La voz en la pared.

Cambios.

Matilda salió de la casa de Josefina, se despidió de sus amigas y subió al auto, al salir ahí estaba José que la esperaba en la entrada de la granja, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
Matilda bajó del jeep con el corazón latiendo más rápido de lo normal. Él no dijo nada al principio. Solo la miró.

Luego, con voz baja pero firme, soltó:

—No me vuelvas a apagar el celular, Matilda.

Matilda se detuvo, quería responder. Quiso decirle que no tenía por qué hablarle así. Pero algo en su mirada la hizo callar. No era enojo. Era algo más frío como más calculado.

—Estaba ocupada —dijo, finalmente.

José se acercó, le tocó el brazo.

—No me gusta el no saber dónde estás. No me gusta que me ignores, Matilda. ¿No me amas? ¿es eso?

Ella se apartó con suavidad.

—Estoy bien. Mis amigas y yo estamos investigando. Ellas seguirán con eso.

José no respondió. Solo la miró. Y luego se fue.

Matilda suspiro y entró a su casa con una sensación extraña. Como si algo se hubiera roto. Como si algo la estuviera esperando.

Al abrir la puerta, lo supo, porque los muebles estaban en otro lugar. El sofá, la mesa, los cuadros.
Todo había sido movido. No mucho. Pero lo suficiente para que se notara, por lo menos para ella sí, que todo tenía un orden.

—¿Que pasó aquí? ¿quien cambió las cosas?

El aire olía distinto. A limpio. A desinfectante, cuando ese día no había ido nadie a limpiar la casa.

Matilda recorrió la casa con cautela. Cuarto por cuarto, pero no había nadie. Las ventanas cerradas. Las puertas intactas. Nada forzado. Nada robado. Pero si todo estaba cambiado en la sala.

Se sentó en el borde de la cama, con las manos temblando. ¿Había olvidado mover algo? ¿Había contratado a alguien y no lo recordaba?

No.

Estaba segura, que nadie había entrado. Nadie debía haber entrado, así que tuvo que llamar a su ama de llaves. pero esta le dijo que tal como ella había ordenado, ese día todos los empleados tenían el día libre aparte de que no se ha contratado a nadie recientemente.

—¿Como pasó esto?

Esto hizo que La paranoia se instaló como una sombra. y la casa sentía como que ya no era suya, sino que era de alguien más.

De algo más.

Esa noche, dejó todas las luces encendidas. Encendió la radio. Cerró la puerta con doble llave.

Pero las voces volvieron. Ya no decían su nombre.
Ahora decían cosas que solo su familia conocía.

—La noche que lloraste por tu madre…
—El secreto que tu padre nunca te dijo…
—La carta que quemaste en Europa…

Matilda se levantó de golpe. Miro hacia todos lados. Buscando la fuente, pero Nada. Solo paredes.
Solo silencio. y uno que la hacía sentir loca.

Pero la voz seguía ahí.

—Yo sé quién eres.
—Yo sé lo que hiciste.
—Yo sé lo que ocultas.

Matilda se tapó los oídos, luego salió de la cama y se encerró en el baño. Se miró al espejo. Sus ojos estaban hundidos. Su piel, lucia más pálida. Mientras que su respiración, era más agitada.

—No es real —susurró.

Pero la voz respondió.

—Yo soy más real que tú.

Matilda cayó al suelo, empezó a llorar y su cuerpo tembló. Y por primera vez, pensó en irse.

Pero no lo hizo.

Porque algo en ella quería saber.
Algo en ella quería escuchar. Y entendía lo que pasaba.




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