La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

UN POCO MÁS VIVO

AEROPUERTO INTERNACIONAL DE LÁRNACACHIPRE
Provenientes de un vuelo privado, Akins y la mitad del resto de sus hombres aterrizaron en el aeropuerto de Lárnaca. El vuelo le resultó relativamente tranquilo, sin embargo su habitual agobio al verse rodeado de tanta gente era un sentimiento que nunca lograba reprimirlo.
— Jefe, un par de coches nos espera para trasladarnos al hotel —indicó Waldo, y sin tiempo que perder hasta el Old Port Hotel se trasladaron—
— ¿Saben que país es este? ¿Qué ciudad es esta? ¿Tienen una idea? —preguntó Najib Majewski—
— Yo nunca he estado aquí antes, por lo tanto no tengo idea —le contestó su sobrino— Mientras caminamos hasta el coche, dígame usted qué lugar es este, Dr. Experto sabelotodo.
— Pues te lo diré a pesar de toda esa falta de respeto que espontáneamente emana de ti. Una de cada persona que habita esta isla es extranjera. Predominantemente ru§a. En su mayoría se tratan de magnates millonarios que logran afianzarse aquí, evadiendo las recientes sanciones impuestas por Europa debido a la guerra de U€rani@.
— ¿Cuál guerra? ¿Qué tipo de sanciones?
— Guerra política orquestada por la Uniøn €urope@ en complicidad con los €€.UU y el gran estado inventado por la ØNU, llamado I$r@el —irrumpió Ihsân—
— ¿Tú qué sabes acerca de conflictos políticos, mocoso delincuente? Ni siquiera has culminado la secundaria.
— Sé mucho más que tú y 10 diplomados juntos encerrados dentro de un búnker.
— En la última década —prosiguió Najib ignorando a su hijo— Chipre se ha consolidado como un refugio para millonarios, no solo ru$o§ y bielorru$o$, sino para millonarios de gran parte de toda Asia. Empresas internacionales importantes se han instalado aquí buscando esquivar dichas sanciones impuestas por occidente. Aunque debo decir que este fenómeno viene de conflictos mucho más lejanos qué ha generado un impacto económico positivo a la isla, no solo por sus inversionistas extranjeros, sino por la mafia que aquí impera libremente con el contrabando, el tráfico de armas, personas y el lavado de dinero.
— Resumido en pocas palabras. Un verdadero paraíso —señaló Ihsân—
— Desde luego para un experto delincuente como tú, lo es.
Sorprendido ante todo lo que acababa de oír, Akins frenó sus pasos ante su tío, esbozando una sonrisa.
— En verdad fue un gran acierto haberte traído con nosotros. Esto será realmente interesante. ¿Cierto Ihsân?
— Sabe todo eso porque es un legítimo Hasnan, y por qué la abuela le ha contado mil historias de cuándo su familia la vendió a comerciantes chipriotas que la esclavizaron hasta venderla posteriormente al gran emperador de todo el mediterráneo, Abujamal Saqqad Hasnan —puntuaba el chico mientras al vehículo abordaban—
— Señor, como ya lo habíamos mencionado antes, estaremos hospedados en un hotel distinto al resto de la mitad de los hombres. De igual manera queda muy próximo al nuestro y desde luego, al puerto viejo de Limassol —habló Waldo— De ese modo compartiremos mejores coordenadas desde distintos puntos del objetivo.
Atento a sus palabras, Akins asentó.
— Ni bien lleguemos, te pondrás en contacto con el primer grupo y me mantendrás al tanto de todo.
APARTAMENTO DE ISABELLA MAJEWSKI
Llamaron a la puerta y Julius Tarantino quien se encontraba acompañando en esos momentos a la joven, decidió ir a ver de quien se trataba.
— ¿Tú qué haces aquí?
— ¿Más bien, tú qué haces aquí, imbécil.
Desde la sala, extrañada por lo que repentinamente escuchaba, Isabella fue a ver de qué se trataba. El ex agente Steen, con intenciones de ver a su hija, al apartamento de la joven se había presentado, y desagradable fue su sorpresa de encontrarse con Julius Tarantino cara a cara.
Ambos a los golpes se agarraron, por lo que Isabella de inmediato llamó a sus guardias para separarlos.
— Esta vez acabaré contigo.
— ¿Piensas que te tengo miedo, sabandija?
Los guardias, de ambos brazos al ex agente sujetaron.
— Suéltenme
— Se acabó. Es suficiente. ¿Dime tú cómo te atreves a poner los pies en mi casa y armar estos típicos desmanes de troglodita que posees?
— Que me suelten, malditos ineptos.
Resistiéndose con todas sus fuerzas, Einar Steen golpeó a los guardias y se apartó.
— He venido a ver a mi hija y no me iré de aquí hasta hacerlo.
— ¿Quieres ver a Paulita en verdad?
— ¿Dónde está mi hija? Ve a traerla.
— Será mejor que bajes la voz —le advirtió Julius—
— Será mejor que cierres la boca.
— Quiero ver que logres intentar ver a tu hija si es que te permiten el acceso a la mansión de Byfang.
— ¿De qué demonios hablas? ¿No tienes a mi hija contigo, madre irresponsable y desnaturalizada? —vociferó acercándose a la joven—
Julius lo apartó con un fuerte empujón. Enfurecido, el ex agente respondió y volvieron a agarrarse a los puños.
Los guardias bajo las órdenes de la joven, nuevamente los separaron.
— Sáquenlo de aquí ahora —ordenó Isabella—
— Tú no tienes derecho a hacer lo que haces.
— Por supuesto que lo tengo.
— Paulita es mi hija y eso no lo podrás borrar jamás, Isabella.
— Por supuesto que no, sin embargo en lo que de mí dependa nunca más volverás a ver a mi hija. Por tu bien espero que te hagas a la idea.
— Eso jamás. Me las vas a pagar, Isabella. No te saldrás con la tuya.
— Llévenselo de una vez. ¿Qué esperan?
— Pronto volverás a saber de mí y cuando eso suceda juro que te vas a arrepentir.
OLD PORT HOTELLIMASSOL
En la habitación del hotel y sintiéndose finalmente del mundo exterior aislado, Akins apartó algunas prendas de su maleta y se metió a darse un baño.
Dentro de sí mismo, bien no se sentía. Era algo habitual en él, sin embargo pensó que quizás luego de un breve descanso se repondría. Reposó sobre la cama donde prontamente sumido en un profundo sueño quedaría.
— Iremos juntos al campo, mi niño. ¿Te gusta la idea?
El pequeño, aferrándose a su madre, asentó.
— Te he contado ya que alguien igual de especial que tú, espera tu llegada a Oberwolfach. Alguien a quién cuidarás con tu vida entera, de la misma manera que ella cuidará de ti con toda su alma y con todo su corazón. Mis dos angelitos por fin estarán juntos.
Paula besó la frente de su pequeño hijo y lo abrazó.
— Seremos muy felices, mi niño.
— Es hora de irnos, Paula.
— La maleta de nuestro hijo ya está lista.
Con un rostro hundido en agobio, Said Majewski se acercó con pasos lentos a su esposa. Acarició sus mejillas, y ante su pequeño hijo se puso de rodillas.
— Tú no puedes venir con nosotros. Debes volver con Khaleb quien cuidará de ti como si fueses parte de su familia.
— ¿De qué hablas Said? Me lo prometiste. Me prometiste que finalmente nos llevaríamos a nuestro hijo —reclamó hundida en llanto aferrándose a su pequeño mientras una mano intentaba separarlos—
— Me lo prometiste, said. Tú lo hiciste.
— Él no estará salvo si lo llevamos con nosotros. Debemos dejarlo aquí, Paula.
— Eso no es verdad —vociferó repetidas veces mientras el niño observaba el rostro de su madre empapado de lágrimas y su piel comenzaba a tornarse azul— Eso no es verdad. Quiero a mi hijo conmigo. Él debe estar conmigo.
Salivas espumosas emanaban de la boca de Paula y segundos más tarde se desplomó quedando tendida en el suelo. Su esposo Said cayó de rodillas ante ella.
— Mami… mami…
El hombre volteó la cabeza en dirección a su hijo, sin embargo la cobardía de no poder sostener de sus ojos tanta tristeza, simplemente ordenó que lo llevaran lejos de allí.
El pequeño suplicaba que aquella mano fría y fuerte lo soltara, buscando en un último y vano intento, poder escapar. No lo logró. Aquella mano, de sus padres con fuerza lo alejó. Akins cayó de la cama y ahogado en sí mismo, despertó.
Sentía como si esas mismas manos que en sus sueños lo arrastraron, estuviesen aferrados a su cuello impidiéndole respirar. De sus ojos lágrimas incesantes brotaban, y cuando parecía que la vida, sin remedio se la escapaba, el rostro de su pequeño ángel, sonriente, su nombre clamaba.
— No busques a la muerte porque no la encontrarás aquí —susurraba la voz a su oído—
Sintió escalofríos de aquel susurro que en tantas otras ocasiones lo invitaba únicamente a la muerte y al olvido.
— Tal vez sí encuentre aquí a la muerte. Y tal vez sea lo mejor.
Repentinamente su teléfono móvil de manera incesante, una y otra vez sonó.
A rastras se incorporó del suelo a la cama. Tomó el teléfono y observó que de Aurorita se trataba.
Involuntariamente contestó.
— Karîm… ¿Karîm estás ahí? ¿Por qué no me hablas, príncipe mío? ¿Qué tienes?
Akins sentía como si la voz la hubiese perdido, pero bastaba con oír la de su pequeño ángel para volver a sentirse un poco más vivo.
— No me asustes de ese modo, Karîm. Háblame, por favor. ¿Dónde estás?
Desesperada, al otro lado del teléfono, Aurora comenzó a llorar.
— Si no me hablas, le contaré a Gina y donde sea que estés iremos por ti. ¿Acaso te han secuestrado, Karîm?
De pronunciar siquiera una palabra, solo acabaría preocupando más a la pequeña, por lo que en esos instantes agradeció no poder hacerlo. Se sentía devastado, sin fuerzas y con el aire agotado. Sujetó su teléfono y todo lo que pudo hacer fue enviarle un mensaje de texto.
Pequeña, se me dañó el teléfono
Te llamaré después
Tras escribirle a Aurora, Akins contactó de inmediato a Waldo. Necesitaba reponerse lo más pronto posible, por lo que ordenó llamar a su tío esperando que él pudiera hacer alguna cosa con respecto a su mal.
Con su mochila en mano, Najib Majewski acudió de inmediato hasta la habitación donde se encontraba el chico y se dispuso a inspeccionarlo.
— Tienes mucha fiebre, Akins, y solo se me ocurre que pudiera tratarse de algún tipo de infección. ¿No será mejor que vayamos a un hospital?
— De ninguna manera. Tú eres doctor, por lo tanto harás que se me quite esta fiebre.
— Pues no podré hacer demasiado sin que te realices un análisis de sangre. ¿En este estado pretendes asaltar un cargamento esta noche?
— Estaré bien y tú te encargarás de eso.
— Tengo entendido que tomas medicamentos en días intercalados. ¿Las has tomado recientemente? ¿Ayer? ¿Hoy quizás?
— No puedo tomar ningún tipo de medicamento ahora. De hacerlo, me dejaría atontado y estropearía todos mis planes de esta noche.
— ¿Qué dices? Si son indispensables, sabes mejor que nadie que no puedes suspenderlos.
— No los tomaré, por lo tanto, recétame un medicamento que me quite esta fiebre de inmediato —vociferó a pesar de su voz quebradiza y su cuerpo tembloroso—
— Todo lo que puedo suministrarte es una dosis equilibrada de motrin (ibuprofeno) y luego pedirte que te levantes para que te des un baño de agua caliente. Agradécele luego a mi esposa por haberte entregado la mochila donde siempre llevo un botiquín con todos mis elementos de primeros auxilios —decía el doctor mientras le tomaba la temperatura y se disponía también a medir su nivel de presión arterial— Tu presión está un poco elevada. Luego de la ducha con agua caliente debes descansar un poco. Volveré a tomarte la presión dentro de media hora.
MANSIÓN DE BYFANG
— Hermanita, le llamé a Karîm, contestó la llamada, pero no me ha dicho ni media palabra. Tengo un horrible presentimiento de que le ha sucedido alguna cosa mala. Sospecho que lo han secuestrado.
— Qué cosa tan terrible dices, Aurora. ¡Por Dios!
— Es lo que siento, hermanita. Mi alma morirá de tristeza. No debí dejarlo ir. No debí hacerlo.
— Es suficiente —vociferó Gina Alicia mientras Aurora se hundía más y más en su llanto—
La mujer tomó el teléfono de su hermana y lo revisó.
— Pero aquí te envío un mensaje de texto diciéndote que tiene el teléfono dañado, y qué te llamará luego.
— Yo no creo en ese mensaje de texto. Algo malo ha sucedido con mi bello príncipe.
Intentando controlar aquel susto, Gina Alicia personalmente buscó comunicarse con su hermano. Su teléfono móvil sonaba, sin embargo nadie contestaba, mientras Aurora junto a ella yacía desesperada.
— Te dije que le sucedió alguna cosa. Secuestraron a Karîm.
— No vuelvas a invocar semejante desgracia, Aurora. Ya basta.
— ¿Tú sabes a dónde fue? Si es así debemos ir por él.
— Necesitas calmarte. ¿De acuerdo?
— No puedo. Me siento devastada. Moriré, a mi tristeza encadenada.
Intentando en todo momento mantener la calma, Gina Alicia respiró profundo.
— Esperaremos un poco más y lo volveremos a llamar.
En esos instantes el teléfono de la mujer comenzó a sonar, y ambas, esperanzadas observaron la pantalla. No obstante, de Akins no se trataba.
— Es Louis Wieber.
— ¿Y si ese ex policía demente tiene algo que ver? ¿Si lo secuestró y está llamando para pedir un rescate?
— Acabo de pedirte que no sigas con esa idea —advirtió Gina por última vez contestando la llamada—
— ¿Louis?
— Necesito que hagas algo para que me dejen ingresar a la mansión y pueda ver a mi hija.
— Mmm… disculpa que te lo diga, pero que te dejen entrar a la mansión es imposible. Sabes muy bien que dejé de tener el control sobre los guardias desde hace ya un tiempo.
— Entonces harás lo siguiente. Dentro de una hora estaré en la plaza donde la niñera acostumbra a llevar siempre a mi hija para sus horas de recreación. Te encargarás personalmente de traer a Paulita hasta allí para que yo pueda verla.
— ¿Y si no lo hago qué?
— Si no lo haces aténganse tú y toda tu familia las consecuencias.
— Será mejor que bajes ese tono de amenaza que tienes, Louis Wieber. Te lo digo más que nada por el bien de Paulita. Por esta vez la llevaré para que puedas verla, y no por temor a tus amenazas sino porque sé que la pequeña ha estado preguntando por ti. Tengo hijos y sé muy bien cuando los niños sufren sin sus padres o por conflictos generados entre ambos.
— Nos veremos en la plaza dentro de una hora —le dijo con firmeza colgando la llamada—
Louis desea ver un momento a Paulita, y evidentemente Isabella solo me permitió traerla aquí luego de enterarse que él tiene prohibida la entrada a la mansión.
— ¿Entonces no te ha dicho nada acerca de Karîm?
Gina Alicia con la cabeza negó.
OLD PORT HOTELLIMASSOL
— Tu teléfono móvil ha estado sonando insistentemente desde hace minutos —avisó Najib a su sobrino luego de que el joven haya salido del baño tras tomar la ducha de agua caliente que le había recomendado—
Mientras Akins revisaba su teléfono móvil, el doctor volvía a tomarle la temperatura al igual que la presión arterial.
— Te has estabilizado un poco. Eso significa que si descansas, tal y como lo deseas, estarás bien pronto.
— Lo haré entonces. Puedes volver con el grupo. En unos instantes Waldo les dará las últimas coordenadas antes de que vayamos a Old Port.
Sin más palabras, Najib abandonó la habitación de Akins. El chico descansó un poco, y al levantarse, revisó el móvil, hallando en el mismo incontables llamadas perdidas, no solo de Aurorita sino también de su hermana Gina Alicia.
En lugar de llamar a su hermana mayor, decidió comunicarse con la pequeña.
— Mi ángel, te dije que te llamaría luego. ¿Por qué siempre debes desesperarte por nada?
— ¿Por nada dices? ¿Tienes una idea de cuánto se aflige mi corazón por ti?
— No hay razón para ello.
— No oí tu voz y temí lo peor, pero ahora sé que estás vivo.
— Lo estoy, mi luz. Gracias a ti estoy siempre un poco más vivo.
— ¡Oh, mi bella príncipe de alas negras!
— Aurora, escúchame muy bien, por favor. No quiero que te preocupes por mí. Yo estoy bien y estaré bien. Quiero que le digas lo mismo a la diabla. ¿De acuerdo?
— Siento un pesar muy grande y feo en mi pecho, pero tú no lo comprendes. Necesito que regreses, Karîm.
— Regresaré cuando haya culminado con mis asuntos. Te he dicho que estaré fuera solo unos cuantos días, Aurora. Ahora debo colgar.
La joven al teléfono se echó amargamente a llorar.
— ¿Por qué lloras? ¿Por qué haces esto conmigo? ¿Intentas hacerme sentir mal?
— Te he dicho que quiero que regreses.
— Y yo te he dicho que regresaré en cuanto acabe con mis asuntos. No todo será siempre como lo deseas, Aurora. Pensé que ya lo habías entendido.
— Te odio. Te odio mucho, desconsiderado, infame y déspota.
— ¿Me odias mucho? ¿En verdad me odias?
Aurorita ya no contestó.
— Si es así, será lo mejor. ¿Me oyes? Ódiame mucho. Ódiame lo suficiente como para que en esta vida aprendas finalmente a vivir sin mi.
Dejando a la joven hundida en su llanto y en su dolor, Akins, enfurecido colgó la llamada para abandonar su habitación.




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