La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

DESPUÉS DE ESTA NOCHE

— Akins, hemos llegado. Akins, despierta. Ya llegamos.
Con su preciado libro abierto sobre su pecho, Gregg Akins había quedado profundamente dormido tras haber ingerido un calmante ansiolítico que le había recetado el doctor Siu de manera a que pudiera sobrellevar el largo viaje. Despertó adolorido y quejumbroso, intentando incorporarse lentamente mientras las personas comenzaban a descender del avión.
— Vamos. Levántate.
— Esperaré a qué bajen todas estas personas —le dijo guardando su libro y colocándose la mochila en la espalda—
— No seas ridículo. ¿Sabes a dónde irás a buscar a Aurora? Al Royal Opera House. Y probablemente la acompañes a su obra de ballet que estará repleta de gente. Ahora levántate y vámonos.
Atravesando a las personas que aún iban descendiendo del avión, Akins y el Steen finalmente llegaron hasta la salida.
— ¿Estás bien?
— Por supuesto que no estoy bien. Quiero salir de aquí ahora.
— No podemos irnos sin nuestras maletas. Sígueme y procura mantener la calma. ¿Reda, sabes si Gina Alicia pudo reservarnos alguna habitación de hotel?
Einar Steen llamó a uno de sus oficiales.
— Sí, jefe, la habitación está disponible en el hotel One Aldwich. El mismo se encuentra a un par de cuadras del Royal Opera House.
— Está bien.
El ex agente colgó y luego de haber tomado sus maletas abordaron el primer taxi que encontraron a su paso y partieron rumbo al hotel indicado por Reda. Un considerable trayecto de aproximadamente 50 minutos fueron los que tuvieron que recorrer hasta llegar al One Aldwich Hotel.
— Pero mire nada más el lujoso hotel donde nos hospedaremos su alteza real. Un hotel cinco estrellas. Definitivamente, Gina Alicia no deseaba que el príncipe Hasnan pasase siquiera mínimas necesidades —susurró el ex agente—
Akins lo observó con fastidio absoluto, pero prefirió ignorar las palabras de Steen y poner toda su atención en el mapa del teléfono móvil.
— El Royal Opera House y el apartamento donde se encuentra mi ángel quedan muy cerca de aquí.
— Ey… ey… ey… ¿A dónde vas? Tú y yo quedamos en que a llegar aquí tomarías las cosas con calma. Me prometiste que no perderías la cabeza haciendo tonterías Akins.
— No cometeré ninguna tontería, pero no pienso esperar un segundo más. Me voy.
— ¿En verdad piensas presentarte ante Aurora en ese estado? ¿No te da vergüenza? Te ves como un zarrapastroso, y luego de un viaje tan largo lo más probable es que apestes horrores. Te verá más como un pordiosero que como su adorado príncipe.
Gregg Akins frenó sus pasos bruscamente. Se observó a sí mismo y se olfateó la ropa. En verdad el viaje había sido demasiado largo. Lo suficiente como para que cualquier persona apestara a sardina enlatada.
— ¿Qué habitación nos tocó?
— La Somerset Suite. Una de las más lujosas de aquí —contestó Steen enseñándole la llave de la habitación—
— Vámonos entonces. Apresúrate.
Un camarero del hotel los condujo hasta la Somerset Suite. Ingresaron y la primera acción de Akins fue abrir su maleta, sacar ropa limpia y meterse directo a la ducha para deshacerse de cualquier pestilencia que haya podido impregnársele durante las largas horas de viaje. Media hora después ya lucía fragante e impecable.
— ¡Vaya, vaya!... ¿Desea su alteza real que pida ahora su carruaje?
— ¿En verdad te crees gracioso policía? No me molestes. No te esfuerces que esta vez no lograrás enfadarme. Ahora sí me voy.
— Ten mucho cuidado con las cosas que hagas Akins. Sabes que te estaré vigilando.

 

MANSIÓN DE BYFANGESSEN | ALEMANIA 
— ¿Mi amor por qué estás riendo sola? ¿Qué sucede?
— Sucede finalmente lo he esperado durante tanto tiempo, Michael. Mi hermanito volverá muy pronto a Alemania. Él ya se encuentra en Londres ahora —dijo Gina Alicia rebosando de una dicha infinita—
— Mmm… ¿En compañía de Wieber?
— Así es. Se encuentran allá desde hace como una hora. Llamé al One Aldwich y me dijeron que la habitación que les reservé ya fue tomada. ¿Te imaginas lo que eso significa Michael? Aurorita pronto se reunirá con Karîm. No logro dimensionar la dicha infinita de nuestro destellito. Ambos han esperado demasiado por ese reencuentro. Todos lo hemos hecho.
Sin decir nada, Michael Bruchhagen solo asentó.
— Tú no pareces muy contento por la felicidad de Aurorita. ¿Qué te pasa?
— ¿Preguntas qué me pasa, Gina? Cómo podríamos pensar en una relación normal de hermanos entre ambos luego de habernos enterado de los verdaderos sentimientos de Aurorita hacia Karîm ¿Y debo recordarte acaso que Karîm también comparte con ella esos mismos sentimientos?
— Ellos son lo suficientemente conscientes de esa situación.
— ¿Estás segura? Tal vez Aurora sea un poco consciente de eso, sin embargo, no puedo esperar lo mismo de tu hermano. Hace poco el médico que lo estuvo tratando durante todos estos años te entregó su expediente médico. Lo leíste con lujo de detalles y yo estuve a tu lado oyéndolo todo. Karîm no tiene los pies puestos en esta tierra. No puede separar sus fantasías de la realidad que lo rodea. No logra asimilar todo lo que ha vivido antes de su estado de coma y las cosas empeoraron cuando la hermanita, qué tanto adora, escribió para él una historia de amor entre ambos que lo dejó aún más confundido.
— Ya basta... ¿Cómo puedes tener la mente tan perversa? Ellos son hermanos y lo saben. Ninguno de los dos sería capaz de ir contra eso. Lo único que desean es estar juntos, Michael. Conocen muy bien su realidad. Pronto volverán a reencontrarse y todo lo que a mí me importa es que los dos estén infinitamente felices cuando eso pase.
Visiblemente molesta por aquellos comentarios de su esposo, Gina Alicia se puso de pie y abandonó la sala donde ambos conversaban.

 

ROYAL OPERA HOUSE — LONDRES 
— No pareces muy entusiasmada por la presentación de esta noche Aurora.
— Pues para serte sincera no lo estoy. Unos cuantos años atrás esta misma obra de ballet significó mucho para mí. Incluso tenía mi mágico vestido translúcido para mi presentación de La Bella Durmiente. El mismo vestido que usaría en mi mágico baile de primavera —recordó hundida en sus pensamientos con los ojos humedecidos— No hubo obra. No hubo baile de primavera y mi mágico vestido nunca fue estrenado. Desde ese momento el ballet perdió todo sentido para mí. Pisar los grandes escenarios perdieron su valor en mi vida.
— ¿Y puedo saber entonces por qué razón aceptaste ser la primera bailarina de esta presentación? —le cuestionó otra de sus compañeras del elenco que se encontraba cerca y que había oído todas las palabras de Aurora— ¿Sabes cuántas deseábamos estar en el lugar que te dieron?
Aurora la observó apenada a su compañera. Ella tenía razón. Robó el lugar y el sueño de otras bailarinas, estaba dejándose llevar por las voces en su corazón que le decía que debía formar parte de aquella presentación.
Tal vez se trataba solo de una lejana ilusión. De la promesa perdida de un magnífico baile en un mágico salón.
Pensando en ello, Aurora profundamente suspiró.
— Iré a descansar un poco. Lo necesito porque esta noche será muy larga —dijo despidiéndose de sus compañeras—
Abandonó el Royal Opera House y como siempre, tres a cinco guardias la custodiaban desde distintos puntos del lugar donde se encontraba. Entre sus brazos tenía a Copito de Nieve, al que bajó por unos segundos al suelo sosteniéndolo de su correa.
Se encontraban a punto de abordar el coche cuando de la nada el perrito comenzó a ladrar con gran insistencia jalándose con fuerza de la correa.
— ¿Copito qué sucede? ¿Qué tienes?
Alarmada, la joven cargó de nuevo a su perrito observando a su alrededor, y por si alguna cosa extraña pasara los guardias se pusieron en posición.
— ¿Qué te sucede Copito?
Copito de Nieve no dejaba de ladrar intentando hacia una sola dirección escapar.
— Mejor suba ya al coche señorita. La llevaremos ahora a su apartamento. Ustedes dos denle la vuelta a la manzana por si vean algo raro o sospechoso —le ordenó el guardia principal a dos de sus colegas— Jeff y Gerd irán con nosotros.
Los dos guardias asentaron obedeciendo la orden del guardia Müller.
Ante los ojos de Gregg Akins oculto en una esquina, el coche donde había subido su ángel lentamente se alejaba mientras en él una sonrisa llena de dicha en su rostro se dibujaba.
— Eres tú mi ángel. En verdad eres tú.
— Joven Akins… Joven Akins… —le habló uno de los guardias de Aurora que ya había sido advertido de la presencia del joven en los alrededores— El jefe nos avisó de que usted estaría por aquí. Soy Martin y él es mi colega Waldo.
— Mmm… ¿Y cómo supo tu jefe que yo estaría por aquí?
— Porque el otro jefe se puso en contacto con él.
— ¿Cuál otro jefe —le preguntó Akins sospechando desde luego de quién se trataría—
— El oficial Steen.
— Ja... Por supuesto… Ese policía en verdad está vigilándome. ¿Pero sabes qué? Te equivocas en algo. Einar Steen ya no es ningún oficial, no agente ni nada que se le parezca. Es un don nadie. Ahora necesito que me lleven hasta el camerino de Aurorita. ¿Saben cuál es?
— Por supuesto joven. Lo acompañaremos hasta ahí.
Martin, Waldo y Akins se dirigieron hacia el ingreso principal del Royal Opera House. El chico deseaba dejarle a su ángel una sorpresa en su camerino y para ello llevaba en su mano una rosa roja sin espinas. También le dejaría una pequeña nota firmada para decirle que allí viéndola él estaría.
Antes de subir las extensas escaleras se topó con un gigantesco banner de presentación para la obra.




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