La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

LA MEJOR JUGADA

B&B HOTEL – DORTMUND AIRPORT

— Estaba pensando en hacer que compartas habitación con tu padre. ¿Qué te parece la idea?

— Acabaré contigo si haces una cosa como esa. ¿Qué te parece eso?

En tono de burla, Akins se echó a reír. Su teléfono móvil comenzó a sonar.

— Ahora se te borrará la sonrisa, principito. Quiero escuchar que le dirás a tu reina de hielo.

— ¿No puede hacer una simple llamada como la gente? ¿Por qué video llamada?

— ¿Por qué crees? Debe vigilarte.

El joven Akins respiró profundo. Se apartó de la recepción del hotel y fue hasta un sofá para contestar.

— ¡Oh, mi luz nocturna! ¡Mi bello príncipe de alas negras!

— ¿Mi ángel, disfrutaste de tus compras?

— Solo he comprado cosas esenciales —contestó la joven, oyéndose de fondo la risa de Amalie quien se encontraba junto a ella—

— Mmm… Me lo imagino.

— ¿Karîm, que lugar es ese? No se parece a ningún sitio de la mansión.

— Tuve que salir a hacer cosas, pequeña. No tienes que estar siempre pendiente de mi. ¿De acuerdo?

— Ah…ah… ¿Cómo no? Eso es tanto como pedirte yo a ti que no estés al pendiente de mí todo el tiempo. O sea, imposible. Amalie y yo acabaremos nuestros Milkshakes y retornaremos a la casa. Te enseñaré todo lo que he comprado.

— Aurora, estar…

— Nos veremos allá, cielo mío.

Antes de que Akins pudiera comentarle sobre el viaje que estaba a punto de hacer, y que estaría fuera por un par de días, tirándole besos, Aurora colgó la video llamada.

— ¡Dios! Espero que no se le ocurra armar ningún berrinche cuando no me encuentre en la mansión.

Akins se puso de pie y se dirigió hasta una de las 3 habitaciones que habían reservado y en la cual se encontraba su tío Najib.

— Tío Najib, tu maleta y tu bolso.

— ¿Mi maleta y mi bolso? —preguntó hundido en confusión—

— Mmm… Haremos un pequeño viaje. Te lo comento yo por si tu hijo no haya tenido la amabilidad de contártelo aún.

— ¿Qué demonios pretendes? ¿Qué viaje es ese?

— No invoques a los demonios, tío, que nunca son un buen presagio. Mejor cuéntame. ¿Dónde aprendiste a disparar de ese modo?

Najib Majewski dibujó en su rostro una sarcástica sonrisa.

— Es increíble que un Hasnan pregunte una cosa como esa. ¿Por eso decidiste secuestrarme?

— En parte sí. Otro buen tirador dentro del grupo no nos vendrá nada mal para nuestro plan de asalto en el puerto de Limassol.

— ¿Asalto? ¿Quieres involucrarme en un asalto? —vociferó sacudiéndose de un lado a otro sobre la silla en la cual sus guardias lo habían amarrado— ¿En qué clase de delincuente te has convertido?

— Es increíble que un Hasnan pregunte una cosa como esa, tío. Haremos un trato y seré breve en mi explicación, en vista de que mi paciencia tiene un corto límite. Tú no solo estarás de mi lado de ahora en adelante. Viajarás con nosotros a Chipre y asaltaremos un cargamento de armas qué desembarcará como contrabando en el puerto de Limassol. Llegará a ese puerto gracias a la hoja de rutas clandestinas trazadas por las navieras Hasnan.

— ¿Sabes? Corrían fuertes rumores de que tenías dañada la cabeza, y tú mismo me lo estás comprobando ahora.

— Tu esposa guardó tus documentos en el bolso que preparó para ti junto con tu maleta. Waldo va a soltarte ahora, y por tu bien te advierto que no intentes escapar ni mucho menos intentar llamar a alguien a socorrerte.

— Mi esposa… No puedo dejar sola a Jennifer. Ella está embarazada y podría parir en cualquier momento. Debo estar a su lado.

— Pues yo vi bastante bien a la Miss Jenny. Y nada cambiará estando un par de días sin ti. Ya ordené que envíen a un guardia para que esté a sus servicios las veces que necesite alguna cosa.

Najib Majewski sintió un peso de angustia intensa en su corazón, pues por razones obvias no confiaba en su sobrino. Aquel chico de engañosa templanza era capaz de reflejar en su mirada mucho más odio de los que había visto en incontables ocasiones a través de su hermano.

— ¿Qué sucedería si me niego a ir contigo? —le preguntó el hombre temiendo de la sospechada respuesta—

— ¿Qué crees que sucedería, tío Najib? —preguntó Akins frenando sus pasos por breves instantes—

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— Espero que Akins envíe a Waldo por nosotras.

— Descarada… ¿Qué haces poniendo los ojos en el guardia de la mansión?

— Há… Descarada tú que me dices una cosa como esa. ¿Acaso tu conciencia te ocasionó una severa amnesia?

— No sigas

— Te enamoraste de tu chofer y guardaespaldas, por lo tanto yo puedo poner mis ojos en Waldo que para mi fortuna no lleva mi sangre.

— A veces eres muy odiosa, Amalie. Eres muy cruel.




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