La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

LA SOMBRA

— ¿Qué haces maldito psicópata? Ayuda… Quiere matar a mi hermano. Que alguien me ayude, por favor —suplicaba incesantemente la voz de una joven—

Se trataba de Isabella Majewski a la que nadie, pero absolutamente nadie y bajo ningún sentido, esperaba en aquel lugar. Dispuesta a hacer lo que sea con intenciones de defender a su hermano, la joven se abalanzó desde atrás sobre Einar Steen sujetándolo con los brazos, del cuello.

— Suelta esa daga, maldito demente.

Sin intenciones de forcejear, el ex agente soltó la daga y ambos cayeron al suelo. Akins logró incorporarse de inmediato. Los observó por un par de segundos y comenzó a reír sin parar observando a su maestro.

— Maestro Chung, ahora no habrá técnica que libere al ex policía de esto —prosiguió mientras aplaudía y más y más reía.

— Guarda silencio, muchacho. ¿Piensas que todo esto es un juego?

— Pues sí, maestro. Solo estábamos practicando como usted quería.

— Esas no son las prácticas que yo les he enseñado. No digas tonterías.

— ¿En verdad pensó que ese cobarde iba a matarme? No solo es un cobarde, también es un tramposo. Usted nunca nos enseñó TAE con manejo de elementos, en cambio, él los utiliza.

— Suéltame Isabella. ¿Te volviste loca?

— El loco eres tú. Eres un psicópata. Ibas a incrustar una daga en el cuello de mi hermano.

— Solo estábamos practicando. Ya suéltame, me estás ahogando.

— Eso es lo que quiero y lo que mereces. Quiero que te ahogues.

— Muchacho, no me caben dudas que esa joven es hermana tuya —dijo el maestro mientras también los observaba—

— Mmm… Mi hermana y la espina en el corazón del ex policía. Ahora mismo también un nudo en su garganta.

Para Akins todo aquello le resultaba divertido y no dejaba de reír. Podía permanecer allí por largos minutos disfrutando de aquella bochornosa escena, sin embargo, una extraña sombra tras las cortinas de una puerta llamaron abrumadoramente su atención, apartándolo por completo su divertida distracción.

Decidido a ver de quién se trataba, fue con veloces pasos hasta la puerta. Con brusquedad abrió las cortinas y ver que no había nadie en el lugar, fue su extraña sorpresa.

— ¿Muchacho, que sucede? —le preguntó el maestro Chung quién lo había seguido—

— Alguien estaba aquí. Estoy seguro. Vi la sombra de una persona tras estas cortinas, maestro Chung. Tuvo que haber salido por este pasillo. Alguien nos está siguiendo para espiarnos.

Sin resignarse, Akins recorrió el pasillo que lo llevaba hasta un corredor destechado con acceso a un portón secundario del gimnasio. No logró ver a nadie. El lugar estaba vacío y silencio. Regresó hasta el salón de entrenamientos. Einar Steen e Isabella finalmente habían dejado de forcejear y del suelo se incorporaron. La voz de la joven había alertado al dueño del gimnasio y acudió el lugar, pero el maestro Chung le explicó el malentendido pidiéndole perdón por lo que había sucedido. Apenas el dueño se hubo marchado, un brazo de su hermana Akins tomó descontrolado exigiéndole que le dijera quién la había acompañado.

— ¿Qué te sucede? Estás lastimándome Karîm.

— Contesta mi pregunta.

— Nadie lo hizo. Vine sola en taxi.

— ¿Cómo supiste dónde me encontraba?

— Eres un paranoico. Ya suéltame.

— Habla —desgañitó el chico sacudiéndola Con brusquedad—

Einar Steen deteniéndolo intervino.

— Oye… ya basta. ¿Qué demonios te sucede ahora? Hace apenas unos minutos estabas riendo y de la nada te pones de nuevo como loco.

— Había alguien tras las cortinas de esa puerta —contestó Akins señalando el lugar con el dedo— Si nadie siguió a Isabella, entonces te siguieron a ti. Tú mismo afirmaste que los hombres de Dabir Kazım seguían tus pasos.

— Imposible. Como siempre he tomado todas las precauciones para venir hasta aquí ¿Por qué no pudieron haberte seguido a ti? Dime…

— A mí nadie me ha seguido porque también he tomado todas las precauciones.

Con la cabeza dándole vueltas y sin comprender el motivo de aquella discusión entre ambos. La joven Isabella decidió concretar de una vez la razón por la cual había venido hasta allí. Tomo de su bolso un papel doblado que guardaba. La extendió y la embistió al pecho de su hermano.

— Volví a la mansión y como no estabas allí, tuve que suplicarle a Waldo para que me dijera dónde podía encontrarte. Te había dicho que solucionaría el problema en el que te habías metido y fue lo que hice. Solo deseaba darte un poco de alivio, Karîm, pero tú en verdad no mereces nada bueno de tu familia. Tú puedes hacerlo todo solo en este mundo sin ayuda de nadie. No necesitas de los demás, y ahora ya lo entendí.

Triste, dolida y con lágrimas en los ojos, Isabella Majewski abandonó el gimnasio. Segundos más tarde, Einar Steen fue tras ella. En los alrededores no había un solo taxi que pudiera llevarla de regreso a su apartamento, y al intentar llamar uno notó que su teléfono móvil se había quedado sin pila.




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