La cripta es densa, como si una presencia latente observara cada movimiento. Velas negras iluminan el lugar con una luz oscilante, proyectando sombras alargadas que parecen moverse por voluntad propia. Daniel yace inmóvil sobre una mesa de piedra, pálida y ausente, como si su vida se hubiera desvanecido en el vacío.
La abuela Ramonita, con su cabello canoso cayendo en finos mechones sobre sus hombros, recita las palabras de un antiguo texto en latín, su voz trémula, pero decidida:
"Revértatur anima ad corpus, ut foedus exstingatur..."
A su lado, Carmona sostiene un grimorio pesado, con la piel tensada por años de uso. Su dedo sigue cada línea de las inscripciones, atenta a que la abuela pronuncie cada sílaba con precisión. La tensión en sus manos es evidente, y en sus ojos se ve el reflejo de una última esperanza.
Carmona: (murmura, nerviosa) Nos queda poco tiempo, abuela... el vínculo entre él y la entidad no se ha roto del todo.
La abuela acelera la recitación, cada palabra golpea la atmósfera como el latido de un tambor, ya medida que el conjuro progresa, una bruma fría se despliega sobre el cuerpo de Daniel. Él permanece inmóvil, pero hay un cambio casi imperceptible: sus mejillas, pálidas, parecen adquirir un color débil.
La abuela Ramonita: (recita) "Alma errante, vuelve a tu morada... sobre la sangre que te llama y el vínculo que te une, regresa a la vida".
Carmona, que observa cada pequeño detalle, nota cómo las venas en las manos de Daniel empiezan a llenarse de sangre de nuevo, aunque su respiración sigue siendo inerte. La abuela se concentra, la voz subiendo en intensidad, como si cada palabra fuera una súplica a los antiguos lazos de la familia.
(repite) "Alma errante, vuelve a tu morada... sobre la sangre que te llama y el vínculo que te une, regresa a la vida".
Pero entonces, a un minuto de completar el ritual, una sombra densa, más negra que cualquier rincón de la cripta, emerge del suelo y se alza hasta cubrirlo todo.
En medio de la penumbra, una figura toma forma, envuelta en una neblina oscura y fría. La figura es etérea, pero proyecta una presencia tan antigua y poderosa que incluso el aire parece doblegarse bajo su peso. La abuela y Carmona contienen el aliento, conscientes de que algo mucho más oscuro ha sido convocado.
La Azahara: "¿Creían que esto podría hacerse sin pagar un precio? No soy la entidad con la que trataron antes; soy el Guardián de las almas. Y si quieren que el alma de Daniel regrese, deberán sellar un nuevo acuerdo."
Su voz es grave, retumbando como un eco oscuro que reverbera en cada rincón de la cripta. La abuela intenta mantenerse firme, pero la esencia de la entidad es tan amenazante que hasta sus palabras suenan huecas.
La abuela Ramonita: (con un hilo de voz) ¿Qué... qué quieres?
La entidad se acerca, deslizando su sombra sobre el cuerpo de Daniel. Un extraño brillo rojizo parece fluir por donde la sombra toca la piel del joven, como si se estuviera alimentando de la vida que aún queda en su ser.
Azahara: "Yo deseo lo que siempre hemos querido: el linaje Santoro atado a nuestro poder. Si él ha de vivir, el precio es claro. Su primera hija deberá concebirse bajo la sombra de este acuerdo. Cuando ella nazca, su destino será sellado; Estará prometida a mi primogénito, y juntos, regirán el futuro de este pueblo".
La abuela y Carmona se miran en silencio, con los corazones acelerados y las mentes atrapadas en el dilema. El peso del sacrificio cae sobre los hombros de Ramonita, que comprende que la vida de Daniel es el precio de esta unión sombría.
Carmona: (murmurando, con voz de súplica) ¡Debe haber otra manera! ¡No puedes reclamar la vida de una niña por nacer!
Azahara: (con voz burlona) No es la vida lo que reclamo, sino su destino. Su camino se entrelazará con el nuestro, y en sus manos y en las de mi hijo recaerá el futuro de este pueblo. Así ha sido, y así será siempre.
El silencio en la cripta se vuelve opresivo, y la abuela siente una mezcla de horror y resignación. Las palabras del Guardián se incrustan en su mente, y sabe que, si no acepta, perderá a su nieto para siempre.
La abuela Ramonita: (finalmente, asintiendo) Acepto el pacto. La primera hija de Daniel estará prometida a tu hijo, para que ambos protejan y gobiernen este pueblo.
La entidad sonríe, y el aire en la cripta se enfría aún más, como si una presencia gélida hubiera invadido el lugar. Con un susurro ominoso, la entidad se desvanece en la penumbra, dejando solo su último susurro:
Azahara: Entonces así será. Nos veremos de nuevo... cuando llegue el momento de cumplir con lo pactado.
Con la partida de la entidad, la cripta se llena de una luz helada que envuelve el cuerpo de Daniel. Sus dedos tiemblan ligeramente y una exhalación escapa de sus labios. Las venas en su rostro y manos parecen recobrar la vida, y sus ojos parpadean, entreabriéndose con esfuerzo.
Daniel: (débil y desconcertado) ¿Qué... qué pasó? Abuela... Carmona...
La abuela Ramonita lo abraza con lágrimas de alivio, aunque su corazón esté cargado de un peso oscuro. Carmona, también aliviada, pero consciente de las implicaciones, mira a Daniel con una mezcla de tristeza y preocupación.
Editado: 31.10.2024