La Voz En La Oscuridad

Parte: 5 El Plan y el Sacrificio

Me siento rodeado por la oscuridad de la biblioteca. La lámpara de aceite arde con una llama que titila, proyectando sombras alargadas sobre los muros. Las estanterías guardan volúmenes antiguos, testigos de los secretos que han encadenado a mi familia al pacto que mi abuelo Manuel hizo con una entidad oscura hace décadas. Mi abuela Ramonita, con su cabello blanco como la nieve que cae en diciembre, ojea con manos temblorosas el grimorio. Su mirada se posa en una página donde Carmona, quien nos ha acompañado en cada paso, ha descubierto una frase crucial:

“Si pro-arbitrio Successorem Offeres, foedus dissipabitur”.

Carmona lee en voz baja, temerosa de que las palabras puedan invocar algo oscuro.

—“Si el heredero es entregado por voluntad propia, el pacto se deshace…”

La abuela repite la frase, sopesando sus implicaciones. Yo, que he crecido bajo la sombra de un destino desconocido, no entiendo bien el latino, pero percibo algo antiguo y siniestro en la atmósfera. Miro a mi abuela, tratando de captar en sus ojos alguna señal de que esto podría liberarnos. Una chispa de esperanza se enciende dentro de mí.

—Si hacemos esto correctamente, podemos romper el ciclo —dice Carmona, mirando a mi abuela y luego a mí—.

La entidad creerá que tu vida será suya para siempre. Pero nosotros… tenemos el poder de traerte de vuelta.

El frío de la biblioteca parece filtrarse en mis huesos asiento, con una chispa de valentía, aunque el miedo anida en mi pecho.

Al caer la noche, los tres bajamos al sótano, donde el ritual será llevado a cabo. Las paredes de piedra parecen susurrar palabras antiguas que arañan mi conciencia. La mesa de sacrificios reposa en el centro de la sala. Carmona coloca sobre la mesa velas negras, un cuchillo ceremonial y un pequeño frasco con un líquido oscuro.

Cuando me recuesto sobre la fría piedra, sucede algo inesperado: una brisa helada atraviesa el sótano, y una oscuridad palpable llena la habitación. La entidad ha llegado, pero no con la certeza habitual, sino con una sospecha. La sombra toma forma, arremolinándose en el aire. Sus ojos, si es que los tiene, parecen fijarse en nosotros con una frialdad que hiela la sangre.

— ¿Qué están haciendo? —pregunta la entidad, su voz resonando como un eco profundo y lleno de furia—. Este no es el sacrificio que esperaba.

La abuela y Carmona contienen la respiración, y en un intento por engañar a la entidad, mi abuela le responde con calma:

—Te traemos al heredero, como fue pactado. Su vida es tuya, como lo prometemos.

La entidad parece evaluarnos, como si sospechara que algo no cuadra, pero la codicia por un alma más joven la distrae. Sin embargo, al acercarme a mí, comienza a sentir el engaño, percibiendo la energía del rito que busca liberarnos del pacto. Susurra palabras inaudibles, su enojo transformándose en una fuerza oscura que empieza a llenar cada rincón del sótano. Al descubrir el plan, deja escapar un grito de ira y se lanza hacia la abuela y Carmona, decidida a detener el ritual.

Carmona y mi abuela, conscientes de que no hay vuelta atrás, se preparan para resistir. Carmona recita las primeras palabras del hechizo de liberación, pero la entidad, con una fuerza avasalladora, lanza sombras que intentan rodearla y sofocar su voz. La abuela, con determinación inquebrantable, levanta un amuleto que perteneció a nuestros ancestros, un último recurso contra la oscuridad. Las sombras y las luces chocan en una batalla feroz, mientras Carmona continúa recitando las palabras.

Observando cómo la entidad amenaza con matar a mi abuela ya Carmona, entiendo que solo hay una salida. Con una valentía inesperada, tomo el cuchillo ceremonial y, con un grito desgarrador, me lo clavo en el pecho.

—¡Carmona, recita las palabras para completar el rito! —grito con mis últimas fuerzas.

La entidad, sorprendida por mi sacrificio, desvía su atención hacia mí, lo que da a Carmona un breve instante para liberarse. Con el corazón acelerado y lágrimas en los ojos, recita en voz alta:

—“Ut te liberes, ut foedus exstingatur, Daniel, vita sua in libationem dedat…”

En ese instante, el sótano queda en un silencio mortal, como si el tiempo se detuviera. La entidad observa mi cuerpo, que yace en la mesa de piedra, y comienza a reír a carcajadas, convencida de que el ritual ha fallado.

— ¿Creyeron que podían engañarme? —se burla—. La maldición es mía y viviré en su linaje por siempre.

Sin embargo, su risa se corta de repente. Una grieta oscura comienza a abrirse en el suelo a su alrededor, y sus extremidades se vuelven borrosas. La entidad intenta aferrarse a la realidad, pero el vínculo con los Santoro se ha roto. Con una furia impotente, mira a la abuela ya Carmona mientras se desvanece lentamente.

—Nos volveremos a ver… —murmura, antes de desaparecer por completo en la oscuridad.

El sótano queda en silencio, con solo la respiración entrecortada de la abuela y de Carmona, quienes miran mi cuerpo, el sacrificio que él hizo por ellos.



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En el texto hay: supenso, paranormal, terror

Editado: 31.10.2024

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