La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

UNA SOLA PALABRA

SOFÍA – BULGARIA

— ¿Qué está diciendo maestro?

— Él siempre regresa. Siempre lo hace. Alguna cosa mala tuvo que haberle pasado al muchacho.

— Maestro, por favor. En verdad piensa que alguna cosa mala pudo haberle sucedido a ese salvaje.

— No hable de ese modo joven Wieber. A pesar de todo, Karîm es un chico muy vulnerable y usted lo sabe más que nadie.

Con esas palabras del maestro, la preocupación avasalló repentinamente al exagente del SIID que en esos momentos se encontraba en Bulgaria recabando informaciones particulares. El maestro tenía razón e intentando controlar la desesperación, Einar Steen se puso en contacto con sus antiguos oficiales Lenard y Norman, con quienes a pesar de todo aún mantenía una estrecha comunicación. Con la ayuda de ambos intentarían dar de inmediato con el paradero del muchacho.

Lenard y Norman también habían sido separados de las filas de oficiales del SIID y habían decidido seguir colaborando con el ex agente que por todo lo ocurrido dio un gran giro a todos los planes iniciales para acabar con las principales organizaciones clandestinas que se apoderaron de todas vías marítimas de Bahar Malak y mantenían en constantes presiones a la familia Majewski para transferir el poder absoluto de las navieras al Gerente General Dabir Kazim considerado el único heredero de todo lo perteneciente a su padre Abujamal Saqqad Hasnan.

Para tranquilizar al maestro, el exagente volvió a comunicarse con él un par de horas después. Le comentó que ya se encontraban rastreando al joven Akins y que en cualquier momento darían con su paradero definitivo.

— ¿Y si en verdad le sucedió alguna cosa mala al muchacho?

— Me extraña mucho de usted maestro. ¿Qué sucedió con su calma y serenidad? Es usted quién debería tranquilizarnos a nosotros, ¿sabe?

— Yo se lo advertí joven Wieber. Le dije en incontables ocasiones que era momento de reunir a Karîm con su pequeña hermana. Estoy seguro de que él fue a buscarla. No puede haber otra razón para que no haya regresado.

El ex agente lanzó un suspiro.

— Pues no vale la pena lamentarse por cosas que no hemos hecho maestro. Traeremos de regreso a Karîm. Se lo prometo. Ya me puse en contacto con mis colaboradores de siempre y con la ayuda de ambos estamos rastreando el trayecto del chico. No se olvide que Karîm lleva puesto un brazalete localizador y gracias a eso sabremos cómo y dónde atraparlo.

— Confío en sus palabras, joven Wieber. Ahora usted tome las mías y póngalas en consideración. Ni bien el muchacho aparezca usted mismo se encargará de reunirlo con su hermana y no perderá un solo segundo para hacerlo. ¿De acuerdo?

— Así será maestro.

 

El joven Gregg Akins había sobrevivido a una terrible odisea por causa de aquellos hombres que no solo lo habían engañado, sino que lo habían convertido en el centro de atracción de todas las peleas clandestinas en los distintos puertos a los cuales se detenían. Lo habían convertido en una fiera que intentaba ser domada por gladiadores en tierras lejanas y ocultas de toda ley.

En menos de treinta días lo hicieron participar de cinco peleas en las costas de Aparrí en Filipinas. Dos peleas en Sandokán en Indonesia. Una en Johor Bahru en Malasia y tras un extenso viaje en barco que duró varios días, un torneo programado con diez peleas en Hout Bay, Ciudad del Cabo.

El joven Gregg Akins quién en semanas no había ingerido sus medicamentos controlados, se encontraba absolutamente fuera de sí. Aturdido y sin una pizca de conciencia. Y su estado se ponía aún peor cuando le daban de beber un vaso de LSD (dietilamida de ácido lisérgico) antes de cada pelea. Una sustancia que no solo le provocaba alucinaciones en el chico, sino también una euforia incontrolable. Una fuerza sobrenatural y sin temor absoluto a nada.

 

YEOSU – KOREA DEL SUR (UN PAR DE SEMANAS DESPUÉS DE LA DESAPARICIÓN DE GREGG AKINS)

— ¿Jefe?

— Habla, Reda. ¿Tienes alguna noticia sobre Akins?

— Finalmente lo hemos localizado jefe.

— ¿Dónde se encuentra?

— En Ciudad del Cabo. Ha estado protagonizando más peleas clandestinas. Esta vez en Hout Bay.

— ¿Ciudad del Cabo?

— Así es señor. Si usted nos da la orden iremos en su búsqueda lo antes posible.

— Reda, si dices qué ha estado protagonizando más peleas clandestinas, debemos tener mucho cuidado. Ya suficiente suerte tenemos que no lo hayan atrapado por las locuras que ha estado cometiendo. Prepara al grupo que nos acompañará en su búsqueda. Debemos ir por él con la mayor prudencia posible, de lo contrario se echarán a perder absolutamente todos nuestros planes.

— ¿Usted vendrá con nosotros, jefe?

— Por supuesto que sí. Si Akins no ha tomado sus medicamentos en semanas ha de estar completamente fuera de todos sus sentidos, por lo tanto, me encargaré personalmente de él. Habla con el doctor Siu. Él debe venir con nosotros. No vemos en Ciudad del Cabo.

 




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