La voz del olvido

Corazón punzante

Cuchillas afiladas, dagas sangrientas y condenas atormentadoras, todo eso y más se sentía en el triste ambiente de una tarde calurosa y bañada por la traición de un corazón ahora roto, las gotitas evaporadas por las fuertes temperaturas rociaban la ventana de una pequeña y desordenada habitación, y en una peculiar cama se encontraba tumbada una joven cuyos cabellos largos cubrían su claro y marchito rostro, era Ameli quien se aferraba a una almohada clavando sus pequeñas uñas, sus lágrimas cristalinas convertidas en la sangre que desparramaba su herido corazón escurría por sus mejillas rojas hasta caer en las sábanas limpias y reflejar sus ojos hinchados por el insaciable llanto. El pecho le dolía, algo dentro de él le ardía como el mismo infierno, era su alma que agonizaba por la tortura de la que nadie le salvaría. Los años habían pasado grata o ingratamente, pues la chica ya no era una pequeña soñadora de catorce años que se aferraba a las letras como su salvación de la muerte y su falta de socializar  había quedado al olvido, ahora era una señorita que sabía entablar una amena conversación y su timidez había ido esfumándose como la espuma del mar al llegar a la orilla de la playa; su belleza era inigualable, era una rosa tan preciada para su madre y para sus amigas tristemente la envidia. Ameli seguía siendo esa joven de corazón puro y humilde, pues tan sólo dos años habían pasado desde la última vez que le vi llorar, misma causa que le hizo hacerse más ingenua y ahora su nueva pena le haría madurar con mayor rapidez. 
 

 —¡TE ODIO! ¡TE ODIO! —gritaba furiosa en medio del llanto—. Soy una tonta, ¿Cómo no lo vi venir? —se reprochaba, mientras sus agrias lágrimas empapaban más la pobre almohada que le hacía compañía, al igual que todos esos agrios recuerdos. 
 

Su cuarto estaba totalmente desecho, sus pertenencias antes tan queridas ahora estaban en el suelo, esas fotos que antes le eran tan bellas ahora estaban destrozadas y esparcidas, pues en ellas se podía ver el rostro de él, ese mismo que ella no supo llama hombre ni ser, él era el culpable de su llanto, él era el culpable de su sufrimiento, sólo él, nadie más; él que le había prometido tantas cosas, mismas a las que les dio la espalda cuando la pobre Ameli se encontraba destrozada, necesitaba ayuda. Él sólo supo huir y burlarse a escondidas, era el peor cobarde dicho de conocer, era quien había jugado con su corazón temeroso al amor. 
 

  —Ameli, hija, ¿Estás bien? —preguntó su madre desde el otro lado de la puerta. 
 

   —Mamá, por favor, ¿Podrías irte?, Me gustaría estar sola —balbuceó a punto de quebrarse. 
 

Su madre quien sólo escuchaba se le partió el alma en ese instante, la voz de su hija no había sido la misma con la que siempre, toda la vida le había hablado, algo muy notorio había cambiado en su tono, esa no era la dulce contestación de su hija, era el sonido de los cristales de su corazón esparcidos en el abismo del dolor, su pequeña estaba muriendo de dolor, su pequeño fénix al fin acababa su largo ciclo de sufrimiento. Las lágrimas de la mujer cayeron como cascada al suelo y le trajeron a la memoria con una pequeña sonrisa el recuerdo de cuando ella también sufrió por su primer amor, ese chico al que tanto había amado, el primero que amó, y poco a poco fue recapitulando el cómo volvió a nacer de las cenizas, esas cenizas tan polvorizadas que su familia antes había intentado perder en el viento y que su esposo había recolectado parte por parte hasta convertir a su mujer en algo más poderoso que una criatura que vuelve a nacer, ahora la madre de Ameli era esa estrella que jamás se perdería en el universo. 

Los recuerdos se vieron pausados al escuchar los fuertes gemidos de su pequeña princesa, su bebé hermosa; la crueldad de aquel chico había Sido tan grave que la pobre el apetito había perdido. 
Ameli, quien en su cama de había quedado callada, miraba atentamente sus manos, esas que él en más de alguna ocasión tomó y miró con amor; esos recuerdos de los momentos felices que pasaron, el recuerdo de las risas cómplices que tuvieron, las travesuras que hicieron, esas promesas que ella pensó eran ciertas pero que sólo habían quedado en el viento, perdidas en las ondas infinitas del olvido; él jamás la había querido como ella a él, ese ser horripilante sólo había querido jugar con su corazón como con las demás chicas que había conocido, era un monstruo despiadado que le mallugaba los latidos de su ahora débil corazón. Llanto y más llanto, su alma moría lentamente, su esenia estaba esfumándose, todo en manos de aquél despiadado que había fingido hasta en el más insignificante momento, dándole esas miradas tan intensas que trasladaban a la joven a otro universo, uno donde nadie más que ellos existía, su entorno se convertía en polvo de estrellas mientras él se acercaba a su rostro y miraba sus pequeños labios, esos que muchos anhelaban y que él osaba desperdiciar, quizá el único acto correcto que pudo hacer. Su cercanía tan milimétrica hacía resplandecer sus pequeños ojos negros que combinaban con su lacio y corto cabello negro, junto a su lisa piel morena. Ella, temerosa, escapaba de aquellos momentos confusos, donde sus deseos de abrazarle fueran más fuertes que la voluntad de algo no bien visto. Él, al ver que huía, la atrapaba nuevamente, requiriendo su atención de forma sutil, embobándola nuevamente; era el plan perfecto de un idiota endemoniado. 
 

 —¡Tonta! —se castigaba, pues ahora miraba con claridad la facilidad con la que se había dejado llevar. 
 

Un recuerdo más, una pequeña memoria más que intentaba desechar, esa realidad tan cruda que llegaba a ella como estaca al corazón, ese que la había dejado tan débil desde aquella sabia decisión, esa verdad en la que su mejor amiga le había fallado, la había humillado, le había ofendido y le había molestado, esa en la que tanto él como ella habían partido su alma, ahora ellos serían todo lo que ella soñaba con él, eso mismo por lo que al remordimiento de él atormentaría por un tiempo. 
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.