La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

EN LO ALTO DE LA VIDA

ELEMENT YOGA – ESSEN

Oculto tras las cortinas que cubrían la puerta de la salida alterna o de emergencia, había esperado durante horas la presencia de su hijo. Nunca faltaba al gimnasio para sus prácticas con el maestro, por lo que sabía que cada segundo de espera la pena valdría.

— Maestro Chung, estoy aquí.

— ¡Muchacho, finalmente llegas! Por momentos pensé que ya no vendrías hoy.

— Siempre vengo maestro, aunque a veces no tenga ganas de entrenar.

— ¿Y esa alegría? Ayer saliste de aquí muy molesto y quede preocupado. Ahora llegas alegre y sonriente como si nada hubiese pasado.

— Maestro Chung, traje a alguien conmigo para que la conozca.

— ¿A quién?

Sin contestar, el joven Akins retrocedió de nuevo hasta la puerta para tomar una mano de su abuela e invitarla a pasar.

— Ella es mi abuela Elwira y la traje porque desea aprender a cocinar Bibimbap. Le dije que es mi plato favorito y como iré a vivir con ella unos días me lo preparara. Claro, si usted le enseña a cocinar.

Dibujando una sonrisa que no le cabía en el rostro, Elwira Majewski respondió al saludo del maestro, quien le daba la bienvenida con reverencias.

— Es un honor maestro Chung. Oigo hablar a mi nieto de usted y siento cuánto lo quiere en verdad.

— El honor es toda mía, señora Elwira. Por favor pase. Es usted más que bienvenida.

Aquel corazón deteriorado que a través de un marcapasos latía contra su voluntad, parecía a punto de salirse de su pecho al ver a su madre. Con amargas lágrimas de culpa irremediable la seguía con la mirada e intentaba retener cada melodiosa palabra que de ella emanaba.

Luego de haberles ofrecido asiento, el maestro Chung les invitó té y panecillos. El joven Akins nunca se negaba al té y a los panecillos que preparaba el maestro, y la señora Elwira Majewski aceptó la invitación con gran gusto.

— No conseguí en todos estos años que este muchacho devore otros platos como el de Bibimbap. Es muy sencillo y estoy convencido de que lo aprenderá en un par de horas.

— Eso no lo dude maestro Chung. Yo aprenderé rápido todo lo que le guste a mi niño. Solo espero no estarlo molestando.

— De ninguna manera. Usted no se preocupe pensando en eso.

— ¡Señora Elwira! Qué gusto verla y por aquí. No me lo hubiera imaginado —irrumpió la voz del ex agente llegando al gimnasio repentinamente—

— Vaya…. Este día lo daba por perdido con ustedes dos —exclamó el maestro mientras la señora Majewski intentaba mantener la compostura ante aquella no tan agradable presencia—

Pese a haberlo conocido desde pequeño y conocer al igual toda la triste y turbulenta historia que le rodeaba. Pese a ser hermano de su nuera Anna y padre de su bisnieta Paulita, no lograba sacar de sus recuerdos el macabro plan que en complicidad con su nieta Gina Alicia habían ideado la falsa muerte y un posterior funeral de su nieto para acabar alejándolo de su familia durante tres largos años teniéndolo y hasta ese entonces con absoluto paradero desconocido.

— Para serle sincero maestro no vine con ánimos de entrenar hoy. Podemos dejarlo para mañana.

— ¿Entonces fuiste tú? ¿Tú le hiciste ese moretón en la cara a mi nieto? ¿Qué clase de entrenamiento es ese maestro Chung?

— Disculpe usted señora Majewski, pero la violencia no forma parte de mis entrenamientos y este par lo sabe muy bien. Que hasta el día de hoy sigan sin respetarse el uno al otro es algo que no he podido solucionar en ellos.

— Señora Elwira no tiene que molestarse conmigo. Este tipo de afectos entre su nieto y yo es mutuo. Se lo aseguro.

Sin decir siquiera media palabra y habiéndose llevado un trozo de panecillo a la boca el joven Akins no despegaba sus ojos del ex agente. La señora Majewski pidiendo hablar un momento a solas con Einar Steen se puso de pie repentinamente.

— No me veas así cariño que lo que tengo que hablar con Louis no tiene nada que ver contigo. ¿Me disculpa unos minutos, maestro Chung?

— Adelante.

La mujer antepuso sus pasos en dirección a la puerta que daba a la salida de emergencia, y con pasos lentos el ex agente fue tras ella deseando que a Said Majewski no se lo hubiese ocurrido salir de la casa antigua de Kettwig y allí de nuevo estuviera.

— ¿Sobre qué desea hablar conmigo?

— ¿Mi nieta ya sabes que estás aquí?

— Me pidió hablar conmigo para hacerme esa pregunta?

— ¿Sí o no? Solo dime.

— Su nieta ya sabe que estoy aquí. Y si desea saber un poco más. También pude conocer a mi hija. Aquella a quien Isabella tenía pensado ocultármela.

— Es bueno saberlo, Louis. Yo nunca estaré de acuerdo con que los niños deban sufrir por los errores de los adultos. ¿Y entonces, ahora que tienes pensado hacer?

— ¿Hacer sobre qué? Si se refiere a mi hija, yo ya le dejé muy en claro a Isabella que no me prohibirá verla. Ella puede hacer con su vida lo que se le venga en gana, pero a Paulita la veré las veces que yo quiera.




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