La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

DE VUELTA A TI

UNIDAD CENTRAL POLICIAL – ESSEN

Acompañada de su chofer, de su abogado, y de sus guardias que la seguían con sus respectivos coches desde atrás, Gina Alicia llegó finalmente a la Unidad Central Policías. Su intención era arreglar la situación de su hermano lo más pronto que se pudiera, sin embargo un cúmulo de reporteros de diversos medios de encontraban expectantes en la vereda.

— ¿Qué significa esto? —preguntó Gina Alicia dirigiéndose al guardia y al chofer—

— Son reporteros, señora —contestó el guardia quién yacía sentado en el asiento de enfrente junto al chofer—

— Veo claramente lo que son, ¿pero qué hacen aquí?

Al notar que la turba se les venía encima, el chofer intentó una rápida maniobra intentando estacionarse en uno de los costados de la UCP, sin embargo ya fue demasiado tarde. Los reporteros de diversos medios de prensa acabaron descubriendo el coche que prontamente fue rodeado. Los guardias que venían detrás descendieron de sus respectivos y entre el montón se aprisionaron.

— Apártense por favor. Apártense —repetían una y otra vez los guardaespaldas en lo que Gina Alicia deseaba con todas sus fuerzas no tener que bajar.

— ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Por qué toda esta gente está aquí? Seré portada de todos los medios mañaneros ingresando a una Unidad Policial... ¡Qué horror! —decía lamentándose y zapateando dentro del coche—

— Señora, tenemos que bajar —sugirió el abogado sentado junto a ella—

Gina Alicia respiró profundo. Se acomodó el cabello y volvió a zapatear.

— Las cosas que tengo que hacer por ese chico. ¿Y todo para qué? Para que luego tenga el atrevimiento de llamarme diabla.

Respiró profundo por segunda ocasión y finalmente del coche descendió. Sus guardias la rodearon intentando que ningún reportero la interrogara siendo el abogado quién diera la cara y tuviera la palabra.

En esas, otro coche se acerca al lugar. Uno tipo furgón del cual descienden casi media docena de guardias. Al percatarse de quién se trataba, los reporteros se alejaron de Gina Alicia y presurosamente se agolparon al furgón hambrientos de noticias.

— ¿Aurorita?

— Camine, señora. Aprovechemos este momento para ingresar —le aconsejó uno de sus guardias—

Gina Alicia llegó hasta el acceso de la unidad, sin embargo prefirió quedarse allí presa de la curiosidad por lo que su pequeña hermana fuera a decir.

Con Copito de Nieve en una mano y apartándose lentamente las gafas con la otra, a todos los reporteros que la rodeaban se dirigió.

— Señores, no daré declaraciones ahora. Les suplico que respeten estos momentos.

— Señorita Majewski, señorita Majewski… ¿Entonces los rumores son ciertos? Es su novio quien se encuentra retenido allí dentro.

— ¿Qué? ¿Cuál novio? —decía Gina Alicia mientras oía—

— ¿Se trata del nuevo dueño de Mawal Company?

— ¿Gregg Akins y usted están en una relación, señorita Majewski?

— Señores, necesito que me dejen pasar y respeten mi privacidad. Les prometo que yo misma los mantendré informados de todo ni bien solucionemos este desafortunado episodio.

— Déjennos pasar. Abran paso… Permiso. Abran paso, señores.

Los guardias rodearon por completo a la joven y finalmente lograron acercarla hasta el acceso de la UCP.

— Definitivamente yo crie a un pequeño monstruo y vengo a enterarme recién en estos precisos momentos. Akins es el único que piensa que eres un angelito enviado del cielo —le dijo su hermana mayor Gina Alicia esperándola de brazos cruzados.

— Precisamente porque tú me criaste soy de este modo, hermanita.

— Te mucho cuidado como me hablas que tengo ya suficiente con ese muchacho insolente. Ya te agarraré en la casa para conversar muy seriamente.

Desde que lo habían puesto en la sala de detenciones, el joven Akins no formuló palabra alguna pues pese a esa cabeza revuelta, las últimas palabras del maestro Chung las tuvo muy en cuenta.

— “Guarda silencio, muchacho. No te atrevas a decir una sola palabra hasta que llegue tu abogado”

Pensando que aquel abogado nunca llegaría y resignado a tener que pasar la noche en aquella comisaría, el joven Akins tomó una silla y fue a sentarse junto a unas antiguas máquinas de copiar en la más lejana de las esquinas. Allí encontró un trozo de papel y mientras recordaba la voz de su pequeño ángel cantando para él, un winged heart se puso a tejer.

— ¿Dónde está? ¿Dónde lo tienen, torturadores?

— El maestro Chung debería resignarse y dejar que me encierren en un manicomio —decía el chico riendo consigo mismo luego de oír la voz de Aurorita cómo si realmente estuviese allí—

Akins terminó su pequeño origami y la guardó en el bolsillo de la camisa para regalársela a su pequeña en cuanto la viera.

— Exijo que me digan donde lo tienen.

— Aurora, cálmate. Deja de gritar. El abogado se encuentra tramitando todo para que lo dejen ir con nosotras.




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