La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

HERIDA

Al son del vals “La Belle au bois dormant”, Odette y Siegfried bailaron por todo el salón, y el recitado de sus votos sagrados, por los altavoces de las torres, para toda la gente se oyó.

— ¡Mi reina Odette! En este mundo donde nada es imposible, he cumplido finalmente todas las promesas que te hice, y el día de hoy con mis votos de amor, rezaré nuevas promesas para ti. Yo, Jan Siegfried Willemberg prometo respetar tu silencio y compartir contigo siempre todas mis confidencias.

Respetar tu silencio...

Respetar tu silencio…

Respetar tu silencio...

El repentino eco de su propia voz, a Jan Siegfried le pareció abrumador.

Observó un cielo oscurecido y gotas de sangre que caían y manchaban las alas relucientes de su ángel, quien con ojos de tristeza lo observaba.

Todo oscureció a su alrededor. El castillo quedó en ruinas. Las Nubes y El Amanecer habían perdido su color. Aquel mundo mágico donde nada era imposible, desapareció.

— ¿Odette? ¿Mi ángel, dónde estás?

— Sigfrido… —oyó repentinamente sus gritos—

Él volteó a ver, pero por ningún lado su ángel se encontraba. Su voz llamándolo, apenas escuchaba. Intentó correr para buscarla, pero sus pies se hundían en la nada. En el mismo pozo oscuro, frío y vacío. Entre hojas podridas y sus manos y pies que desaparecían.

— Odette…

Akins despertó. Al abrir sus ojos, sonriente a Aurora junto a él observó.

— Aquí estoy, mi luz nocturna. ¿Dime cómo te sientes? —le preguntó secando con un paño húmedo el sudor de su frente— El doctor dijo que tú herida no fue grave y que no tardarás en reponerte. Perdiste mucha sangre, pero pudieron reponértela. Si te hubiese faltado sangre habría tenido que llamar a Isabella para que te devolviera la que alguna vez le prestaste.

Feliz de haber despertado de aquella horrible pesadilla, de tenerla encima velando por él y de oírla hablar sin parar, era sin duda alguna lo mejor que le pudiera pasar.

MANSIÓN DE BYFANG

— ¡Bravo, genio! ¡Bravísimo! —exclamó el joven Ihsân al toparse con Waldo en uno de los pasillos a los accesos alternos de La mansión—

— ¿Qué demonios fue lo que hizo?

— Exactamente lo que debía hacer para que se te ocurriera semejante genialidad. Debo decir que no me lo esperaba, la verdad.

— ¿Le encajó un puñal al jefe, y se atreve a bromear al respecto?

— No estoy bromeando de ninguna manera. Akins es de los que pierde la conciencia en cuestión de segundos siendo capaz de cometer atrocidades. Estuvo a punto de estrangularme, por lo tanto no tuve otra alternativa, pero no debes preocuparte, que estará bien. Luego de esto, mi primo debería ascenderte de puesto. Sí eso sucede, no olvides darme un poco de crédito.

— Imagino que es consciente de que el jefe no dejará las cosas de este modo.

— Él no hará nada. Entiendo que ha quedado un poco perturbado luego de lo sucedido en el restaurante, pero al salir de ese hospital, todo seguirá como antes, y en gran parte gracias a ti que tuviste la brillante idea de decirle a la PFA que fue herido tras ser secuestrado en el Chefs & Butchers. Si las declaraciones tanto la de Aurora como la de Akins coinciden plenamente con la tuya, nos habremos librado todos de ese suceso.

Los días de Khaleb Hafez no volvieron a ser los mismos desde que lo vio mezclado en la oscuridad en forma de espectro. Fue real y lo presentía. Ver a Yasâr Hasnan nunca se trató de un sueño como otras tantas veces lo había creído, y todo fue cuestión de paciencia para corroborarlo con sus propios ojos, a la luz del día.

— Estuviste allí siempre. Fuiste real, Yasâr —decía Khaleb Hafez quien finalmente tuvo la oportunidad de confirmar su descabellada y casi improbable sospecha— Estás vivo… estás vivo…

Luego de acudir varias veces a las cercanías de la antigua casa de Kettwig, volvió a ver a Said Majewski a quien siguió en dos ocasiones hasta dos hospitales distintos. Una en su fugaz visita al ex agente Einar Steen, y un par de días después a su hijo tras haberse enterado de que en extrañas circunstancias había sido herido.

Pasando desapercibido como un paciente más en el pasillo, Said Majewski intentaba enterarse de lo ocurrido. Un poco más alejado y en las mismas circunstancias, Khaleb Hafez, lo más atento posible le seguía los pasos.

Aurora quien solo se había separado de Akins una sola vez para ir por alguna de sus pertenencias y darse un baño, retornó al hospital lo más pronto que le fue posible. La misma quien se encontraba siempre escoltada por sus guardias y en aquella ocasión también por el subjefe, retornaba del comedor cuando se encontró en la puerta de la habitación de Akins con dos miembros de la PFA.

— Señorita, aquí los hombres desean información sobre el estado de salud del jefe para poder interrogarlo.

— ¿Cómo se atreven? —dijo la joven con tono elevado bajando en el asiento del pasillo la bandeja de alimentos que traía consigo— Hay un hombre herido allí dentro que casi pierde la vida por salvar la mía en vista de la incompetencia de la PFA, y ahora resulta que aparecen aquí deseando interrogar. Sepan que no lo permitiré.




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