La Voz En La Oscuridad

PARTE 2: El Regreso de Manuel

Yo me acuerdo de cuando Ramonita y Carmona pensaron que habían sellado para siempre el alma de Manuel. Los dos parecían seguros, convencidos de que el ritual que había hecho había terminado con el tormento. Por fin, la familia podría tener paz. Sin embargo, esa tranquilidad les resulta poco difícil. Fue como si Manuel no estuviera dispuesto a dejarlos descansar.

Una semana después del ritual, cosas extrañas comenzaron a suceder en la casa. Primero fueron las luces, esas viejas bombillas que parpadeaban sin razón, como si alguien las estuviera manipulando desde otro lado. Al principio, Ramonita intentó hacerme creer que era una simple falla de la electricidad, que "las casas viejas siempre tienen sus cositas", me decía. Pero yo, aunque no dijera nada, sabía que era algo más. La electricidad era solo el comienzo.

Luego, los objetos de la casa empezaron a moverse de sus lugares sin explicación alguna. A veces, dejábamos una silla bien colocada, y al volver a entrar en la habitación, la encontrábamos volteada, como si alguien la hubiera lanzado con fuerza. También la temperatura, normalmente cálida, comenzó a oscilar. Había noches que el frío era tan intenso que nuestras respiraciones parecían humo, y otras en las que el calor sofocante hacía que nos costara hasta respirar. Mi abuela Ramonita se despertaba cada madrugada, empapada en sudor y con el rostro desencajado. A veces, la oía murmurar desde la habitación, repitiendo palabras que no lograba entender del todo.

Con el tiempo, Ramonita empezó a contarme sobre sus pesadillas. En cada una de ellas, Manuel aparecía con su sonrisa burlona, ​​una que parecía de burla o desafío. Me decía que en los sueños él le prometía que iba a regresar, que no se iría de nuestras vidas tan fácil. Pero la peor parte fue lo que le pasó a mamá.

Mamá, que antes siempre tenía una sonrisa para mí, se había vuelto cada vez más silenciosa. Apenas me hablaba, y cuando lo hacía, sus palabras parecían cargadas de un miedo que intentaba esconder. Yo me daba cuenta, aunque ella lo negara, de que algo oscuro seguía rondando la casa. Por las noches, cuando el silencio era absoluto, los susurros se hicieron más audibles, y las sombras parecían moverse como si tuvieran voluntad propia.

Una tarde, mientras jugaba en el patio trasero, descubrí algo que nunca había visto antes. Estaba escarbando entre las raíces del árbol grande, el mismo que mi abuelo plantó hace muchos años, cuando noté una caja extraña enterrada. La caja era vieja, con la madera agrietada y llena de polvo. La curiosidad me pudo más, así que la abrí. Dentro había un diario y un grimorio. Lo reconocí de inmediato, era el diario de Manuel. Sin saber qué más hacer, me senté bajo el árbol y comencé a leerlo.

Las primeras páginas parecían normales, hablaban de su vida cotidiana, de los negocios que había hecho y hasta de la gente con la que solía trabajar. Pero a medida que pasaban las hojas, el tono del diario cambiaba. Manuel comenzó a escribir sobre cosas oscuras, sobre pactos con entidades que le habían prometido poder y vida eterna, siempre y cuando cumpliera con ciertos sacrificios. Su letra, que al inicio era clara, se volvió temblorosa, y algunas páginas estaban tachadas como si hubiera intentado borrar algo que no quería recordar.

El miedo me recorrió el cuerpo al leer esas palabras, pero no pude detenerme. Hablaba de cómo esas entidades le exigían un sacrificio nuevo para mantener el pacto, y que, de lo contrario, volverían para llevárselo. Temblando, cerré el diario y corrí hacia donde estaba Ramonita. Ella lo leyó en silencio, y mientras lo hacía, vi cómo su expresión se volvía más y más sombría. Comprendió, en ese instante, que el peligro no había pasado. Las entidades que Manuel había invocado seguían ahí, esperando cobrar su parte del trato. En un tono que jamás le había escuchado, Ramonita le dijo a Carmona que tenían que hacer algo, y rápido, antes de que fuera demasiado tarde.

Decidieron investigar los libros antiguos que Manuel siempre les había prohibido tocar. Sabían que aquellos libros guardaban secretos que ningún mortal debería conocer, pero también sabían que no les quedaba otra opción. Descubrieron un ritual más poderoso, uno que prometía destruir el pacto de Manuel y liberar su alma por completo, pero era extremadamente peligroso.

Mientras investigaban, la actividad paranormal en la casa se intensificó. Las paredes comenzaron a susurrar palabras ininteligibles, y las ventanas se cubrían de escarcha incluso en los días de verano. Mi madre, cada vez más aterrada, empezó a ver a Manuel en sus sueños. En ellos, él la llamaba desde el otro lado, rogándole que lo dejara entrar. Una noche, se despertó gritando, y yo corrí a su lado, sosteniendo su mano temblorosa, sintiendo su miedo como si fuera el mío.

Ramonita le explicó entonces la verdadera naturaleza del pacto de Manuel y el peligro que enfrentábamos. Decidieron que no había más tiempo que perder, así que aquella misma noche prepararon todo lo necesario para el ritual. Transformaron el salón de la casa en un lugar oscuro y espeluznante. Velas negras en un círculo, hierbas quemándose que llenaron el aire con un olor acre, y un silencio que parecía absorberlo todo. Yo los observaba desde un rincón, con el miedo recorriéndome el cuerpo y el corazón latiendo tan fuerte que parecía querer salirse de mi pecho.

El ritual comenzó al anochecer. Ramonita, con el grimorio antiguo en sus manos, comenzó a recitar palabras que parecían venir de otro tiempo, de otro mundo. Carmona trazó símbolos en el suelo, y mi mamá, con una determinación que no le había visto nunca, se mantuvo firme, preparada para lo que fuera necesario.



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En el texto hay: supenso, paranormal, terror

Editado: 31.10.2024

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