La Voz De Un Sendero Entre Las Hojas

GARRA DEL CUERVO

MANSIÓN DE BYFANG
A mitad de la noche, una sacudida irrumpió el sueño de Aurora. Una sensación de caer a un abismo invisible qué la dejó exaltada al borde de la cama. Observó su reloj y las 3:25 a.m. marcaba. Como si fuese a salirse de su pecho, su corazón con fuerza marchada mientras intentaba recobrar el aire que de la nada se le escapaba.
Angustiada, únicamente en Akins pensaba. Se puso de pie deseando en su corazón que de nada malo se tratara. Copito de nieve que al borde de su cama siempre la acompañaba también se levantó al verla preocupada.
— No hay razón para temer. Todo estará bien —en su mente una y otra vez rezaba— ¿Copito, a dónde habrá ido Karîm? Juro que no quiero estar preocupada —proseguía tomando su cobija y su almohada—
La joven se dirigió hasta el antiguo despacho que se había convertido en el lugar favorito de Akins. En aquel refugio que ya toda su esencia albergaba.
— Si aquí mi bello príncipe logra escapar de todo aquello que lo atormenta, entonces es un buen lugar para que yo lo haga también.
Encendió un par de velas. Un sahumerio y un sonido leve y relajante en el reproductor. Tendió su cobija sobre la alfombra y reposada sobre su almohada junto a su inseparable Copito de nieve se acostó
OLD PORT – LIMASSOL
La extraña y desconocida mujer fue rodeada por los hombres que la acompañaban intentando evitar que ingresara por completo al barco.
— Señora, será mejor que no ingrese. Hemos encontrado sangre en los alrededores del muelle —habló uno de ellos—
— ¿Sangre, dices? ¿Acaso atacaron nuestro barco? ¿Dónde están los mercantes? ¿Y el inspector portuario que debía recibirnos? —preguntó ofuscada—
— No hay nadie. Al parecer el barco en verdad fue atacado.
— ¿Cómo puede ser posible? Se supone que este era el día más seguro para recibir los contenedores. Maldita sea.
Un sonido quejumbroso se oyó de pronto en la oscuridad, que los alertó. Se trataba del inspector portuario que al oír las voces de esas personas intentó a pesar de estar amarrado y amordazado, llamar la atención. Encendieron sus linternas y apuntaron con sus armas, mientras que en el exterior, el barco ya estaba rodeado.
El primero en salir de su escondite fue Akins quién a pesar de haber reaccionado a tiempo al igual que sus hombres, en medio de incesantes disparos, recibió un roce de bala en el brazo izquierdo.
A excepción de la mujer quien de inmediato fue capturada, sus tres hombres fueron ejecutados en el mismo interior del barco.
Cuando pudieron finalmente encender las luces, despojaron de sus armas a los hombres mientras checaban que estuvieran realmente muertos.
— Lo hirieron, jefe. Está sangrando.
— No es nada. Estaré bien —decía observando hacia la mujer quien no dejaba de sacudirse intentando escapar—
— No gastes en vano tu energía porque no tendrás escapatoria —Waldo, acercándose a ella, decía— Amárrenla también de pies y manos. Amordácenla y pónganla junto al inspector.
— No me toquen. Suéltenme… ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué hacen en mi barco?
— ¿Tu barco, dices?
Extrañado, Akins observó a quienes lo rodeaban.
— Será mejor que te calmes por qué serás tu quien deberá responder nuestras preguntas.
— Este es el momento —habló Najib— Si el peligro acabó debemos zarpar ahora.
Waldo se comunicó con algunos hombres que quedaron en el exterior del barco y mientras aguardaban señales positivas se acercó a la mujer.
— Antes que mis hombres te amordacen, tu vas a decirme quien eres. ¿Qué hacían aquí tú y esos hombres? ¿Por qué razón dices que este es tu barco?
— Este es mi barco. Y si mandas a que me maten tú y tus hombres tendrán que atenerse a las consecuencias. Están advertidos.
— ¿No me digas? No hables si no quieres. De una u otra manera morirás porque ninguno aquí le tememos a tus amenazas.
— Pues deberían. No tienen idea contra quienes se han metido.
— Amordácenla que ya no me dan ganas de seguir leyendo.
— Espera un momento —irrumpió Ihsân acercándose unos pasos—
— ¿Eres bielorrusa, o rusa?
Sin contestar, la mujer echó dos escupitajos en el suelo.
— Es ucraniana —respondió Najib Majewski señalando el tatuaje que llevaba la mujer sosteniéndole el brazo izquierdo— Esta y los hombres que los tuyos acaban de matar, pertenecen a la Garra del Cuervo (Voronyi Klych). Este es el símbolo de una de las mafias de Ucr@ni4 más activas en las islas de Grecia. Las más cercanas como La Canea, Heraclión y Rodas. Definitivamente el bastardo de Dabir Kazım expandió sus negocios delictivos sin temor a jugar con armas de doble filo. ¿Cómo es posible que haya arrastrado a miembros de la mafia ucraniana hasta una isla donde imperan la mafia rusa y bielorrusa?
— Deberíamos intentar a que hable —dijo Waldo—
— Perderán su tiempo. Todas las mafias poseen códigos inquebrantables, por lo tanto esta mujer preferirá morir en lugar de hablar.
— ¿Qué haremos entonces, Akins? No contábamos con que estos personajes se atravesaran en nuestros planes —preguntó Ihsân—
— Sea lo que sea que vayan a hacer, yo les tengo una mala noticia. Es evidente que estos cargamentos ya han sido vendidos a la Garra del Cuervo, por lo tanto lo reclamarán así sea en los confines de la tierra.
Sin replicar, Akins volteó hacia la ventanilla del barco perdiendo en la nada la mirada mientras se sostenía el brazo.
— ¿A dónde tenían planeado atracar este barco luego de robarlo?
Nadie contestó.
— Pensaban atracar en algún puerto de Siria o Líbano? ¿En verdad era ese el plan que tenían? Akins, pídele a este mocoso que encienda los motores del barco —le susurro a su sobrino acercándose unos pasos— Debemos irnos cuanto antes.
Nuevamente todos callaron.
— Maldita sea. Estoy intentando salvarles el pellejo. Es necesario que enciendas los motores, Ihsân —volvió a repetir— Sé de un puerto al cual podremos atracar sin ningún inconveniente, pero para eso necesito que guardo me devuelva mi teléfono móvil.
Tras la seña de orden de su primo, Ihsân acabó poniendo en marcha los motores del barco, zarpando finalmente a la luz de una madrugada azul. También lo ordenó el teléfono móvil s su tío Najib.
Tal y como lo habían acordado desde un principio, la mitad de los hombres permanecieron en Puerto viejo mientras que la otra mitad zarpó en el barco hasta ese momento a un puerto desconocido.
— Aún no nos has dicho a qué puerto nos dirigimos.
— Y no lo haré hasta que no se deshagan de esas dos personas —dijo Najib refiriéndose al inspector portuario y a la mujer—
— ¿Akins, en verdad vas a confiar en este sujeto? —preguntó un alterado Ihsân— ¿Dime tú qué sabes acerca de puertos y atraques? —prosiguió reprochando a su padre—
— Sé mucho más que tú, mocoso, y será mejor que cierres esa boca porque ya me tienes cansado.
— Ya es suficiente —vociferó Akins—
— Observa el mapa y mira lo que tienes por delante si no retrocedemos y continuamos con el plan que tenían en mente. Los puertos más cercanos se encuentran en Siria, Líbano, Cisjordania y Alejandría. Pueden optar por atracar en la franja de gaza en lugar de hacerme caso. ¿Qué les parece?
Observando el radar y notando que ya se encontraban casi por encima de la isla de Chipre. Con náuseas, mareos y cansado de aquella situación, Akins ordenó a sus guardias que se deshicieran inmediatamente de aquellos rehenes. Ambos, con los rostros cubiertos fueron llevados hasta uno de los costados del babor.
Allí, forcejeando hasta el último suspiro, fueron a la barandilla del barco agachados y con letales disparos en la cabeza, ejecutados. Posteriormente, sus cuerpos al mar lanzados.
Minutos más tarde, Waldo se acercó al joven para confirmarle que sus órdenes habían sido concretadas. Akins no emitió palabra alguna. Un profundo silencio tornó a su alrededor mientras volvía a perder la mirada vacía a través de la ventanilla.
Najib Majewski, quien a partir de ese momento había quedado al mando del monitor del radar para guiar la marcha del barco al puerto que hasta ese momento sólo él conocía, observó de reojo a su sobrino, luego decidió acercarse.
— No te haré ninguna mala jugada si esa es tu preocupación. Me arrastraste hasta esto y solo pretendo ayudar.
— Dime entonces a dónde vamos.
— Nos dirigimos a las costas de Taşucu. Tengo un amigo que posee un puerto privado en la provincia de Mersin. Acabo de llamarlo a estas horas de la madrugada para pedirle que me permita atracar mi yate en el lugar.
— ¿Un yate? —habló Ihsân—
— ¿Qué? ¿Pretendías que le dijera que atracaríamos un barco carguero? Al fin y al cabo el barco tampoco es muy grande. Si alguien llegara a sospechar alguna cosa lo mínimo que sería es que se trata de muebles para el hogar o cosas por el estilo. Este amigo utiliza sus puertos solo en vacaciones de verano por lo que en estas épocas donde ya casi termina otoño, alquila el puerto para descargas pequeñas. No llamaremos la atención de nadie. Eso sí, sabrán ustedes lo que sucederá luego de atracar en el muelle de Taşucu.
— No te preocupes. Desde el inicio lo tuvimos todo completamente planeado. Por lo tanto no hables como si fuésemos a quedarnos a la deriva.
— ¿Dices que lo tenían todo completamente planeado? Si hubiese sido de ese modo, también hubiesen manejado la posibilidad de que estos dos contenedores ya fueron previamente comercializados, Ihsân. ¿Sabes qué es lo que creo? Que tú estás detrás de todo esto. No solo eres ambicioso, capaz de hacer lo que sea por riqueza y poder. Tú empujas a las personas a cometer delitos y crímenes que a ti no te convienen cometer porque al final de cuentas posees muy poca inteligencia.
— ¿Poca inteligencia, dices?
— Cierren la boca los dos. Ya no tengo ganas de seguirles escuchando. Quiero que guarden silencio, de ser posible hasta que atraquemos en el puerto que sea —vociferó Akins sujetándose del estómago—
Visiblemente alterado, el joven abandonó el interior del barco en dirección a la cubierta de proa. Najib Majewski, entonces apuntándole a Waldo con un dedo, se acercó.
— Mi sobrino no se ve nada bien, Waldo, e imagino que sabes que no me refiero a la herida en su brazo. Síguelo y no lo pierdas de vista un solo instante porque si alguna cosa mala llegara a sucederle, yo mismo haré que toda la responsabilidad recaiga únicamente sobre ti.
— ¡Vaya! Si que te preocupa mucho tu sobrino. Diría incluso que mucho más que tus propios hijos —le reprochó Ihsân a su padre si bien Waldo fue detrás de su jefe—
— Por una vez en tu vida deberías cerrar la boca en lugar de decir tantas tonterías. Si me preocupa mi sobrino es porque conozco el padecimiento que posee, y definitivamente nada de esto le hace bien. Además porque a diferencia de ti él nunca antes se había metido en ningún tipo de delitos. Tú lo arrastraste a todo esto aprovechándote del odio irracional que desarrolló hacia su padre.
— ¿Le llamas odio irracional? Akins tiene motivos más que suficientes para sentir odio hacia su padre.
— No tienes idea de lo que hablas.
— Por supuesto que la tengo.
— No la tienes. Mi hermano daría una y otra vez la vida por su hijo. Lo haría por toda su familia, siempre.
— ¿Igual que tú? ¿Darías la vida por tu familia? ¿Por alguno de tus hijos? No es necesario que te recuerde cuántas veces intentaste entregarme a la policía.
— Era lo único que se me ocurría para intentar mantenerte a salvo, Ihsân. Otra cosa no puedo hacer por ti porque no tienes remedio. De todos modos si te importa saberlo, sí daría la vida por mi familia. Daría la vida por ti. ¿Y sabes por qué? Porque tu madre moriría de tristeza si alguna cosa mala llegará sucederte. Ahora quiero que me dejes en paz de tus reproches y berrinches estúpidos.
En la cubierta de proa, Waldo, lo más cerca posible vigilaba al joven Akins quién luego de permanecer sentado en un rincón durante largos minutos, se puso bruscamente de pie. Su guardia, alertado se acercó y lo detuvo del abrigo.
— ¿Qué sucede, Waldo? No voy a lanzarme al agua si eso es lo que crees. No podría porque le prometí a mi angelito que regresaría en un par de días. También le prometí lo mismo al maestro Chung. Estoy sintiendo náuseas y eso ya lo sabías —decía mientras caminaba con raudos pasos hacia uno de los costados del babor—
— Lo siento, jefe. Si se siente mareado podemos volver adentro. De paso su tío le cura la herida que tiene en el brazo.
Quejumbroso y negando con la cabeza, Akins se sujetó con fuerzas de la barandilla. No pudo sostener más, y durante largo rato se echó a vomitar.
— Creo que he querido hacer esto desde que bajé del avión —decía un poco más aliviado mientras se recostaba por la cabina de mando, muy cerca de los contenedores—
En medio del absoluto silencio, Waldo lo acompañaba. De pronto, unos repentinos e incesantes golpes llamaron la atención de ambos.
— ¿Qué es eso? —preguntó Akins, poniéndose bruscamente de pie—
Waldo, en posición de alerta, unos pasos a la cabina de contenedores se acercó.
— Los golpes provienen del interior de uno de los contenedores, jefe.
— No es posible. ¿Qué significa?
El guardia principal volteó a observar fijamente al joven.
— Jefe, creo que hay personas allí centro.




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