La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

HUELLAS

Sentado sobre un banquillo en las afueras de la unidad fiscal de la PFA, Akins había decidido no ir con su hermana Gina Alicia y quedarse a esperar a que Aurora en compañía del abogado salieran del establecimiento.

— Si me detienen, Waldo, sería al menos el fin de mis pesadillas en este lugar. Tendré tiempo de sobra tras las rejas para meditar y buscar un poco de paz.

— ¿Por qué piensa que van a detenerlo? Perdóneme que se lo diga, pero dudo que corra con esa suerte.

Transcurrieron los minutos y Akins vio pasar a Aurora rumbo al coche, rodeada de sus guardias, una vez más, sin siquiera voltear a verlo. El abogado Evergard se acercó a Akins quien se puso de pie de inmediato.

— No veo a ningún oficial detrás de usted. ¿No van a detenerme?

— ¿Qué dice, joven? ¿Por qué razón lo habrían de detener si todo ha salido bien? Afortunadamente la declaración de ambos resultó como debía ser. Aunque debo decirle que me dejó algo inquieto lo último que le dijo al fiscal. ¿Qué lugar es ese que le mencionó? ¿Por qué razón lo hizo? Si contamos con una declaración establecida es muy importante que la respete, por si no lo sabía.

— Lo hice para sacármelo de encima. Le aseguro que por un buen tiempo no sabremos nada de ese fiscal y de ese modo usted tendrá el suyo a entera disposición para preparar mi defensa como corresponde.

— Joven Akins, está expresándose usted de tal modo como si en verdad hubiese cometido algún delito.

— La diabla me dijo que es usted uno de los mejores abogados del país y que durante años ha sido el abogado de la familia. ¿Alguna vez defendió a Yasâr Hasnan? Si lo hizo no pudo haber tenido mayor desafío en toda su carrera que ese.

— Su padre nunca enfrentó a la justicia, joven Akins. Nunca pisó una fiscalía. Mi rol de abogado con la familia Majewski siempre ha sido desempeñado en otros aspectos legales como la sucesión de las navieras, por ejemplo.

— ¿Lo oíste, Waldo? —preguntó con una sonrisa sarcástica observando a su guardia— Yasâr Hasnan es un asesino, sin embargo nunca pisó una fiscalía. Definitivamente me ha tocado la mala suerte de un aprendiz.

Observándolo atentamente, el abogado Evergard frunció el seño.

— Joven Akins, si usted no ha sido del todo sincero conmigo, le suplico que lo sea. Si no es así acabaré topándome con situaciones que difícilmente podré revertir. Nos encontramos ante uno de los mejores fiscales de toda la región. El fiscal Lutič ha tomado y resuelto casos realmente complejos y no en vano lo dejaron a cargo de esta misión.

— Pues para mí ese fiscal es un imbécil más. Ahogado probablemente en toda la cúpula corrupta, por lo tanto me tiene sin cuidado. De todos modos usted y yo tendremos ocasión de hablar como corresponde. No se preocupe por eso.

— Espero en verdad que así sea. Por mi parte, lo mantendré al tanto sobre todo lo relacionado en torno a las investigaciones.

Akins asentó

— Hasta entonces —se despidió el abogado—

MANSIÓN DE BYFANG

Akins acostumbraba a ingresar siempre por el acceso secundario de la mansión para dirigirse directamente a la sala de monitoreos.

— Ese demonio hacía exactamente lo mismo —oyó el chico una voz inesperada, y volteó a ver—

— Era como una sombra que se escurría en todas partes. En cualquier parte, y tú estás caminando por donde solo ha dejado huellas de caos y destrucción. ¿Por qué volviste a este lugar? No debiste hacerlo.

Se trataba de la señora Judith Stenzel a quien Akins ni siquiera recordaba. La observó con atención por un par de segundos buscando entre sus recuerdos de quién se trataba.

— Disculpe. ¿Nos hemos visto en algún lugar?

— Esa mirada que cargas no me gusta para nada. Tú no eres como ese demonio. No naciste para serlo. Tu madre estaría muy triste. Serías una gran decepción para ella.

En esos instantes, un fugaz recuerdo impactó repentinamente la memoria del joven.

— Ahora ya la recuerdo. La vi una vez. Usted llegó a la mansión durante una fiesta celebrada para Aurora. Se acercó hacia mí y dijo cosas muy extrañas. Luego discutió con la señora Elwira. Usted lo sabía todo y guardó silencio igual que los demás.

— Eso es verdad, pero tenía la esperanza de que Gina se encargara de decirte todo lo que debías saber. Era a ella a quién le correspondía hacerlo.

Con una sonrisa sarcástica, Akins negó con la cabeza.

— Por supuesto. De ese modo todos se lavaron las manos, pero ahora se atreven a acecharme cuestionando mis pasos. Mi madre no estaría triste por mí. Si fue feliz al lado de Yasâr Hasnan aún sabiendo todos sus secretos. Aún habiéndome separado de ella siendo tan solo un bebé, nada en lo que yo me convirtiera la pondría triste.

El chico dio media vuelta para ingresar.

— Todavía estás a tiempo. Vete de aquí. Regresa al lugar de donde viniste. No conviertas tu vida en una pesadilla que arrastrará a toda tu familia. Ya lo hizo el demonio de Yasâr Hasnan. No repitas la historia.

Sin prestar más atención a las palabras de su tía Judith, Akins ingresó finalmente. Llegó hasta la habitación de monitoreos en compañía de Waldo quien para ese entonces se había convertido ya en su sombra siguiéndolo desde atrás.




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