La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

LA ISLA DE JEJU-DO

Einar Steen no había tenido un reparador sueño como ese desde hacía meses y nunca pensó que pudiera llegar a extrañar tanto la isla de Jeju-Do. Ni aquella casa exageradamente mística. Ni las tazas de té y los panecillos que preparaba Jihu. Ni la paz absoluta ni la armonía con la que uno pudiera permanecer en aquel lugar.

Aquella cama que no era más que un colchón sobre una tabla de madera que le hacía tocar el suelo con los pies, sin embargo, sentía que no podría hallar comodidad y calidez en ningún otro lugar sobre la tierra.

— ¿Qué haces tú aquí? —preguntó el ex agente de un sobresalto ni bien abrió los ojos—

El joven Akins yacía sentado en el suelo junto a su cama.

— Tranquilo policía. ¿Por qué te espantas de ese modo? Con un comportamiento como ese cualquiera diría que me tienes miedo. Tu cara es de espanto como si fuera que voy a matarte.

— De ti puedo esperar cualquier cosa. Por qué tú eres capaz de matar a cualquier persona.

— Mmm… a cualquier persona no. Pude haberte matado a ti, pero no lo hice.

— No lo hiciste porque llegaron a tiempo para socorrerme y te derribaron a ti con un somnífero como la bestia salvaje que eres. Escúchame bien. Te lo dije una vez y te lo vuelvo a repetir ahora. No dejaré que vuelvas a ponerme un solo dedo encima.

— No estoy aquí para oír tus disparates de policía cobarde. Solo quiero saber cuándo nos iremos en busca de mi ángel. Dímelo…

Al oír las palabras del Akins, el ex agente expandió su ya habitual risa sarcástica.

— ¿De qué te ríes?

— Resulta que ahora que el principito se ha convencido de que Aurora no está muerta y repentinamente siente el afán de irse en su búsqueda. Sin embargo, cuando le supliqué que nos fuéramos. Cuando intenté convencerle de todas las formas posibles de que Aurora estaba viva y esperando por él, me ignoró por completo —reclamó poniéndose de pie— ¿Qué diferencia había Akins? Tú en verdad me hubieses evitado muchas amarguras si creías en mis palabras y cooperabas conmigo. ¿Sabes que incluso me desvincularon del SIID por tu culpa? Lo perdí absolutamente todo por un demente como tú. Perdí a tu hermana. Perdí la oportunidad de estar con mi padre en sus últimos días de vida. Y ahora posiblemente haya perdido también a mi hija porque Isabella quedó odiándome tanto que jamás permitirá que me acerque a Paulita.

Después de haber caminado unos cuantos pasos, volvió a ponerse de rodillas en el suelo.

— Contéstame una cosa Akins.

— Ese no es mi nombre.

— Ese es tu nombre ahora porque Karîm Hafez ya no existe. Esta muerto y enterrado para todos. Grábate eso en la cabeza como primer punto y el más esencial antes de volver a Alemania. Tu nombre es Gregg Akins. Ahora contesta lo que voy a preguntarte. ¿En verdad no te volviste adicto al LSD? Espero que no haya sido así, de lo contrario tendremos otro auténtico problema añadido a tu cabeza dañada. Si te volviste adicto a las drogas, sería muy peligroso para Aurorita estar cerca de un demente y un adicto.

Harto de oír un solo disparate más proveniente de Einar Steen, el joven Akins se puso de pie con brusquedad. El ex agente también lo hizo y ambos quedaron parados frente a frente.

Fiel a sus impulsos, el chico empujó contra la pared a Einar Steen quien a su vez lo expulsó con fuerza antes de que intentara atacarlo.

— Te lo advierto por última vez. No intentes volver a ponerme un solo dedo encima.

— Y yo te advierto por última vez que no vuelvas a decir una sola tontería más delante de mí.

El maestro Chung oyó los gritos que provenían de la habitación de Einar Steen e irrumpido de inmediato en el lugar.

— Yo no soy ningún adicto a las drogas, pero desquiciado si estoy y sabes que no me será difícil llegar a matarte si eso es lo que quiero. Eso tenlo por seguro.

— Suficiente. No puedo creer que en verdad ya estén peleando.

— ¿Escuchó lo que acaba de decir este salvaje, maestro Chung? Este demente es un peligro para cualquier persona.

— Acabo de decirles que ya es suficiente. ¿Por qué se comportan como niños? ¿Pero qué digo? Los niños no se comportan del modo en que ustedes lo hacen.

Preso de toda su ira, el joven Akins abandonó la habitación.

— ¿A dónde vas muchacho? Vamos a desayunar.

— No tengo hambre. Iré al jardín.

— Siempre tienes mucha hambre en las mañanas.

— Pues esta vez no.

— Maestro Chung... Creí haber oído de su parte que Akins ya se encontraba bastante mejorado de la cabeza, pero presenciar el modo en el que se acaba de comportar me deja muchas dudas al respecto. No percibo ninguna mejoría de su parte.

— ¿Por qué le dijo que era adicto a las drogas?

— No le acusé de ser un adicto. Le hice una simple pregunta y se puso en ese estado.

— Si usted no pone de su parte joven Wieber, nunca nada estará bien en el chico.

Einar Steen suspiró con gran fastidio.

— Está bien maestro. Tal vez no actúe correctamente. Lo arreglaré. Si ya se ha convencido finalmente de que Aurora está viva, supongo que no será muy difícil arreglarlo, pero primero déjeme desayunar, por favor. Ya me cruje el estómago de tanta hambre.




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