La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

MANSIÓN DE ICKTENER SIEDLUNG

DÍA DE LA RECEPCIÓN ORGANIZADA POR DABIR KAZIM (EL NUEVO DUEÑO DE LAS NAVIERAS HASNAN)

— Señora Bruchhagen, el coche está listo.

— Bajo en unos minutos —dijo Gina Alicia al chofer—

— ¿Dime por qué tienes que ir a esa recepción, Gina? Ya renunciaste a ser albacea de esas navieras y ya no eres accionista, por lo tanto, no tienes motivos para seguir teniendo el mínimo contacto con el desgraciado Dabir Kazim.

— Renuncié a ser albacea de una herencia inexistente. Inexistente precisamente por causa de ese desgraciado, pero no digas Michael que nada de lo que suceda con las navieras me compete desde ahora. Ayer transferí y por ello más que nunca estaré al pendiente de las cosas que sucedan en torno a él y por sobre todo en torno del miserable Dabir Kazim. Además, no podría perderme de ver la cara que pondrá cuando Karîm se aparezca delante de él y se entere de que es el nuevo miembro accionista de las navieras Hasnan.

— ¿Te das cuenta de las consecuencias que podrían aparecer por provocar a ese asesino? Nada de esto me agrada, Gina. Nuestra familia ya no podría afrontar ningún tipo de desgracia.

— No digas eso mi amor. No lo repitas, por favor. Mi hermano está aquí y será él quien ponga las cosas en orden. Él nos protegerá. Lo vi en sus ojos. Y fue como si hubiese vuelto a ver a los ojos a mi padre. Él no permitirá que ninguna cosa mala le suceda a nuestra familia. Nos liberaremos finalmente de todos nuestros tormentos.

— ¿No estás cargando demasiado peso a los hombros de ese chico, Gina? Karîm ni por asomo es igual a mi suegro. No puedes depositar todas tus esperanzas en él.

— Te equivocas, Michael... En principio también pensé mismo, ¿sabes? Pero me equivoqué. Ya tendrás oportunidad de verlo.

— ¿De qué hablas? Ya conozco lo suficiente a Karîm.

Gina Alicia sonrió y no dijo nada más. Abrazó a su esposo y se despidió de él con un beso.

— Debo irme ahora y no quiero que te preocupes por nada. Estaré bien. Cuida a nuestros hijos ¿De acuerdo? Les prometiste que los llevarías al cine hoy.

— Ja… No lo olvidé. Cuídate mi reina, y no me pidas que esté tranquilo, porque no lo estaré si no me llamas al menos una vez y llámame al menos una vez para contarme que estás bien.

— Te prometo que lo haré.

Segundos antes de que Gina Alicia abandonara la casa, se oyeron gritos que provenían desde afuera, qué llamó la atención de todos y quedaron alarmados al percatarse de que se trataba de la voz de Aurora. La madre de Michael, quién también oyó los gritos, fue a abrir la puerta de inmediato.

— Bájame… Suéltame… hubiese preferido que me dejaras prisionera como la princesa de la torre en lugar de que me hicieras pasar esta humillación.

Gregg Akins había llegado a la casa de la familia Bruchhagen cargando a Aurora sobre su hombro desde el coche.

— ¿Qué significa esto? ¿Hermanito, que sucede? Sucede

— Pregúntale a Aurora que sucede. Hazlo.

— Ya bájame.

Akins la bajó finalmente al suelo.

— Intentó escapar de los guardias para seguirme. Dijo que me iría únicamente sobre su cadáver. ¿Cómo puede decir una cosa como esa? Jamás… ¿Me oíste? Jamás...

— Ok... Ok... Tranquilo, cariño —le pidió su hermana mayor—

— Aquí te quedarás porque sé que a Michael no lo vas a desobedecer como me desobedeces a mí. Él no permitirá siquiera que asomes la nariz a la ventana, ¿cierto, Michael? Espero que tengas los pantalones bien puestos para detener a esta niña.

Michael Bruchhagen quedó petrificado. Casi sin palabras, al igual que sus padres, quienes también se encontraban en la casa.

— Ahora reafirmo que eres un infame y un déspota sin escrúpulos.

— Mmm... Y yo reafirmo que no me importa lo que me digas. Te quedarás aquí dónde sé que estarás protegida y con el doble de vigilancia. Y te advierto Aurorita que no intentes escapar para seguirme porque afuera dejaré a media docenas de guardias custodiando la casa ¿De acuerdo? Copito tú también te quedas cuidando Aurora.

— Hermanita, di alguna cosa. Defiéndeme. Papito Michael, no te quedes quieto y callado como una estatua.

— Aurorita, tú no puedes acompañarnos. Eso ni pensarlo. Tendría yo que estar muy loca para permitir una cosa como esa. Hiciste muy bien en traerla aquí, cariño. Debí haberlo pensado yo antes.

— Es él en verdad — Se ve muy diferente —susurraban los señores Bruchhagen— — Tampoco es que lo hayamos tratado demasiado, pero era un chico muy tímido y callado, ¿cierto? — Tal cual lo fue Paula, a quien Dios la tiene en su gloria. No quiero imaginar cómo se podrá Judith en cuanto ves al chico. — Cómo se pondrá Judith en cuanto vea que al chico repentinamente se le despertaron todos los genes dormidos de Said Majewski.

— No te atrevas a llamarme cuando necesites de mí porque no te contestaré.

— Deja de amenazarme, mi ángel. Estoy cuidando de ti. Lo hago por tu bien.

— Soy yo quién debe cuidar de ti, ¿lo olvidas?




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