La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

EN SUS OJOS

APARTAMENTO DE ISABELLA MAJEWSKI

— Señorita, finalmente llegó. ¿Dónde se encontraba, por Dios? Sentí tanta preocupación —expresó la acongojada niñera de la niña Paulita, ni bien abrió la puerta— Por cierto. ¿Dónde está?

Sin contestar, la joven Isabella dio unos pasos para ingresar. Segundos más tarde, con el rostro apenas visto por la capucha que lo cubría ingresó Einar Steen con su pequeña hija en brazos. La niñera, anonadada, por un par de segundos quedó sin palabras.

— ¿Señorita, me cuenta qué está pasando? ¿Se encuentra usted bien?

— Se supone que no debería estar bien, Sarah.

— ¿Cómo dice?

La joven se puso de pie. La niñera la observó y posteriormente miró de reojos al ex agente.

— Debería estar maldiciendo como nunca mi mala suerte —prosiguió haciendo mueca de desagrado mientras observaba de pies a cabeza al padre de su hija—, pero estoy feliz.

— ¿Está feliz?

— Lo estoy. Me sucedió algo que jamás habría imaginado ni en el mejor de mis sueños

— ¿Y qué fue lo que le sucedió?

— Mmm… ojalá pudiera compartirlo contigo, pero es un secreto. Oye, necesito que te quedes con mi hija ahora. Cuando sienta hambre puedes prepararle el mix de frutas que tanto le gusta. ¿De acuerdo?

— Por supuesto, señorita. ¿Dígame cuando he descuidado a mi pequeña?

— Puedes darle mi hija a Sarah ¿Qué esperas?

Despidiéndose de la pequeña, Steen se apartó por un momento la capucha para llenarla de besos.

— Cuando vuelva por ti te traeré una bolsa llena de los dulces que más te gustan. ¿Quieres?

— Si…

— ¿Los dulces que más le gustan? ¿De qué estás hablando? Paulita tiene prohibido comer dulces. ¿Ahora te crees también con libertad de corromper a mi hija?

— No digas tonterías. Le traeré a mi hija todos los dulces que ella quiera y no me los vas a prohibir —le replicó el joven volviendo a colocarse la capucha mientras la pequeña, sonriente, se despedía de su padre con gestos de mano.

— A mi regreso hablaremos muy seriamente, Sarah. Espero no tener que confirmar que tú consentías que este idiota se acercara a mi hija.

— ¿Cómo se le ocurre, señorita?

— Deja en paz a la niñera, odiosa. Que ella cuida a mi hija mucho mejor que tú.

— ¿Cómo te atreves?

— Mejor vámonos que no tengo ganas de seguir con tus disparates.

— Debo irme, cariño. Te portas bien. ¿De acuerdo? Tschüss!

Finalmente, y sin más tiempo que perder, Isabella y Steen se marcharon rumbo a concretar aquello que Said Majewski les había ordenado.

 

ELEMENT YOGA – GIMNASIO

Sentado en la acera del gimnasio con su mochila en la espalda y un bolso con alguna de sus pertenencias de un lado, se encontraba el joven Akins. Aún quedaba alrededor de una hora para que el maestro Chung diera inicio a sus clases del día, y no podía ir a buscarlo, pues ni siquiera sabía dónde vivía.

Sobre su cabeza, una tarima de cemento yacía. La cual unas cuantas escalinatas poseía. De repente, pequeñas piedrillas le caían que le causaron curiosidad y levantó la cabeza sin sospechar lo que vería.

Sobre la tarima de cemento era la joven Aurora quien le sonreía. Quien con gran prisa y siempre acompañada de su inseparable Copito de nieve, los escalones descendía.

Con una mochila a sus espaldas y una revista que sostenía con gran recelo, Aurora se acercó al joven dándole un abrazo y en ambas mejillas persistentes besos.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó el chico observando si la pequeña había traído a los guardias consigo—

— También me da gusto verte el día de hoy, corazón mío.

Sin réplica alguna, el chico volvió a tomar asiento sobre la acera.

— No me hables si no quieres. Conmigo será suficiente —decía mientras le enseñaba la portada de la revista que traía— Mira, Karîm. Ya estoy en la portada del mes y en las principales páginas de una de las revistas más importantes de toda Europa. ¡Qué emoción!

— Mhmm... Claro, y yo preguntándome cómo y por qué razón gente tan asquerosa y nefasta pone sus ojos en ti.

— ¿Qué dices?

— Nada… espero que disfrutes de tu nuevo éxito como modelo, pequeña mentirosa.

— Oye, no soy modelo, y deja de llamarme mentirosa. Soy la nueva imagen de una marca de perfumes muy importante y reconocida.

— ¿Y qué diferencia hay? Estás en la portada de una revista. Saldrás en televisión con ese anuncio publicitario. Serás también portada en los principales sitios web. Pondrán tu imagen en las principales avenidas de las principales ciudades de toda Europa, y tú me dices que no eres modelo —prosiguió visiblemente alterado, arrebatándole la revista y abriendo una de las páginas— Mira… ¿Esto es no ser una modelo? Mira como te han. Maquillado. Y mira el modo en que han vestido.




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