La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

FALSO EXPEDIENTE

MANSIÓN DE BYFANG

De tarde, casi entrando la noche, Akins junto con su pequeño sobrino Ezra y su primo Ihsân retornaban a la casa. A poco de llegar, Waldo recibe un llamado del subjefe de guardias para advertirle que el fiscal Lutič en compañía de un par de oficiales se encontraban en la mansión solicitando una reunión inmediata con Gregg Akins.

El guardia principal solicitó al chofer que estacionara a un costado unos minutos antes de llegar.

— ¿Qué sucede, Waldo?

— El subjefe acaba de comunicarse conmigo. El fiscal Lutič cayó de sorpresa en la mansión y pide una entrevista con usted.

— No es cierto —irrupió el joven Ihsân—

— Lo mejor será que pase al otro coche —prosiguió Waldo refiriéndose a Ihsân— Ingresará a la mansión con los guardias para pasar desapercibido.

Waldo se comunicó con los guardias que venían atrás para que detuvieran la marcha y de ese modo el joven Ihsân, de coche se pudiera trasladar.

El chico así lo hizo y posteriormente continuaron su marcha hasta la mansión de Byfang.

— ¿Tío, sucede algo malo?

— Nada malo. No te asustes. Cuando lleguemos ingresarás de inmediato a la casa. Apuesto a que tu madre ya está esperándote con ansias.

— Tío, le contaré a mi madre todo lo que sucedió en el gimnasio y que entrenamos juntos.

— Hazlo… Cuéntale todo lo que practicamos.

Muy lejos de verse preocupado, Akins a su sobrino le sonrió. Minutos más tarde ingresaron a la mansión. Uno de los guardias descendió y abrió la puerta del coche furgón. El pequeño Ezra, vestido con su atuendo de taekwondo al igual que su tío, tomó su bolso y su mochila y bajó.

— Acompaña a Ezra, por favor —pidió Akins a uno de sus guardias— Su madre ha de estar esperándolo ya en la entrada.

— Cinturón negro… Woow!!! —exclamó el fiscal Lutič dando unos pasos hacia el joven, observándolo de pies a cabeza— Eso no me lo hubiese imaginado ni remotamente, señor Akins.

— Fiscal Lutič, ha de tener usted un asunto muy urgente que indagar para que se presente aquí y de manera tan sorpresiva —habló el chico dando pasos por delante del fiscal y sus dos oficiales haciéndole señas a Waldo para que los siguiera— Pasen por favor.

Akins los condujo en dirección al antiguo despacho. Los oficiales al igual que el guardia principal, en los pasillos se quedaron.

— Me perdonará por traerlo hasta aquí para conversar, pero me siento más cómodo en este lugar. Era un antiguo despacho que lo transformé en mi espacio de meditación y de entrenamientos, como puede ver.

— ¿También practica la meditación? Interesante…

— Fue la manera que encontró el maestro Chung para que yo pudiera controlar un poco la voz de mi cabeza.

El fiscal Lutič observó todo su alrededor y posteriormente tomó asiento sobre una de las butacas que yacía en el lugar.

— ¿La voz de su cabeza?

— ¿Me dirá a qué ha venido? —preguntó sin contestar—

— ¿Qué le sucedió en la mano?

— Rompí un espejo con el puño.

— ¿Acaso tiene problemas de ira, señor Akins?

— Acabo de decirle que oigo una voz en mi cabeza que difícilmente logro controlar en ocasiones.

— ¿Padece de algún trastorno?

— Si tan interesado está en mi salud mental, señor fiscal, puedo facilitarle copias de todos mis expedientes médicos.

— De acuerdo… iré al grano en vista de que acaba de mencionar la palabra expedientes médicos. Esta tarde recibí el suyo del Alfried Krupp Hospital, señor Akins, dónde consta y figura que su ingreso se debió a una herida de arma blanca y no a un arma de fuego. Usted en su declaración afirmó que sus secuestradores lo dejaron tirado cerca de la antigua casa de Kettwig y se marcharon no sin antes herirlo de un disparo. Está de más decirle entonces qué su versión no concuerda con el expediente médico del Alfried Krupp Hospital. ¿Tiene algo que aclarar al respecto?

Sin medir palabra alguna, Akins negó con la cabeza.

— ¿Está seguro? ¿Usted mintió en su declaración, sin embargo, no tiene nada que decir?

— ¿En verdad es ese el motivo que lo trajo hasta aquí a estas horas?

— No intente minimizar la situación. Me encuentro aquí precisamente porque me resulta una situación muy sospechosa el hecho de que haya mentido en su declaración.

— Le encanta mucho en verdad perder el tiempo donde no debe, señor fiscal, pero si tanto le aflige este pequeño detalle, le diré lo que sucedió y posteriormente me dejará en paz.

— Mhm… Dudo mucho que eso pueda ser posible mientras no culmine mis investigaciones, pero lo escucho.

— No mentí en mi declaración. Le conté como sucedieron las cosas en realidad. Lo que figura en ese expediente médico no es real. Yo no podía ingresar al hospital y que constara en un documento como ese que fui ingresado por la herida de un disparo sin saber quiénes están realmente detrás y por qué razón lo hicieron. Tengo seres queridos a los cuales proteger, y como usted mismo lo ha mencionado, la familia Majewski arrastra una larga y triste desgracia por causa de los enemigos de Yasâr Hasnan que aun se encuentran presentes acechando e intentando atacar en el momento que mejor les parezca.




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