche me pierdo en el mismo sendero oscuro y caigo en un poso sin fondo entre hojas putrefactas, y su voz se me escapa. Yo no puedo alcanzarla. No puedo. No puedo —repitió el joven poniéndose de pie mientras se daba golpes en la cabeza con las manos y del maestro se alejaba—

El monje respiró con profundidad, pues ya estaba acostumbrado a las pequeñas crisis del chico. Permaneció en plena quietud y percibió en su hogar finalmente un poco de tranquilidad. El silencio se hizo presente y entonces fue a ver de nuevo al joven agente. Ingresó a la sala y lo encontró una vez más acurrucado en un rincón.

— ¿Terminó de desahogarse joven Wieber?

— Déjeme en paz. Quiero estar solo.

— ¿De qué modo puedo alterar yo una paz que usted no posee? Tiene que dejar de sentirse culpable por lo que le ha sucedido a su padre joven Wieber. ¿Acaso todas las cosas que le dijo a él fueron mentiras?

El maestro volvió a sentarse junto joven que guardaba absoluto silencio.

— ¿Sabe que uno de los peores males del ser humano es callar todo aquello que desea decir y gritar a los cuatro vientos? El ser humano prefiere ahogarse en sus palabras reprimidas y soportar el peso de todo aquello que lo aqueja para que con los años vaya envenenándose a sí mismo. Estallar es todo lo que puede salvarle la vida, pero si lo hace, por alguna razón absurda, siente culpa. Culpa de algo que por naturaleza debió suceder. Usted estalló y salvó su vida, sin embargo, piensa que por haberlo hecho su padre enfermó. ¿Cree joven Wieber que es justo que ahora cargue con una culpa que no tiene?

El agente no contestó

— Usted ya me contó la historia del padre de Karîm. Un hombre que por proteger a su familia hizo cosas inimaginables. Un hombre que durante muchos años cargó solo con el peso de todos sus problemas. ¿Qué sucedió después? Padeció hasta la muerte vanamente, pues ninguno de sus males se solucionó. Ahora es su hijo quién deberá cargar un peso que no le corresponde.




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